Las hipótesis son variadas. Desde la manipulación climática por medios científicos al descuido en la limpieza de ríos y cauces secos. También subyace el derribo de presas por parte de gobiernos socialnacionalistas en acuerdo con la llamada regeneración de la naturaleza, objetivo este que viene de Estados Unidos y de la UE.
Casi un mes después seguimos sin saber por qué ha pasado semejante tragedia, tampoco conocemos el número exacto de muertos y desaparecidos y se sospecha que las autoridades de una, otra o cualquiera de las innumerables competencias repartidas ocultan por la fuerza (guardia civil y policía) información que podría ser traumática. Nadie cree que en el parking famoso no hubiera un solo fallecido.
Lo primero que debería hacerse es encargar a un grupo de ingenieros forestales, agrónomos, urbanistas especializados, la elaboración de un informe objetivo acerca de lo ocurrido y del por qué se produjo la espeluznante avenida de aguas.
Pero al margen de la génesis del fenómeno que no conocemos en su dimensión aproximada, hay algo que sí conocemos; lo que vino después.
En Youtube puede verse y escucharse el relato emocionante y a la vez demoledor de Santiago Posterguillo. No lo repetiremos aquí. El nudo de la cuestión, de la historia se resume en una sola frase: “no vino nadie”.
Posterguillo es hombre importante y conoce gente. Preocupado por el nivel de la batería llamó a alguien también importante en el escalafón del ejército. No cuenta la conversación, ni la respuesta, pero puede intuirse fácilmente. Terminada la comunicación, Posterguillo coge a su pareja, sus respectivos ordenadores portátiles donde guardan su trabajo novelístico y caminan hacia Valencia en la que tienen un piso.
Lo relevante es la conversación con el mando militar. Poosterguillo no la cuenta, pero seguramente el mando le comunicó que había órdenes superiores de no moverse. Y esto entronca con lo que cuenta Magdalena del Amo en Alerta Digital. Puede leerse también y por ello no lo repito.
Pero hay algo en la intervención final de Posterguillo que pone los pelos de punta. Como buen historiador nos cuenta lo ocurrido con los Graco, nietos de Escipión el Africano y posteriormente con Saturnino, tribuno de la plebe que finalmente es lapidado desde el tejado en el templo en que se había refugiado al parecer por instigación de Sila.
Según Posterguillo en la antigua Roma y en esos episodios los políticos se acuchillaban entre ellos. Ahora los políticos nos atacan a nosotros. Sean del partido que sean.
La gente que habita la base de la pirámide social. Los habitantes de Paiporta de los pisos bajos. Los débiles entre los débiles son, fueron arrastrados por la riada. Pero hay algo más.
Sigue Posterguillo. Algún poeta famoso auguraba un mal futuro para los recién nacidos en la España de aquel tiempo: “una de los dos Españas te helará el corazón”. Concluye Posterguillo diciendo que ahora las dos Españas, es decir, la misma España te helará el corazón.
Y aquí es donde se equivoca. Porque de aquellos tiempos en que la España invadida por franceses e ingleses se divide en dos con el propósito evidente de destruirla hemos pasado a esta España que ya no existe. Nuestros políticos no son españoles, son traidores al servicio de quién más pague. Nuestro emérito se ha retirado como un general traidor a su ejército al lugar desde el que le compraron para destruir España, uno de nuestros enemigos seculares, el Islam. Miles o millones de marroquíes se han asentado ya en España o lo que esto sea con el evidente propósito de apoderarse de ella, o de gran parte de la misma en un plazo de no más de veinte años. Nuestras supuestas naciones aliadas, Francia, Estados Unidos e Inglaterra nos tienen invadidos en lo militar y en lo cultural. El parlamento español es por encima de todo antiespañol y defensor de nacionalismos excluyentes que fueron creados y existen para destruir España. Como símbolo identificativo de lo que está detrás solo tenemos que observar la famosa “ikurriña” que es una copia lastimosa de la bandera inglesa.
Pero también. El pueblo llano de Valencia y el de toda España han asimilado ya la inexistencia de España. Pocas banderas españolas y muchas autonómicas en los minutos de silencio. Simplemente todos hemos dado por acabada ya esta pobre nación que al margen de que fuera o no importante en tiempos pasados si que nos permitía a todos los nacidos aquí movernos con libertad entre sus fronteras reconocidas. Ahora no. Las comunidades autónomas son cada vez más compartimentos estancos con leyes, reglamentos y parlamentos expendedores de tales leyes y reglamentos que excluyen sistemáticamente lo español, lo que nos une a todos, lo que nos permite entendernos, de sus respectivos territorios. No falló España en Valencia porque simplemente España ya no existe.