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Sobre la tercera temporada de Broudchard hay que decir que consigue el adecuado clima de los que gustamos del cine negro o de la novela negra que viene a ser prácticamente lo mismo.
Los ingleses se manejan como nadie en estas lides desde que la genial Agatha Crhistie estableció los fundamentos del género. Es decir, desde que alumbró el sistema argumentario a través del cuál se consigue
atrapar la atención del lector y sujetarle con la fuerza de un imán a los acaecimientos que la escritora planteaba, partiendo de un crimen, hasta acabar resolviendo el misterio.
El mecanismo, casi como de reloj suizo inventado por Agatha Christie funcionaba y sigue funcionando de la
siguiente manera:
atrapar la atención del lector y sujetarle con la fuerza de un imán a los acaecimientos que la escritora planteaba, partiendo de un crimen, hasta acabar resolviendo el misterio.
El mecanismo, casi como de reloj suizo inventado por Agatha Christie funcionaba y sigue funcionando de la
siguiente manera:
Primero una reunión de diversos personajes en un entorno que no sería saludable como prescriben los
psicólogos, pero sí controlable. Así tenemos la famosa reunión en una mansión aislada de «Diez negritos», o la que tiene lugar en el crucero a través del Nilo de «Muerte en el Nilo», también la que tiene como decadente protagonista al «Orient Expréss», etc.
En cada una de estas reuniones ocurre un asesinato que da lugar a la sagaz intervención de Hércules
Poirot; puesto, y esto es fundamental, que todos sin exclusión, por una u otra circunstancia tienen algún motivo oculto para haber cometido el crimen y son sospechosos. La investigación posterior consiste en una educada, pero no por eso menos cruel, intromisión del detective en las vidas de los que
participan de las tenidas que construye Agatha Christie en cada una de sus novelas. Todo concluye con una terapia de grupo en la que se ponen al descubierto las miserias de todos y cada uno de los presentes. El repaso sistemático del detective descarta a los inocentes (del crimen en cuestión, pero que bien pudieron haberlo cometido) descubriendo finalmente el oculto delincuente que a pesar de su inteligencia
acaba siendo superado por las famosas células grises de Poirot. En resumen, para Agatha Christie la naturaleza humana es, en general, cuestionable.