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miércoles, 19 de septiembre de 2018

BERGOGLIO, ¿PARA CUÁNDO EL CISMA?

Lluvia mortal
Viajeros del tren nocturno












La Iglesia Católica se ha convertido en un circo del más difícil todavía esperpento.

Vayamos por partes. Viganó, creo que es un cardenal, acusó en su momento a Bergoglio como encubridor voluntario de una trama de obispos, sacerdotes y otros ejemplares…homosexuales pederastas, abusadores y violadores de niños y adolescentes, víctimas todas y en general, varones.
La acusación era directa y terrible en cuanto que Viganó afirmaba que el Papa había sido advertido por él mismo acerca de determinados jerarcas católicos, a pesar de lo cual, no es que Bergoglio no hubiera hecho nada, sino que había promocionado a los pederastas sobre los cuales parece haber acuerdo en cuanto a sus inclinaciones (muy respetables, nadie dice nada contra las inclinaciones sexuales personales) y perversiones en que esas inclinaciones acababan convirtiéndose, perversiones intolerables en cuanto afectaban a niños y jóvenes indefensos ante los abusadores.

En uno de los innumerables viajes aéreos del Papa en los que generalmente se suele explayar y acaba por decir cosas inexplicables para un católico, le preguntaron naturalmente acerca de la acusación de Viganó. El inefable y parlanchín Bergoglio flanqueado por varios armarios que usa como guardaespaldas, sorprendentemente, calló por una vez en su vida. “No voy a decir ni una palabra… ustedes como periodistas responsables deben reflexionar y luego explicar…”

En resumen, nada. Increíble. Su jesuítica santidad reducida al silencio. ¿Qué significaba la no respuesta? Los vaticanólogos se esmeraron en encontrar alguna explicación plausible, pero el sentir general era que el silencio equivalía a la admisión de culpa. El que calla otorga…y cosas de esas.

No. Todos estaban equivocados. El jesuita no respondió porque por primera vez en su vida no sabía qué decir, sin embargo la exquisita educación en el seminario de los curas negros como el carbón había entrenado a los futuros hijos de San Ignacio en el siempre conveniente silencio y mucho más conveniente ante la evidencia. Bergoglio no dijo nada, dio una larga cambiada taurina, creo que se llama, dejando para más adelante la suerte suprema, la respuesta con mayestática resolución, porque todavía no sabía qué ni cómo responder.

Unas semanas después, previo conciliábulo con sus más directos colaboradores, han encontrado por fin la forma de enfrentarse al escándalo.

El herético Bergoglio, el tipo que no cree que Jesucristo fuera Dios. El Papa heredero de todos los desastres vaticanos que consumaron Juan XXIII y Pablo VI, se descojona del mundo, se descojona del mismo Dios y se envuelve en el manto del Cordero de Dios sacrificado por los pecados del mundo.

Él, se nos transmuta en el nuevo mesías enviado para salvar al mundo. Su beatífica santidad ha sido acusado nada menos que por el gran Acusador. Traduzco, como Cristo en su momento, Bergoglio es víctima de las insidias del Diablo. El gran Acusador (Satanás personificado en Viganó y los que le jalean) le acusa a él, el inocente por antonomasia que se ve obligado a cargar con la cruz sin defensa posible (lo que excusa cualquier respuesta). Tal es el poder del gran Acusador.

Impresionante triple mortal y medio en el circo vaticano. Tarareen ahora la melodía que suele acompañar el final de los actos circenses, tiririririri… repitan y recuerden el sonido de trompetas y timbales y aplaudan a rabiar a Begoglio y su número no apto para cardíacos.

Pero ¿dónde está el truco del número que causa estupor mundial? ¡Claro! es tan evidente que da risa. Ahí se ve la mano falsa escondida tras las faldas blancas del genial embaucador argentino. Por supuesto se trata de la naturaleza de la acusación. A Cristo le acusan de ser el Hijo de Dios, Él no lo niega y a pesar de las reticencias de Pilatos, le crucifican.

 Bergoglio, por el contrario, se envuelve en el manto del inocente expandiendo ese tipo de asociaciones inconscientes que la gente que no se detiene a pensar tiene por costumbre establecer y…Ale hop…Bergoglio es como Cristo, amén.

A Bergoglio le acusan de proteger y favorecer a los abusadores sexuales que han constituido una trama, una iglesia del sexo desenfrenado, en la misma Iglesia de Cristo. A Bergoglio no le acusa el gran Acusador, le acusa Viganó y se le adjudica el delito de ser el gran Encubridor del pecado en la Iglesia de Cristo. Nada que ver. Podemos entrever siquiera la reacción de Jesús de Nazaret si uno de sus seguidores hubiera sido acusado del pecado de escandalizar a los niños. No hace falta, el evangelio lo indica con claridad “más le valiera atarse una rueda de molino al cuello y lanzarse al mar…” o algo parecido.

Y ahora una sencilla interpelación a los prelados, sacerdotes, monjas y frailes que todavía creen en Cristo y en la Iglesia de Nuestro Señor. ¿Para cuándo el cisma? Porque ya están tardando.

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