Un hombre enfermo ha ocupado la presidencia de los EEUU durante cuatro años. El supuesto primer mandatario mundial ha resultado ser una pesadilla no solo para los EEUU, sino también para la estabilidad mundial. Accedió al poder mediante una campaña contra Trump sin precedentes con el apoyo de lo que podríamos llamar la nueva burguesía empotrada justo al otro lado de páginas escritas, televisiones, pantallas de cine. También de los colocados en plataformas de los modernos videoclubs que suministran pienso compuesto del buen progresista a través de las plataformas cinematográficas, antiguos videoclubs, ahora directamente al sillón de no pensar a través del WIFFI.
Hubo también rumores de pucherazo. Más que rumores. Incluso pruebas que el melifluo vice de Trump pasó por alto y el Tribunal Supremo se tragó. La tenaza antitrump tuvo éxito y durante estos cuatro años hemos visto como el mundo ha entrado en preguerra mundial nuclear. Nada menos. Abandono de Afganistán tal como antes abandonaron Vietnam dejando a sus colaboradores al cuidado de los talibanes. Acto seguido guerra en Ucrania, guerra en Gaza y todo sin que haya una mínima esperanza de que esta locura acabe.
No obstante Biden sigue siendo el candidato. Después de un enfrentamiento directo bajo el paraguas de la CNN, es decir, Biden estaba en su casa, el presidente actual acabó balbuceando como si fuera un anciano recluido en alguna residencia especial para dementes seniles. No obstante, Biden será el candidato que se enfrente y probablemente gane al republicano antagonista que será casi con seguridad el propio Trump, si es que antes no lo meten en la cárcel o le pase algo peor.
¿Cuál es el misterio? ¿por qué el partido demócrata sigue atado a un anciano que no puede gobernarse a sí mismo?
La explicación es sencilla y evidente. Todo comienza cuando el centro suministrador de consignas, lemas y avances sociales, centro oscuro y aparentemente desconocido poblado por intelectuales que disfrutan emitiendo en baja frecuencia, creando el caldo de cultivo para el cambio social que les interesa, pensaron hace ya algunos años que era el momento de poner una mujer en la presidencia de los EEUU. Hillary Clinton, la señora de Bill fue la elegida. Pero pasó algo en el interior del partido. Partido progresista made in USA. Antes lo intentó con la verdad incómoda de Gore que acabó perdiendo frente a Busch gracias a unas papeletas preñadas en Florida. Ocho años de Busch y se presentía, por fin, el gran cambio pronosticado y diseñado por el centro emisor antes mencionado.
Pero las cosas no salieron bien. El partido demócrata es un tinglado de todos los progresismos habidos y por haber. Feminismo radical, ecologismo, animalismo y...multiculturalismo que para lo que nos interesa en EEUU se traduce por “negrismo” y en ese preciso momento la comunidad negra empotrada en el partido demócrata como un grupo bien organizado vio su gran oportunidad. Hasta entonces el acuerdo no escrito, la misma tradición norteamericana exigía que el candidato fuera un blanco perfectamente presentable, un anglosajón tradicional que portara, eso sí, ideas de progreso social. Subvenciones y privilegios para la población de color que durante muchos años había sido despreciada y discriminada de todas las maneras inimaginables. El presidente Kennedy inauguró la obligatoriedad de que los alumnos negros fueran integrados junto con los blancos en las escuelas del sur profundo, los antiguos estados esclavistas. En algunos documentales pueden verse los llantos y lamentaciones de las madres blanquísimas ante el atropello presidencial, impotentes frente a las fuerzas policiales desplegadas para proteger y obligar a aceptar el nuevo orden social.
Con el tiempo la comunidad negra ha ido escalando en el poder norteamericano y por fin, uno de sus miembros consiguió la presidencia que mantuvo durante ocho años. “Sí, nosotros podemos”. El lema repetido en España por un partido comunista, demostró que la comunidad negra ya no era un rebaño pastoreado por el gran padre blanco y para sus intereses políticos. Transcurridos los ocho años de rigor el centro de avance social pensó que sí, ahora sí, una mujer blanca, pero mujer de corte avanzado en sus ideas tenía que ocupar, por fin, la Casa Blanca. Y surgió Trump, no precisamente el campeón de los pobres, pero sí el campeón de una mayoría blanca, de esa gran basura blanca arrinconada al lado de contenedores malolientes a la que la desindustrialización forzada por los listillos de Harvard y Yale de la mano de los Milton Friedman y similares había acabado por dejar en el paro y en el mal vivir del mundo de las drogas y del abandono en los estados olvidados de tradición todavía protestante y en general apegados a un mundo que se les escapaba como agua entre las manos. Trump prometió la vuelta de industrias y centros de trabajo que son los que requieren mano de obra en abundancia y generan un entorno económico que necesita suministros de todo tipo, agrícolas y componentes fabricados por talleres subcontratados. En definitiva una industria nacional estratégica que un líder nacional debe tener en cuenta.
Fracasado el intento de colocar a Hillary, el centro de toma de decisiones demócrata se vio forzada a cambiar de marcha. Al blanquísimo Trump se le debía oponer otro blanquísimo que fuera, en este último caso, más manejable. Y ahí echaron mano de Biden el segundón de Obama. Dúctil y enfermo mental, incapaz de oponerse a los designios del nuevo poder demócrata ya en manos de la comunidad negra norteamericana. Tuvieron que forzar las cosas hasta el fraude absoluto en las elecciones que dicen que ganó Biden. ¿Cuál era la justificación intelectual para cometer semejante desmán electoral?, la sacrosanta democracia, es decir, el número de votos.
Los Estados Unidos son estados federados y el sistema de elección presidencial no cuantifica el número de votos absolutos que recibe el candidato sino los delegados que cada estado envía a la capital federal para elegir finalmente al presidente. Esto es algo que la progresía mundial critica con fuerza. Los estados hiperpoblados están en desventaja frente a los estados del profundo EEUU puesto que el total de los votos emitidos daría el triunfo a los progres asentados en New York, California, etc. Por eso forzaron el fraude y lo hicieron con el pleno convencimiento de tener la razón de su parte. Las divisiones de choque del partido demócrata con diarios, comunicadores televisivos y...sobre todo los miembros de la farándula USA se lanzaron al fraude electoral como ranas a una charca infecta. Lo lograron, desde luego.
Pero el último debate televisivo puso en evidencia a una anciano enfermo y acabado para la vida pública. A pesar de eso no pueden reemplazarlo y a continuación explico, en mi modesta opinión, el porqué.
He visto a una política negra pronunciarse en forma casi histérica, como si de nuestra ministra de economía se tratara, acerca de la cuestión. Más o menos viene a decir que si la candidata sustituta de Biden no es mujer y negra, ella abandona el partido. Y ahí está la clave. Ya no se trata de ofrecer un futuro a los estadounidenses, ni de tener un programa de gobierno, ni de ofrecer ideas a los votantes acerca de lo que una vez en la Casa Blanca, el nuevo presidente o presidenta demócrata se proponen hacer. Ninguna opinión acerca de la actual situación de guerra larvada en el mundo, nada acerca de reindustrialización en USA, o de repliegue o despliegue de las fuerzas armadas. Nada en absoluto. Se trata simplemente de que ahora me toca a mí.
Los partidos, grupos organizados, que pueblan el partido demócrata están al acecho. Esperan a que Biden se retire o lo retiren para hacerse con el poder demócrata y en virtud de Clooney o de Niro o de Streep conseguir la presidencia de los EEUU y desde la Casa Blanca consolidar el poder de la comunidad negra, o feminista, o trans, o multicultualista sobre el inmenso territorio USA y sobre los cientos de millones de ciudadanos que lo pueblan.
Antes de enredarse en semejante discusión, los dirigentes del partido demócrata, prefieren seguir sosteniendo a Biden al precio que sea.
Nota: llevo tiempo redactando este artículo. Ayer mismo se ha producido un atentado contra Trump del que ha salido bastante bien librado, más que nada, por algún milagro imprevisto. No es que Trump sea de mi agrado, pero si yo fuera estadounidense probablemente sería mi candidato. Espero que se recupere y rezo por los muertos y heridos inocentes que han sufrido las consecuencias de la maldad intrínseca de los mentirosos y asesinos.
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