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GRECIA
NO QUIERE PAGAR.
El
euro.
El
dinero es, simplemente una equivalencia, un valor simbólico. En los primeros
intercambios económicos cuando la humanidad que conocemos alboreaba, los
agricultores ofrecían sus productos, los pastores, sus quesos y ovejas, los
tejedores, sus vestidos. ¿Cómo intercambiar una túnica por una oveja, si quién
vendía la túnica necesitaba patatas para comer y el único que precisaba el
vestido era precisamente el pastor? Entonces los hombres y mujeres de la
antigüedad se ponen de acuerdo. Utilizarán el oro. Un mineral estable,
maleable, divisible y que con el paso del tiempo no se oxida, no se degrada y
puede conservarse fácilmente. El siguiente paso consiste en sumar el valor de
todos los productos del mercado y relacionarlo con una determinada cantidad de
oro. Esa cantidad se divide, por ejemplo, en monedas y se distribuye entre los
que acuden al mercado. Ya está. Se ha solucionado por fin el problema de
intercambiar una oveja por una túnica. La oveja valdrá cien monedas y la túnica
cuarenta. El pastor vende a quién necesite la oveja y paga cuarenta al tejedor,
todavía le queda más de la mitad de la oveja para intercambiarla por lo que
necesite.
Ahora
situémonos en la antigua Roma. Un senador advierte, <<la cosecha de trigo
de este año va a ser muy pobre>>, pánico en las gradas. El populacho es
manejable, excepto sí……tiene hambre. El hambre es síntoma de que la primera necesidad para
sobrevivir de un organismo biológico no se está satisfaciendo y entonces……. El
hombre, el ser humano, cualquier animal, se convierte en un peligroso
desequilibrado. Un escalofrío de terror recorre el senado. En ese momento un senador
más inteligente que la media de sus compinches, precursor del <<lobo de
Wall Street>>, ofrece una imaginativa solución. Añadiremos algo de plomo a
las monedas de oro que acuñamos, no a
todas, para que no se note, pero sí a un porcentaje de ellas.
<<
¿Cómo? ¿Qué dice éste?>> pasmo
senatorial. Nadie entiende nada. El lobo se explica:
<< Tenemos un millón
de ciudadanos que bordean la pobreza absoluta
en la ciudad. Según nuestros cálculos, sólo vamos a poder ofrecer
quinientas mil barras de pan. Si damos media barra a cada uno que es lo único
que podemos hacer, se van a volver locos y nos van a aporrear aquí mismo, se
impone pues, desviar la responsabilidad
y alimentar al populacho, o al menos que lo parezca. Cada barra de pan
cuesta una moneda de oro, cuya acuñación es potestad del estado “BCE de entonces o banco de Roma”.
Mezclaremos en algunas monedas algo de plomo “le daremos a la máquina de hacer billetes actual”, tendremos
entonces un millón de monedas, si bien en realidad sólo corresponderán a quinientas mil auténticas, que repartiremos, con lo que cada ciudadano, en
teoría al menos, podrá comprar su barra correspondiente>>.
Carraspeos
nerviosos en la concurrencia. Un senador del bando contrario “oposición”, interviene:
<<efectivamente, nuestros ciudadanos, muy agradecidos de que les hayamos
proporcionado la moneda “subvención, RGI,
actual”, acudirán a la panadería y es evidente que al principio, cuando las
estanterías estén repletas, nadie se dará cuenta, pero con el paso del
tiempo, seguirán acudiendo los confiados ciudadanos con sus monedas oficiales y
el panadero acabará percatándose de que cada vez tiene menos pan para atender
la demanda, recordemos que sólo dispondremos de quinientas mil barras para un
millón de personas, eso no va a cambiar, luego con la lógica correspondiente, el panadero subirá el
precio (inflación) de las barras
restantes para no quedarse sin suministro. ¿Qué ganamos con ésto?>>.
<<Tiempo>>. Contesta el lobo. <<Además, en el momento en que
los panaderos comiencen a subir los precios, ellos serán los culpables. La masa
enfurecida se lanzará contra las panaderías y nosotros tendremos que interponernos
entre unos y otros para restaurar la paz y la convivencia cívica como nos
corresponde.
Con un poco de suerte, entre un lío y otro habrá pasado el suficiente tiempo para que la próxima cosecha, que esperamos sea mejor, nos permita entregar graciosamente a nuestros agradecidos ciudadanos su barra correspondiente>>. Murmullos en el recinto senatorial. Parece que va a haber acuerdo. Algunos de los asistentes vislumbran interesantes oportunidades en el plan del lobo. En cuanto termine la sesión van a adquirir a los comerciantes todo el trigo que puedan a medio euro, perdón, quiero decir a media moneda de oro (van a invertir en futuros) plomizo la barra, lo van a guardar hasta que el hambre desespere a la muchedumbre y luego van a soltar el pan cocido a diez euros, perdón, a diez monedas de oro plomizo la pieza. Corren ya, escaleras de acceso al sagrado recinto senatorial abajo, frotándose las manos.
<<Nos vamos a forrar>>, se dicen unos a otros, <<Este lobo es un lince>>. Risotadas. Fin de la primera parte.
Con un poco de suerte, entre un lío y otro habrá pasado el suficiente tiempo para que la próxima cosecha, que esperamos sea mejor, nos permita entregar graciosamente a nuestros agradecidos ciudadanos su barra correspondiente>>. Murmullos en el recinto senatorial. Parece que va a haber acuerdo. Algunos de los asistentes vislumbran interesantes oportunidades en el plan del lobo. En cuanto termine la sesión van a adquirir a los comerciantes todo el trigo que puedan a medio euro, perdón, quiero decir a media moneda de oro (van a invertir en futuros) plomizo la barra, lo van a guardar hasta que el hambre desespere a la muchedumbre y luego van a soltar el pan cocido a diez euros, perdón, a diez monedas de oro plomizo la pieza. Corren ya, escaleras de acceso al sagrado recinto senatorial abajo, frotándose las manos.
<<Nos vamos a forrar>>, se dicen unos a otros, <<Este lobo es un lince>>. Risotadas. Fin de la primera parte.
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