

Anda el mundo del motor revuelto por el
estreno de Fernando y su nuevo vehículo
Mclaren en la F1 del año en curso.
Están los que le odian y los que le aman. Están
los que se alegran de que la elección de escudería parece haber sido un error y
están los que todavía esperan que a lo largo del año Alonso consiga encaramarse a los puestos
de cabeza.
Los detractores del piloto alegan
que se trata de un hombre arrogante, egocéntrico y despectivo con los miembros
de los equipos en los que trabaja.
Desde el humilde punto de vista de
quién no tiene ni idea de este deporte, lo lógico es apoyar por encima de todo
a un piloto español, el primero que ha
conseguido ganar dos mundiales en esta especialidad. El hecho de que sea
egocéntrico o altivo es algo que a los
españoles debe tenernos sin cuidado. De hecho todos los pilotos de F1 y otros
de divisiones inferiores tienen un alto concepto de sí mismos. Sin esta
arrogancia, exceso de autoestima o como quiera llamarse, sin este combustible
que alimenta el feroz deseo de ganar, de ser el primero, nadie puede triunfar
en el hipercompetitivo mundo de los deportes de élite.
De todas formas, creo que Alonso,
efectivamente, ha cometido algunos errores en cuanto a la elección de
escuderías. Ganó con Renault, pero sobre todo ganó con el primer mentor que
supo reconocer sus cualidades de piloto. Flavio Briatore le abrió el mundo de
la F1 y le llevó a lo más alto del podio en dos ocasiones.
Luego, Alonso, aconsejado por alguien,
tiendo a pensar que mal aconsejado, al menos para los intereses de los
españoles, no sé si los de él, decidió cambiar de aires. El hecho cierto es que
desde ese momento no ha vuelto a ganar un mundial. Más que la marca de coches,
probablemente necesitaba un mentor que le ayudase a conseguirlo, alguien que
supiera moverse en el mundo complicado de la F1, en la que no sólo se trata de
disponer de un coche ganador, o de ser un buen piloto, sino que también es
necesario estar atento al momento adecuado y al lugar en el que uno puede dar
lo mejor de sí mismo sin estar preocupado por circunstancias ajenas a su
trabajo como conductor. Briatore, probablemente le garantizaba esa tranquilidad, y
además tenía para él el coche adecuado. Quizá no hubiera ganado siempre con
Renault, pero estoy seguro de que a lo largo de estos años, habría ganado uno o
dos mundiales más.
Decidió irse y aterrizó en el lugar
más peligroso para un español. El Reino Unido. Inglaterra, es sabido, nos mira
con malos ojos. Los anglos, querámoslo o no, nos tienen por gente inferior,
desagradable. Nada más comenzar el campeonato, el líder presunto se encontró con un competidor, un enemigo
dentro de la propia casa. Se sintió engañado, porque quizá no conocía los secretos que encierra un semideporte de
superdotados, hombres y máquinas, en el que por encima de todo, decide la
máquina. En el ideario europeo de los países más desarrollados, el español está
asociado al toreo y al flamenco. Tipos curiosos y alegres que sirven para
trabajar como camareros y albañiles tostados al sol, pero que no tienen sitio
en los salones de la gente VIP. Si, por casualidad se les cuela algún advenedizo, si algún españolito superdotado se infiltra por sorpresa, las fieras
europeas se revuelven y le hacen pagar
el atrevimiento. Se toman su tiempo, pero al final lo consiguen.
Alonso, creo yo, se convirtió en
enemigo a batir. El español que podía emular a Michael
Schumacher debía ser descabalgado de sus pretenciosas aspiraciones. Un tipo
inteligente como Briatore consiguió que fuera campeón del mundo, pero además de
inteligente, Briatore creo que fue algo parecido a un amigo que Alonso ya no
volvería a encontrar en la F1.
En Ferrari, sea por lo que sea, las cosas no
le fueron bien. Estuvo bastantes años y
no consiguió ganar el tercer mundial. Finalmente, ya con treinta y tres años,
ha vuelto al lugar donde comenzaron sus desdichas. Creo que ha elegido mal. De
nuevo. Como digo, el Reino Unido no es un buen lugar para un español. El vehículo, parece que es un proyecto a largo
plazo. Estuvo a punto de perder la vida
en un accidente que por lo que se cuenta y por lo que se oculta, fue debido al mal funcionamiento de la máquina. Ya tiene
una edad en la que va a ser difícil que vuelva a tener opciones de ganar la
competición. A Mclaren, probablemente le interesaba tener un piloto de renombre
para que el constructor, Honda, se implicara, es decir, pusiera el dinero
suficiente en el proyecto. Es casi seguro que no le contaron todo lo que había.
Y luego está el precio de la ficha. Todavía recuerdo a Fernando cuando algún
periodista le preguntó si se había equivocado al elegir Mclaren la primera vez
y contestó, con cierto desprecio, que a él le iban a pagar igual ganara o no. El maldito dinero que todo lo corrompe.
El resumen de la cuestión es que tenemos un gran
piloto. El primer español que ha ganado dos veces la F1. Un hombre que en este
deporte nos ha puesto a la altura de naciones y de conductores míticos, Fitipaldi,
Senna, Fangio. Algo impensable hace unos años. Eso nos permite sentirnos
orgullosos. Los ataques malintencionados
provenientes de españoles, revelan nuestro pecado nacional, la envidia, pero si
además estos ataques vienen subrepticiamente sugeridos desde la isla de las tormentas,
mucho peor. Como digo, Inglaterra, Estados Unidos, los países anglos odian a
los españoles por principio. En otros lugares de Europa nos consideran a la
altura de Grecia y poco más, pero de lo que nadie debe tener ninguna duda es de que los anglos nos odian. Ese ha sido el
error de Alonso. Con Mclaren no ganará. Cuando el coche comience a ser
competitivo, buscarán un nativo al que promocionarán por encima del asturiano, aludiendo
a su altivez y mal carácter.
Una pena para nosotros, pero, digan lo que
digan y hagan lo que hagan, Alonso ya ha ganado dos mundiales. No es poco.
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