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sábado, 8 de noviembre de 2014

NUEVA ECONOMÍA PARA EL SIGLO XXI

https://editorialamarante.es/libros/novela-negra/el-caso-ontoria



CRISIS ECONÓMICA VI

Y FINAL.

Es mi propósito finalizar esta serie de artículos acerca de mi personal visión de esta crisis económica que se está cebando con los países occidentales. 

Si alguien ha leído mi novela <<El caso Ontoria>> podrá ver que en una historia de ficción sin otra pretensión que la de entretener, se narran algunos acontecimientos que tienen que ver con el mundo de la empresa y la gestión de la misma a lo largo de las últimas décadas. Asimismo, el gran malvado, si es que alguno de los personajes puede encajar en este típico personaje de las novelas de serie negra, sería Alejandro Bernedas, con las matizaciones que sobre este ejecutivo se hacen a lo largo de la historia. 

Tanto Bernedas como don Gonzalo Jiménez son personajes inventados, pero sí que responden al tipo de gente con poder que he ido conociendo a lo largo de mi vida. Más adelante explicaré lo que significan, tanto los protagonistas de la novela así como las circunstancias en que se desenvuelven. Pero es importante, al menos para mí, intentar comprender,  explicarme a mí mismo el proceso de cambio, de evolución económica que nos ha llevado a la situación en la que nos encontramos.

 

Decía, pues, que en mi opinión, la mayor parte del capital, de la capacidad industrial y tecnológica de los estados occidentales se trasvasa a otros países, para mantener el nivel de beneficios que el aumento de precio de las materias primas en los años setenta pone en peligro. También que son los ejecutivos, economistas, o gestores, como se les quiera llamar, con el apoyo de los sindicatos, quienes se ocupan de organizar y llevar a término este traslado que supone la descapitalización industrial de occidente y el aumento inmediato del desempleo, con la consecuencia añadida de que comienza a cuestionarse el estado del bienestar, respondiendo a esta situación, según el punto de vista ideológico de dos maneras distintas. Los ultraliberales, reclamando libertad absoluta en el mundo económico, singularmente, en el ámbito laboral y por el contrario, los grupos de tendencia socialista, preconizando una mayor intervención pública como remedio a la situación que por momentos se vuelve insostenible.

Hay un intervalo de tiempo, en el que la llegada de los beneficios extraordinarios permite un desarrollo importante del sector servicios.

Sin embargo, en un momento determinado, creo yo, la propiedad de la industria desmantelada en Europa y reconstruida en países en desarrollo pasa definitivamente de los accionistas europeos y norteamericanos a ciudadanos de estas naciones que comienzan a tomar las decisiones sobre la capacidad productiva de que disponen. Por supuesto que el proceso puede ser complicado y difícil de seguir, pero como ejemplo puede servirnos lo ocurrido con una pequeña empresa del País Vasco. Antes se llamaba José María Aristraín, JMA, compañía muy competitiva y especializada en fundición y producción de acero para la construcción. Hace unos años Arcelor Mitral, una firma hindú, (obsérvese que, ilusamente, seguimos suponiendo en Europa que estos países están muy atrasados y sus ciudadanos viven en la miseria, cuando la realidad es que su capacidad económica está muy por encima de la nuestra y en plena expansión), esta firma, sigo, hace una oferta astronómica por las acciones de la antigua Aristraín y el mayor accionista, hijo del fundador, las vende para convertirse en una de las mayores fortunas europeas y para transformar su condición de hombre de empresa, de  industrial, en la más reputada en el mundo de la nueva economía, de inversor. 

Es decir, constituye un fondo de inversión que va a mover el dinero obtenido en la compra y venta de acciones. Estos fondos se especializan en el ojeo y detección de lo que los nuevos mandamases del dinero denominan, oportunidades de negocio. Esto significa que nuestro afortunado, antes industrial, es ahora un especulador en los mercados bursátiles que busca comprar barato, vender caro, y hacerlo en el menor tiempo posible. Arcelor Mitral, sin embargo es la firma que con sede en la India, se ocupará de tomar las decisiones acerca de las personas que siguen trabajando en la antigua Aristraín, paisanos nuestros, empaquetados y vendidos al capital extranjero con el resultado de que alguien se ha forrado con la transacción.

Estamos siendo pues, entregados atados de pies y amos, a las decisiones estratégicas, (acordémonos ahora de la PAC y la consideración de estratégica de la producción agrícola), decisiones acerca de lo que le interesa a un señor o grupo de señores que viven en la India. Pero todo está justificado para los prohombres del ultraliberalismo. Hay que dejar actuar al mercado, ese es su lema, esa su consigna. Y nosotros debemos dedicarnos a ejercer las nuevas profesiones, propias del nuevo rico, para cuyo conocimiento se ofrecen cursos presenciales y por correspondencia. “Broker”, “Trader" y similares.

Aprenda a invertir como George Soros, construya su propio fondo especulativo, sepa lo que son las velitas y como aprovecharse en tiempo real de las fluctuaciones del Nasdaq. Nosotros se lo enseñamos, acuda, previo pago de quinientos euros a la conferencia de don …… , CEO del prestigioso fondo…….. Póngase en los puntos suspensivos el nombre o los nombres que se quieran. Este es el futuro que se nos ofrece. No parece muy prometedor dado el nivel de paro y deterioro económico que se está produciendo. Pero los nuevos economistas, los CEO, (no sé lo que significa, tampoco me interesa. Me deprime buscar en internet el significado de estos acrónimos anglosajones tan pedantes), saben porqué ocurre esto. Este es un mundo para triunfadores, si está usted en el paro, si malvive de alguna exigua pensión pública es que usted es un inútil, una vergüenza para su familia, un fracasado. Y así.

Y, al margen de estos espabilados, ¿qué tenemos?. Al menos en España un desempleo estimado en cifras oficiales de más del veinte por ciento. Una barbaridad. Una pirámide poblacional que es suicida. Una población ocupada que probablemente en un cincuenta por ciento o más depende de la administración pública, lo que hace inviable cualquier posibilidad de reconducir el sistema porque acabaría con la escasa vida económica de este país, lo cual implica además una deuda estatal tan monstruosa que, según estos tantas veces mencionados especialistas en ratios, gráficos y cálculos con derivadas e integrales, no podremos pagar nunca. 

Tenemos también una manipulación sistemática de la contabilidad nacional, de forma que para que la deuda no suponga una cantidad superior al PIB, ahora se les ocurre computar como actividad económica la prostitución y el mercado de la droga (¿cómo calculan la cantidad que estas actividades tan novedosas de la nueva economía, aportan a la contabilidad nacional?). Y es que contabilidad, economía contable, significa, corrupción, mentira, manipulación, porque si lo que importa es el beneficio aparente, sólo hay que manipular las cifras, contando, eso sí, con la anuencia de las firmas auditoras. La cosa funciona así. El CEO de EON, quiere que en su cuenta de pérdidas y ganancias aparezca un incremento del beneficio sobre el año anterior de un veinte por ciento lo que dará lugar a un aumento de precio en las acciones de la empresa, (crear valor para el accionista, predicaba Emilio Botín), que es lo que a él le interesa. Compinchado con su director financiero realiza una serie de oscuras maniobras que les van a reportar un bonus por la ganancia aparente obtenida de pongamos, por poner algo, cien millones de dólares a cada uno. Se ofrece similar beneficio al otro compinche, CEO, de la auditora y las cuentas de EON son el pasmo del mundo empresarial norteamericano.

Todo es mentira, por supuesto, dejan sin luz a todo el estado de California en un miserable chantaje al gobierno estatal, se comen el fondo de pensiones de sus trabajadores y van llevando a la ruina cualquier cosa, negocio, empresa que se pone por delante, hasta que todo estalla. Ahora varios de los responsables están en la cárcel. Diferencia con España. Aquí nadie va a la cárcel.

En resumen, en occidente, singularmente en España, vivimos en la mentira más absoluta. Todo es televisión y tertulia. Economía sin sustancia, economía de la propaganda, de la publicidad, del comercio, del turismo, economía de camareros y restauradores y poco o nada más. Pudo haber sido diferente, pero nos han dirigido, nos han llevado hasta esta miserable situación, lo han hecho conscientemente, nos han vendido a nosotros y a nuestros hijos y han cobrado la correspondiente comisión. De eso viven, con eso se han hecho ricos y a nosotros nos han condenado a la ruina. Pondré dos ejemplos finales, y cerraré estos post que resumen lo que yo pienso de lo que ha ocurrido, del proceso que nos ha traído hasta este momento y a esta situación.

Uno. FAGOR, emblema de la empresa cooperativa. No hace ni dos años que la dirección decide trasladar la producción a China. Por supuesto, lo hace como siempre, con argucias y mentiras. Un cooperativista trabajador, comenta convencido, <<nos han dicho (los correveidiles de siempre, supongo), que si no hacemos esto, si no nos decidimos a trasladar la producción, la empresa cerrará>>, por tanto él se muestra muy de acuerdo y comprende la dura decisión que ha tomado la dirección. Resultado, la producción se ha ido a China y la empresa ha cerrado. El CEO responsable, aparecía no hace mucho, sonriente en un periódico provincial, por lo visto había asumido la gestión de alguna empresa o institución que valoraba su extraordinaria y contrastada experiencia empresarial. Pobres empleados.


Dos. Navantia. Cuando en los años ochenta, el gobierno socialista emprende el plan que bautiza pomposamente como <<Reconversión industrial>>, en realidad, demolición, destrucción total industrial, los especialistas europeos suponen que en el futuro va a haber dos grandes países punteros y especializados en la construcción naval. Uno, Corea y otro España, en este caso por la gran cantidad de astilleros y el volumen de pedidos de que entonces disponían. Como es bien sabido, no queda ya nada de aquella antigua capacidad industrial. ¿Cómo es posible que desapareciera en un corto plazo de tiempo? , ¿Alguien vendió a cambio de algo? Pregunta sin respuesta.

Sólo queda un resto testimonial, un astillero apoyado por la comunidad gallega, Navantia, que sobrevive con pedidos de la Armada nacional. La última hazaña ha consistido en la botadura de un sumergible encargado por la Marina de guerra. La nave, sumergirse, se sumerge, pero desgraciadamente ya no vuelva a emerger. Han tenido que contratar una ingeniería norteamericana para solucionar el problema. De ser un país de referencia en la botadura de barcos, se ha pasado a no saber hacer un submarino. Increíble.

Con semejante tecnología, Colón nunca hubiera llegado a América.

Pero éste, el sistema de venta y cobro de comisión, de grosera y miserable especulación, no es, no puede ser el único camino. Es importante volver a recuperar el concepto de trabajo, de beneficio obtenido a costa del esfuerzo y de  entrega personal en un proyecto de empresa, de producción, de mejora personal a través del trabajo.

Se debe poner en cuestión, el sistema actual de propiedad de sociedades y negocios. La empresa no sólo debe pertenecer a los accionistas que ponen la gestión de la misma en manos de los ejecutivos. Una empresa es algo más que una simple propiedad que puede dividirse, venderse, disolverse. 
Es riqueza social, pertenece en gran medida a quienes trabajan en ella. 
El sistema de relaciones laborales está totalmente obsoleto en occidente. El trabajador es, debe ser algo más que un prestador de mano de obra, sin control sobre  su vida, su futuro y el de su familia, siempre al albur de las decisiones de terceras personas, de ejecutivos que sólo persiguen su beneficio personal, individuos sin escrúpulos, dispuestos a todo con tal de conseguir ese extra de valor en la acción que justifica todas sus decisiones.

 La industria, la empresa, la organización empresarial y societaria, es un asunto estratégico, de supervivencia física, de dignidad personal. Deben cambiarse las normas, deben explorarse otros caminos. El trabajador deber ser propietario de parte de la empresa, debe asumir el riesgo y comprometerse con un proyecto vital para él, para su familia, para la sociedad. Debemos construir, poner en marcha una nueva definición de economía social y abandonar, de una vez por todas, el socialismo basado en un marxismo que ha fracasado en todos los lugares en que se ha implantado.  

Sólo dos ejemplos de que ésto es posible. 

Irízar, cooperativa especializada en el carrozado de autobuses, hace unos años al borde de la desaparición. Aterriza al mando de Irízar un personaje curioso, Koldo Saratxaga, de aspecto mesiánico y con nuevas ideas acerca de la gestión de personal. Barre de inmediato la estructura jerárquica de la empresa, (en general, en España, a las fábricas, las que antes existían, y las que ahora quedan, nunca se iba, ni se va, salvo este caso excepcional, a trabajar, se va a exhibirse, a ocupar un puesto relevante que dé notoriedad social), una vez eliminado el sistema de capataces y pelotas que ni trabajan ni dejan trabajar, la empresa remonta la precaria situación y ahora es uno de esos modelos de gestión que se enseñan en las escuelas de negocios.

CAF, empresa de construcción de vagones de ferrocarril. En su momento, por ausencia de inversión pública, reparte una parte sustancial de las acciones, entonces no muy valoradas, entre sus trabajadores. No hace mucho tiempo, ahora ya con una cartera de pedidos envidiable, a la dirección se le ocurre la idea peregrina, tan querida para los gestores economistas, de segregar, trocear una parte de la producción. Constituir una nueva firma societaria donde no hacía ninguna falta con alguna oscura intención que se vende a la opinión pública como medida necesaria para asegurar la viabilidad de la factoría.

Este proyecto, si se llevaba a cabo,  iba a tener como siempre, una primera consecuencia para los trabajadores de la parte segregada,  un recorte de salarios sustancial y posiblemente la venta posterior, mediando la comisión, el bonus, de costumbre.
Sin embargo, las acciones en manos de los trabajadores les dan a éstos un poder de decisión que impide se lleve a cabo el brillante plan de futuro. Resultado. Todos siguen trabajando como antes. La empresa tiene pedidos garantizados para varios años y no se ve que hubiera ninguna necesidad de llevar a cabo el plan, que, estoy seguro, hubiera supuesto la desaparición de CAF, su disolución en forma gaseosa y su sorprendente reaparición en China, Taiwán, Singapur, etc.








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