Translate

viernes, 2 de marzo de 2018

EL REINO DE CARRÉRE Y EL CASO DE CRISTO 1

Lluvia mortal
Viajeros del tren nocturno













«EL REINO». Emmanuel Carrére. La crisis de «no fe» de un ateo racionalista.

Hubo un tiempo en que Francia iba bien, era un país agradable que trataba de olvidar la última gran guerra. Despegaba la economía francesa como el elegante reactor supersónico Concorde. Emmanuel Carrére nació en el año 1957 y creció por tanto en los años sesenta en pleno desarrollo de la magnífica sociedad francesa de la abundancia y del hedonismo.

En el 68, a sus once años percibiría, se supone, los ecos de la gran revolución de los adoquines que acabó sucumbiendo a la lógica de un país que no se iba a convertir en comunista, porque el bienvivir se había instalado en la nueva Francia tutelada por el bloque occidental de la libertad de mercado y el sistema parlamentario.

No obstante siempre quedaba, quedaría, es de suponer, en los jóvenes de entonces, esa pulsión genética que busca el cambio sea éste el que sea, una revolución que acabe con la injusticia y traiga a este mundo la paz, el amor, la justa retribución al trabajador, en definitiva la felicidad celeste que en las mentes apasionadas de los jóvenes no debe dejarse para los oscuros e inciertos pasajes de la ultravida.

Carrére es un hombre de extraordinario talento, un intelectual progresista que en su juventud pasará a formar parte de esa clase media cultivada, bien asentada en un trabajo creativo y remunerado como corresponde a las élites francesas que se están abriendo paso cabalgando sobre las olas del desarrollo económico en la segunda mitad del siglo XX. Carrére no es un hombre rico en el estricto sentido de la palabra, sino un hombre bien situado, sólidamente instalado en la clase media, con una ocupación respetada y una familia a la que es capaz de proporcionar todo aquello que a través de su condición de creador de guiones televisivos puedan necesitar. Sin embargo hay algo que Carrére no tiene, no consigue.



Escribir exitosos guiones, trabajar para una cadena importante de televisión, puede, y él lo reconoce, ser sinónimo de triunfo, algo con lo que sueñan muchos licenciados universitarios, pero en su caso es solo un medio de vida, un trabajo para atender las obligaciones como esposo, como padre.

Carrére quiere, desea, necesita por encima de todo ser...escritor. Escribir libros, obras de éxito, textos como los que pueblan los escaparates de las librerías. Quiere ser un autor de prestigio, requerido por las editoriales, por los programas de radio y televisión para comentar la última creación, ser un autor que presenta sus últimos trabajos ante centenares de personas que luego desfilan con un ejemplar para que él lo firme. Pero los deseos del talentoso guionista chocan con los treinta años, esa edad en la que un hombre debe haber triunfado, encontrado el camino en la vida, chocan con los nuevos contratados por la empresa de televisión para la que trabaja, jóvenes ambiciosos de apenas veinte años que se permiten exigirle, contrariarle, corregirle, chocan con un matrimonio que se tambalea, con un escritor que no tiene nada que contar, perdido ante el folio en blanco, desesperado ante la falta de inspiración.

Y entonces, desarbolado por un futuro que ve negro como el interior de un túnel ferroviario, intuye que al otro lado, cuando por fin vea la luz que pone punto y final al trayecto oscuro y perdido que recorre en ese momento, solo le espera la palabra «fracaso», lo que, una vez salga del túnel que le abruma, le convertirá en el modelo de hombre que sobrevive mejor que bien, mejor que la mayoría de sus congéneres en los países desarrollados de occidente. es decir, se transformará en un mediocre e insípido habitante de un barrio residencial formando parte del rebaño acomodado que gasta su tiempo sin mayor aliciente que la organización barbacoas familiares los fines de semana, control y cuidado de hijos adolescentes, comidas en afamados restaurantes, visitas a tiendas de moda, encendidas tertulias políticas crepusculares... En resumen, uno más, alguien que pasa desapercibido en el tranquilo mar de la sociedad hedonista de estos tiempos.

Lo que para otros sería una vida más que deseable, para Carrére es el más absoluto de los desastres. Y es entonces cuando acuciado por ese negro transitar hacia la derrota inapelable decide buscar ayuda.

Por un lado terapia psicológica, y a este respecto no puedo evitar referir una visita desesperada a un psicoanalista ya anciano al que aborda con la violencia del chantaje. «Necesito que usted me ayude, me trate, porque si no lo hace en cuanto salga de aquí me suicido».

El doctor se niega, «no me queda tiempo ni ganas de emprender terapia semejante» Carrére, atribulado por la respuesta se dispone a marchar y entonces, cuando tiene una mano en el picaporte, el viejo psicoanalista le dice: «la verdad es que el suicidio tiene muy mala prensa, pero en su caso es posible que sea una buena solución».

Perplejo, Carrére no sigue, por supuesto, semejante consejo y acude a una vieja amiga de la familia, una mujer de profundas convicciones católicas, guía espiritual que dirige un grupo de creyentes y practica el yoga como modo de abordar el mundo de lo espiritual y él se dispone a convertirse, en realidad a reconvertirse puesto que a efectos administrativos ya es católico. ha sido bautizado e inscrito en el libro de los pertenecientes a esa gigantesca multinacional de lo religioso dependiente del Vaticano.

Bajo la tutela de la mujer trata de ser un ferviente católico, un convencido seguidor de ese individuo un tanto misterioso que habitó Palestina hace ya dos mil años; pero no es ingenuo, y su guía le previene y él acepta, «al final de este camino solo está la cruz», es decir la derrota, el fracaso asegurado del que sigue al gran vencido, humillado, reducido su cuerpo a pulpa sanguinolenta que dicen fundó la Iglesia Católica. Quiere salvar su matrimonio al precio que sea, quiere cumplir con la responsabilidad que ha asumido y quiere ayuda para el camino de fracasado que emprende porque está convencido, sabe con seguridad que la causa principal del bloqueo como escritor es un matrimonio que no termina de funcionar, un matrimonio fallido cuya responsabilidad le abruma.

Seguirá los consejos de la guía espiritual, examinará su vida a la luz de la fe encendida que le abrasa con el fulgor del que descubre y se entrega a la suprema verdad y dedicará todos los días un tiempo a leer, meditar, estudiar el evangelio más místico, más teológico, más intelectual, el de San Juan.

Intenta seguir con fidelidad los consejos evangélicos, ayudar a los necesitados, ser caritativo y como se resiste a que todo quede en teoría mística, acoge en su casa a una mujer perdida en los avatares de la vida, una mujer que luego resulta ser una persona conflictiva con la que la convivencia es imposible, incluso peligrosa. Es una anécdota, algo que finalmente acaba bien, pero que pudo acabar de otra manera, algo que pone de relieve la dificultad de vivir el evangelio en su estricta plenitud, un formidable obstáculo en el camino emprendido. Pero él está decidido, sigue adelante en el empeño de una vida entregada a la fe, al Cristo de los evangelios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

11 M: REALISMO FANTÁSTICO ó MÁGICO.

  El gobierno del PSOE ha rescatado la memoria del 11M. Con su habitual manipulación a cargo de informadores sectarios que han tapado el...