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domingo, 7 de enero de 2024

 

SECTOR ESTRATÉGICO I.



En la década de los ochenta a noventa el sistema económico conocido como “ultraliberal” o “neocon” echó raíces en el occidente económico de la mano de la primera ministra inglesa Thatcher y del presidente USA Reagan. En España los abanderados del liberalismo económico bramaban en los micrófonos de radio acerca del despilfarro que en Europa suponía la PAC. Política agraria común que permitía sobre todo lo demás, la financiación del sector agrícola francés. Decían estos voceros convencidos algo así como que si Nigeria o Polonia nos ponían las patatas en el mercado y sin subvenciones a 5 el kilo, ¿por qué íbamos a pagar a los franceses 10 el kilo mediante subvenciones difíciles de rastrear para que nos pusieran sus patatas al mismo precio?


El asunto se debatió durante bastante tiempo. No sé cómo funciona en la actualidad ni si sigue existiendo la PAC, pero en su momento un diplomático francés destinado en España, quizá un cónsul o el mismo embajador, escribió un artículo en un diario nacional hablando del concepto de sector estratégico. Así, según él, había que seguir manteniendo la ayuda al campo francés y por extensión al campo europeo porque evidentemente en aquella coyuntura, los productos agrícolas extranjeros podrían abastecer a Europa a menor coste, pero si se abandonaban las ayudas el campo europeo desaparecería incapaz de competir con los precios de productos foráneos. En ese caso todo el sistema alimentario europeo quedaría al albur de las decisiones de gobiernos que en el futuro podrían no ser tan amistosos. Si Nigeria viera que toda Europa dependía del suministro de patatas nigerianas podría subir el precio cuanto quisiera puesto que la alimentación era de primera necesidad y no habría negociación posible. En ese caso, argumentaba el francés, los liberales tenían la receta infalible: “pondríamos de nuevo en marcha nuestro sistema agrícola y no dependeríamos de terceros países puesto que los precios harían sostenible nuestro agro sin maliciosas subvenciones”.


Pero esto no sería así puesto que tras unos años de abandono las tierras ya no serían cultivables fácilmente invadidas por hierbas feraces, amén de que se habrían abandonado los aperos tradicionales y se requeriría empezar de nuevo a producirlos lo cual, entre la recomposición de las tierras y la incorporación de nuevos aperos no sería cosa de un año ni de dos. Por otro lado el abandono de la agricultura acabaría por hacer que la tradicional sabiduría del agricultor, el cómo, cuándo cultivar se perdiera con los agricultores ancianos que ya no habrían podido enseñar a las nuevas generaciones acostumbradas a otros oficios y actividades profesionales.

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