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miércoles, 7 de febrero de 2024

SECTOR ESTRATÉGICO II.

 



En el anterior artículo sobre sectores estratégicos veíamos cómo la PAC se destinaba principalmente al mantenimiento de la agricultura europea, (no solo francesa, pero sí preferentemente francesa) en niveles que garantizaran la supervivencia de este sector y la posibilidad de que en el futuro, por circunstancias imprevisibles, la agricultura europea se viera obligada a alimentar a la población europea sin poder recurrir al mercado extranjero.


Mi idea era seguir dedicando análisis a distintos sectores que podríamos considerar estratégicos para un país y la evolución de dichos sectores, sobre todo en España.


Pero el mundo camina a velocidad de vértigo hacia un incierto futuro en lo que parece una recomposición de fuerzas y poderes globales que están desatando guerras y amenazas de una guerra terminal, apocalíptica que puede acabar con gran parte de la humanidad.


La guerra de Ucrania ha enfrentado definitivamente a la anglosfera y a Rusia. Los anteriores vencedores de la Segunda gran Guerra han desenterrado el hacha de guerra, si bien los anglos intervienen en la contienda a través de un Estado interpuesto, en este caso, Ucrania (una funcionaria USA llegó a decir, qué se joda la UE y algún inglés bien situado insistió en que iban a combatir a Rusia hasta el último de los ucranianos) . Los analistas se dividen en dos tendencias, los que consideran que Rusia es un Estado anquilosado y atrasado, cuya tecnología e industria no le permiten ganar la guerra y por otro los que piensan que en realidad esta guerra ha destapado la debilidad de la esfera anglo y ha mostrado la exacta naturaleza de la presencia de ejércitos USA y de Gran Bretaña en Europa. Si cuando la URSS estaba en su apogeo se pensaba que el despliegue militar aliado en Europa era una garantía de defensa frente al monstruo comunista, ahora parece más evidente el carácter de dominio y ocupación que dichos ejércitos ejercen sobre la vieja Europa.


A medida que pasa el tiempo parece que Rusia se afianza en su conflicto con Ucrania y con la anglosfera, (me resisto a llamar OTAN lo que en realidad es el ejército anglo norteamericano con la presencia simbólica de fuerzas de opereta de terceros países en la antigua alianza defensiva). Los anglos se están encontrando con la sorpresa de que la tecnología militar rusa está a la altura de la norteamericana y de que además Rusia dispone de una industria de transformación del metal que le permite una tasa de reposición de munición y de equipos militares muy superior a la desindustrializada economía anglo europea. Los analistas militares más solventes se fijan en estas tasas de reposición para augurar un mal futuro a Ucrania y a sus aliados occidentales. Así si los rusos gastan mensualmente 100. 000 obuses (por ejemplo) son capaces de producir lo gastado más otros 25.000 en sus fábricas, mientras que si los ucranianos gastan 50.000 (supondremos estos misiles son más avanzados tecnológicamente que los rusos) los abastecedores de material militar norteamericanos, británicos y europeos solo son capaces de suministrar 40.000 y eso echando mano de sus almacenes, lo que implica que la industria occidental no tiene capacidad de reponer el material consumido con lo que a lo largo del tiempo la superioridad rusa se impondrá sin remedio posible.


¿Cómo hemos llegado a esta situación? En lo que respecta a España la respuesta se llama “reconversión industrial” en la década de los ochenta y noventa. El protagonista principal de esta desgracia nacional fue el PSOE mediante ministro navarro y combativo con nombre y apellido, Carlos Solchaga. El asunto es sencillo. Para entrar, cosa que nunca debimos hacer, en el tinglado europeo (CEE. Comunidad económica europea por aquel entonces), Alemania exigió a España la eliminación de aranceles a productos industriales lo que dejaba a la siderurgia nacional indefensa y el mercado nacional abierto a los productos germanos, tal como la agricultura francesa lo estaba (indefensa) sin ayudas PAC frente a otras agriculturas extranjeras, la diferencia estaba en la clase política española que nunca ha tenido gran aprecio a nuestra singularidad histórica y siempre ha estado lamiendo el trasero de franceses, ingleses, y en general de todo lo que sonara a europeo. La anglofilia es la enfermedad de la derecha liberal española, tal como la francofilia lo es de la izquierda y la hispanofobia es enfermedad compartida.

 Solución Solchaga, PSOE y lo que entonces fuera el PP;  pues tragar lo que fuera con tal de entrar en Europa. Se desmantela la industria nacional, Altos Hornos de Vizcaya, del Mediterráneo, Ensidesa y demás fábricas metalúrgicas y a cambio tenemos bonitos parques temáticos, museos de las Artes y de las Ciencias, el Guguenheim de Bilbao y cosas parecidas. Se reciben fondos para construir autovías y poco más. Miles quizá cientos de miles de trabajadores españoles al paro, auge de las drogas entre jóvenes sin futuro por aquel entonces y posterior aumento del sector servicios financiado con cargo a subvenciones europeas y… sobre todo, gracias al señor Fernández Ordóñez, Francisco, bizqueante ministro tránsfuga vocacional entre la UCD y el PSOE. 

Don Francisco puso en vigor la ley de divorcio, primera piedra en la demolición de la familia española, no sé si también la ley del aborto, el IRPF que en el franquismo no existía, el IVA que tampoco existía y comenzó el sangrado sistemático de los españoles que trabajaran, consumieran lo que fuera o tuvieran algún patrimonio. Las pomposas Comunidades Autónomas y sus gobiernos, senados territoriales, congresos territoriales, policías territoriales y el incipiente ejército de funcionarios que nos abruma en la actualidad, requerían sacar la pasta para pagarles por hacer algo que España no necesitaba, de algún sitio.




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