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martes, 10 de febrero de 2015

ALEMANIA NO TIENE LA CULPA

https://editorialamarante.es/libros/novela-negra/el-caso-ontoria







LA CULPA ES DEL LIBRE MERCADO Y DE LOS BANCOS ALEMANES.

Al menos eso es lo que dice un reputado catedrático de economía de tendencia socialista en un conocido diario online español.
El origen de la crisis actual lo sitúa en unos peculiares instrumentos financieros denominados CDO (obligaciones de deuda garantizada, según la traducción del inglés), instrumentos a los que califica de basura tóxica, y que agrupaban en cada título partes de deudas hipotecarias que iban desde las muy buenas, (era seguro que el hipotecado iba a devolver el préstamo bancario), pasando por una clasificación descendente de la calificación crediticia, (era casi seguro que se iba a devolver el préstamo), ( el cincuenta por ciento de inseguridad en cuanto a la devolución) hasta llegar al famoso deudor (el negro de Alabama, en camiseta, sentado mientras tomaba el sol en las escaleras de acceso al porche de una casa en peligro de derrumbe por la que le habían concedido un préstamo de trescientos mil dólares), una proporción considerable  de esta deuda concreta formaba  parte y cerraba la clasificación de los famosos CDO, y era  seguro al cien por ciento que ni un solo dólar de la misma   se iba a devolver.

Los bancos alemanes compran estas basuras  y las ofrecen a los bancos griegos y españoles que a su vez las venden a los confiados ciudadanos de esos países en forma de préstamos a bajísimo interés. 

Aquí habría que introducir la necesaria aclaración de que los bancos alemanes podían ofrecer préstamos, pero los bancos españoles y griegos no estaban obligados a suscribirlos.

Todos sabemos lo que aconteció a continuación, monumentales obras y construcciones que una vez que resultó absolutamente seguro que además del negro de Alabama, otros deudores mejor clasificados en la escala de los CDO, tampoco iban a poder devolver los préstamos, quedaron a medio terminar y expandieron la ruina entre españoles y griegos como un tsunami económico cuyo primer derrumbe había tenido lugar en los Estados Unidos.

El remedio, según el economista en cuestión, es que Alemania se endeude y tire de su gasto público para que así griegos y españoles podamos vender nuestros productos y servicios en mayor cantidad y nuestra economía crezca como corresponde, sin necesidad de recortes que se han mostrado inútiles.

No soy economista y no me atreveré a discutir las tesis de catedráticos prestigiosos. Sólo un apunte, siempre dan con la causa de la crisis una vez que esta se ha producido y con la solución, antes de que una vez puesta en marcha, nunca funcione.


Es casi seguro que el origen más cercano de la crisis, sea el que se dice. Sin embargo, semejante derrumbe económico, al menos en mi opinión, tiene unas causas muy anteriores.
Los bancos, son ahora, los malos de la película, y el mercado el marco en el que todo desastre es posible, pero creo que conviene matizar.

El origen está en los años setenta cuando las guerras árabe israelíes empujan a una espectacular subida de las materias primas, singularmente el petróleo.
La respuesta a este aumento de precios desorbitado que se da en el occidente desarrollado hay que buscarla en las inteligencias económicas de las universidades norteamericanas. De la economía productiva se pasa, sin solución de continuidad, a la economía contable. Es decir, se diluye todo el capital acumulado a lo largo de décadas de trabajo en números contables, de forma que un trabajador con nombre y apellidos queda definitivamente transformado en un coste de personal al mismo nivel que otros activos, antes materiales y después obsoletos.

Por otro lado, se predica la buena nueva de “la actividad correspondiente”, los bancos ya no van a tener en sus balances empresas productivas, sino que las van a vender y se van a dedicar a la actividad que les corresponde, es decir, la creación (muchas veces  sin control, de dinero) y el manejo de activos financieros, cada vez más incomprensibles. Futuros, opciones, opciones sobre futuros y así en una escala de mayor complejidad hasta que resulta prácticamente impenetrable toda la actividad financiera. Los modernos brokers y traders no tienen ni idea de empresas,  ubicaciones, personal, capacidad productiva, etc. Sólo manejan estadísticas y representaciones gráficas de evolución temporal del precio de las acciones.

El resultado de todo ésto fue en aquel momento y en España, la demolición industrial y su venta a países extranjeros con mano de obra más barata. Para los trabajadores españoles, el paro y el negocio propio, bares, papelerías, kioskos, tabernas y establecimientos hoteleros de poca categoría. Otro resultado es que de los grandes bancos españoles, sólo quedan dos. Estos dos, auténticos depredadores sobre los que antes estaban y  digan lo que digan, no precisamente de los más solventes del mundo.  
Otro resultado fue el advenimiento de los que ahora se denominan CEO, consejeros delegados, es decir, economistas al frente de las empresas o sociedades, a los que sólo les importaba y les importa el valor de la acción y su propia retribución, no necesariamente en este orden.
La expansión inmobiliaria basada en la abundancia de dinero, dólares sobre todo, y en las políticas de la Reserva Federal norteamericana, fue el canto del cisne de la fenecida, por haber sido saqueada y luego entregada a otros países, economía productiva occidental.

En este desaguisado conviene no perder de vista que fueron precisamente  economistas, muchos de ellos autoidentificados como progresistas,  formados en las escuelas de negocios europeas y norteamericanas, los que se hicieron cargo de la descomposición en cómodos trozos de las poderosas factorías occidentales, su venta, traslado y el cobro de suculentas comisiones, opciones sobre acciones, participaciones societarias y demás estrategias de remuneración que les ha hecho ricos y poderosos. Todo ello además con la anuencia y el respaldo de los sindicatos obreros, incapaces de dar un solo paso intelectual más allá del manual de obligada aplicación de la lucha de clases que recetaba para el momento histórico, (para ellos todos son momentos históricos, lo malo es que siempre están en el mismo) acoso implacable al empresario, (no al gestor que pasa a dirigir las empresas y con el que, a cambio de prebendas miserables, se pone de acuerdo) y destrucción suicida de la industria nacional.

Una cosa más. El economista liberal, el honesto, al menos, léase como ejemplo, Huerta de Soto, está ya reconsiderando la defensa numantina que los paladines de la ortodoxia económica han hecho del mercado global y del ultraliberalismo como único marco y método posibles de desarrollo económico.
Los economistas de ideas socialistas, siguen, sin embargo, defendiendo a ultranza las políticas de gasto público, necesarias, por supuesto, pero creo yo, en determinada y más contenida proporción. Y no debemos olvidar que son precisamente estos intelectuales de la economía de la intervención pública los que en los años ochenta estuvieron en el gobierno nacional. Los mismos que predicaron y ejecutaron el desmantelamiento industrial español, la destrucción del INI, los que comandaron el asalto a los bancos nacionales que sostenían la industria y el empleo, los que proclamaron desde el púlpito gubernamental que España era el país en el que cualquiera podía hacerse rico con la mayor rapidez y el menor esfuerzo. Poco tiempo después, el paro subía al veinte por ciento y la moneda hubo de devaluarse dos veces. González en el gobierno.

Si ya los economistas liberales empiezan a reconsiderar sus posiciones, sería conveniente que los socialistas, comenzaran también a revisar, su propia historia  y a reflexionar acerca de alguna que otra opción diferente a las que tan malos resultados han dado en el pasado.




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