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LA CULPA ES DEL LIBRE MERCADO Y DE LOS BANCOS ALEMANES.
Al menos eso es lo que dice un reputado catedrático de economía de
tendencia socialista en un conocido diario online español.
El origen de la crisis actual lo sitúa en unos peculiares instrumentos
financieros denominados CDO (obligaciones de deuda garantizada, según la
traducción del inglés), instrumentos a los que califica de basura tóxica, y que
agrupaban en cada título partes de deudas hipotecarias que iban desde las muy
buenas, (era seguro que el hipotecado iba a devolver el préstamo bancario),
pasando por una clasificación descendente de la calificación crediticia, (era
casi seguro que se iba a devolver el préstamo), ( el cincuenta por ciento de
inseguridad en cuanto a la devolución) hasta llegar al famoso deudor (el negro
de Alabama, en camiseta, sentado mientras tomaba el sol en las escaleras de
acceso al porche de una casa en peligro de derrumbe por la que le habían
concedido un préstamo de trescientos mil dólares), una proporción considerable de esta deuda concreta formaba parte y cerraba la clasificación de los famosos CDO, y era seguro al cien por ciento que ni un solo dólar de la misma se iba
a devolver.
Los bancos alemanes compran estas basuras
y las ofrecen a los bancos griegos y españoles que a su vez las venden a
los confiados ciudadanos de esos países en forma de préstamos a bajísimo
interés.
Aquí habría que introducir la
necesaria aclaración de que los bancos alemanes podían ofrecer préstamos, pero
los bancos españoles y griegos no estaban obligados a suscribirlos.
Todos sabemos lo que aconteció a
continuación, monumentales obras y construcciones que una vez que resultó
absolutamente seguro que además del negro de Alabama, otros deudores mejor
clasificados en la escala de los CDO, tampoco iban a poder devolver los
préstamos, quedaron a medio terminar y expandieron la ruina entre españoles y
griegos como un tsunami económico cuyo primer derrumbe había tenido lugar en
los Estados Unidos.
El remedio, según el economista en cuestión, es que Alemania se endeude y
tire de su gasto público para que así griegos y españoles podamos vender
nuestros productos y servicios en mayor cantidad y nuestra economía crezca como
corresponde, sin necesidad de recortes que se han mostrado inútiles.
No soy economista y no me atreveré a discutir las tesis de catedráticos
prestigiosos. Sólo un apunte, siempre dan con la causa de la crisis una vez que
esta se ha producido y con la solución, antes de que una vez puesta en marcha,
nunca funcione.
Es casi seguro que el origen más cercano de la crisis, sea el que se dice.
Sin embargo, semejante derrumbe económico, al menos en mi opinión, tiene unas
causas muy anteriores.
Los bancos, son ahora, los malos de la película, y el mercado el marco en
el que todo desastre es posible, pero creo que conviene matizar.
El origen está en los años setenta cuando las guerras árabe israelíes
empujan a una espectacular subida de las materias primas, singularmente el
petróleo.
La respuesta a este aumento de precios desorbitado que se da en el occidente desarrollado hay que
buscarla en las inteligencias económicas de las universidades norteamericanas.
De la economía productiva se pasa, sin solución de continuidad, a la economía
contable. Es decir, se diluye todo el capital acumulado a lo largo de décadas de trabajo en números
contables, de forma que un trabajador con nombre y apellidos queda
definitivamente transformado en un coste de personal al mismo nivel que otros
activos, antes materiales y después obsoletos.
Por otro lado, se predica la buena nueva de “la actividad correspondiente”,
los bancos ya no van a tener en sus balances empresas productivas, sino que las
van a vender y se van a dedicar a la actividad que les corresponde, es decir,
la creación (muchas veces sin control, de dinero) y el manejo de
activos financieros, cada vez más incomprensibles. Futuros, opciones, opciones
sobre futuros y así en una escala de mayor complejidad hasta que resulta
prácticamente impenetrable toda la actividad financiera. Los modernos brokers y
traders no tienen ni idea de empresas, ubicaciones, personal, capacidad productiva,
etc. Sólo manejan estadísticas y representaciones gráficas de evolución
temporal del precio de las acciones.
El resultado de todo ésto fue en aquel momento y en España, la demolición industrial y su
venta a países extranjeros con mano de obra más barata. Para los trabajadores
españoles, el paro y el negocio propio, bares, papelerías, kioskos, tabernas y establecimientos
hoteleros de poca categoría. Otro resultado es que de los grandes bancos
españoles, sólo quedan dos. Estos dos, auténticos depredadores sobre los que
antes estaban y digan lo que digan, no
precisamente de los más solventes del mundo.
Otro resultado fue el advenimiento de los que ahora se denominan CEO,
consejeros delegados, es decir, economistas al frente de las empresas o
sociedades, a los que sólo les importaba y les importa el valor de la acción y su propia
retribución, no necesariamente en este orden.
La expansión inmobiliaria basada en la abundancia de dinero, dólares sobre
todo, y en las políticas de la Reserva Federal norteamericana, fue el canto del
cisne de la fenecida, por haber sido saqueada y luego entregada a otros países,
economía productiva occidental.
En este desaguisado conviene no perder de vista que fueron precisamente economistas, muchos de ellos autoidentificados como progresistas, formados en las escuelas de negocios europeas y norteamericanas, los
que se hicieron cargo de la descomposición en cómodos trozos de las poderosas
factorías occidentales, su venta, traslado y el cobro de suculentas comisiones,
opciones sobre acciones, participaciones societarias y demás estrategias de remuneración que
les ha hecho ricos y poderosos. Todo ello además con la anuencia y el respaldo
de los sindicatos obreros, incapaces de dar un solo paso intelectual más allá
del manual de obligada aplicación de la lucha de clases que recetaba para el momento histórico, (para ellos todos son momentos históricos, lo malo es que siempre están en el mismo) acoso implacable al
empresario, (no al gestor que pasa a dirigir las empresas y con el que, a
cambio de prebendas miserables, se pone de acuerdo) y destrucción suicida de la
industria nacional.
Una cosa más. El economista liberal, el honesto, al menos, léase como ejemplo, Huerta de
Soto, está ya reconsiderando la defensa numantina que los paladines de la
ortodoxia económica han hecho del mercado global y del ultraliberalismo como único
marco y método posibles de desarrollo económico.
Los economistas de ideas socialistas, siguen, sin embargo, defendiendo a
ultranza las políticas de gasto público, necesarias, por supuesto, pero creo
yo, en determinada y más contenida proporción. Y no debemos olvidar que son precisamente estos
intelectuales de la economía de la intervención pública los que en los años
ochenta estuvieron en el gobierno nacional. Los mismos que predicaron y ejecutaron el
desmantelamiento industrial español, la destrucción del INI, los que comandaron
el asalto a los bancos nacionales que sostenían la industria y el empleo, los
que proclamaron desde el púlpito gubernamental que España era el país en el que
cualquiera podía hacerse rico con la mayor rapidez y el menor esfuerzo. Poco tiempo después, el paro subía al veinte por ciento y la moneda hubo de devaluarse dos veces. González en el gobierno.
Si ya los economistas liberales empiezan a reconsiderar sus posiciones,
sería conveniente que los socialistas, comenzaran también a revisar, su propia
historia y a reflexionar acerca de alguna que
otra opción diferente a las que tan malos resultados han dado en el pasado.
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