El mundo se desliza inconsciente hacia el desastre, cabría decir que le llevan entre unos y otros al caos absoluto. Los medios de comunicación occidentales ejercen con gran dedicación el papel otorgado de sedantes, calmantes para antes de irse a la cama, aspersores de buen rollito y felices fiestas de fin de semana. Risas del club de la comedia y gran hermano, aventuras de Belén y Mila y otras habitantes del tomate diario, entrevistas de Bertín a aspirantes y presidentes campechanos, tipos como usted y como yo, entregados relatos de aduladores del estilo de doña Letizia y arengas de Soraya,, Sánchez, Iglesias, pero algo pasa, algo traman. La llamada crisis del capitalismo, es en realidad, crisis del capitalismo contable y financiero de la economía de recuento de humo puesta en marcha desde hace un par de décadas por esos chicos tan inteligentes de Harvard. El resultado, un masivo trasvase, previo expolio a occidente, de recursos y patrimonio a otras naciones, préstamo también de los propietarios, estos chicos tan inteligentes, golfos apandadores, mientras les sea rentable. El expolio es tan evidente que sólo podrá taparse con un montón de cadáveres. Por eso buscan, desean, quieren, la guerra.
ISIS, EI, DAESH, AL QAIDA, sopa de letras
indescifrable, grupos armados de imposible entendimiento colisionan en Siria
ante el estupor del ciudadano medio de esta Europa cada vez más caótica, menos
inteligible, más asediada por sus propios políticos a los que los electores
votan con la libertad que les permite el implacable asalto de diarios, radios,
televisiones a cuyos mandos los modernos predicadores, comunicadores se llaman
ahora, sentados en mesas circulares rodeadas de tertulianos oficialmente
contratados, pontifican acerca de lo divino y de lo humano en una cacofonía de
voces estridentes y musiquillas
pegadizas y salvajes para dar paso cada dos minutos a un infinito número de anuncios publicitarios que
acaban sumergiendo a los oyentes, televidentes o lectores en el murmullo
hipnótico que les predispone a hacer algo que en su sano juicio no harían, pero
que sí responde a lo que misteriosos, por ocultos, creadores de opinión, controladores
mentales de masas humanas moldeables como harina mezclada con agua, desean y
siempre consiguen.
Fue en 2006 cuando Hezbolá, un grupo armado que no
merece el nombre de ejército, derrotó al poderoso Tsahal israelí. Se podrán
argumentar todo tipo de razones para explicar este sorprendente resultado,
tales como la motivación de los combatientes de Hezbolá o la penosa disposición
de los soldados israelíes, acostumbrados ya, al cabo de los años a rutinarias
tareas de defensa que no implicaban una guerra auténtica, pero por encima de
todo debe saberse que el secreto de la guerra moderna se fundamenta en un
avance de la tecnología militar que pone al alcance del soldado individual la
posibilidad de destruir un carro de combate de última generación.
Israel echa la culpa a la bazuka rusa de su fracaso militar en el Líbano
por Viktor
Litovkine
El Hezbollah habría destruido al
menos una división de blindados de las siete con que cuenta el ejército israelí
(Tsahal). Estas perdidas han puesto en tela de juicio su estrategia de la
guerra relámpago blitzkriegdel comando conjunto hebreo y ha
obligado a limitar su progresión en el campo de batalla a la velocidad de
marcha de tropa. La Resistencia libanesa utiliza bazukas antitanque rusas de la
última generación que perforan no solamente los Merkava israelíes pero también
los tanques de fabricación estadounidense. Víctor Litovkine analiza la polémica
entre Tel-Aviv y Moscú.
Traducido a lenguaje comprensible esto significa
que, en términos reales, los tecnificados ejércitos profesionales occidentales
no podrán protegernos frente a las nuevas formas de guerra que estamos
conociendo.
Ante todo, nuestros enemigos contarán con la mejor arma que se ha
inventado y se ha ido infiltrando en las mentes y en los corazones de todo
ciudadano europeo, el terror, el miedo, incrementados de manera exponencial por
el modelo sobre el que se ha construido la mentalidad occidental desde hace
aproximadamente cuatro décadas, el relativismo moral, el egoísmo más absoluto,
el culto al yo preconizado por la nueva era de Acuario y que podemos
identificar con esas frases fuerza, consignas aventadas por los modernos gurús
del autocrecimiento que responden al modelo de «ante todo hay que quererse a uno mismo», primero yo y luego yo y
después, en último lugar, los intereses de otros que sin responsabilidad en
errores ajenos cargan con las consecuencias del feroz individualismo de este
occidente que se dirige sin remisión, probablemente es dirigido por mentes
miserables y abyectas, a su propia destrucción.
En resumen, un combatiente convencido, cada vez
hay más entre nosotros, armado con un artefacto de la parafernalia militar puesta
disposición de cualquiera que esté
dispuesto a morir matando, podrá, no sólo destruir una división blindada, sino
asaltar una discoteca, un campo de fútbol, una iglesia o cualquier centro de
comunicaciones o de reunión y esparcir una respetable cantidad de carne blanca
rebozada en su propia sangre, sesos, vísceras, trozos de huesos, todo ello a la vista del improvisado filmador con
teléfono móvil último modelo, el cual,
respondiendo al modelo del «yo, sólo yo
y después los demás», venderá el reportaje a alguna de las empresas del
adoctrinamiento global, o, si por casualidad no lo consigue, lo publicará en la
plataforma digital conveniente.
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