Pero Rajoy no era ni ha sido
nunca un político de derechas, era y es un gestor, además de los malos. Su
profesión oficial es la de Registrador Mercantil por oposición. Y Rajoy
conformó un gobierno de opositores a los puestos de la élite funcionarial. Para
empezar dejó que transcurrieran tres meses entre que el presidente anterior se
iba y se le reconocían los servicios prestados, antes de empezar a tomar las
medidas que se suponía, al menos en economía, debía tomar. Dividió el
tradicional ministerio de Economía y Hacienda y encomendó este último a
Cristóbal Montoro.
Las medidas económicas que tomó
no fueron demasiado duras, sólo afectaron a los trabajadores por cuenta ajena a
los que la señora Báñez dejó a los pies de los caballos, a los futuros
pensionistas, con un recorte monumental de las pensiones futuras y a los
propietarios de cualquier cosa a los que Montoro se aprestó a aligerar de
patrimonio y cuentas corrientes.
Todo el mundo sabía, sabe,
siempre lo ha sabido que el problema de la España del 78 es la hiperabundancia
de políticos que gestionan diecisiete inútiles comunidades autónomas. Éstas, a su vez,
se han provisto de ingentes cantidades de funcionarios a los que colocar y
luego demandar por cuadruplicado el voto (por cada funcionario cuatro
familiares que votarán al partido en el gobierno autonómico), y estos
funcionarios necesitan una prolija legislación de la que extraer los millones
de formularios de obligado cumplimiento de los que se alimenta la voracidad
administrativa de este llamado Estado de las Autonomías.
Una vez puesto de manifiesto
que no había dinero para tanto dispendio, una vez arruinado el país por
generaciones, los cabecillas del 15 M, se apuntaron a la única empresa que
todavía funciona en este país, España S.A., en la que en cuanto han conseguido
algún mínimo poder municipal o autonómico se han apresurado a colocar
familiares y conocidos, al grito de: «ellos lo han hecho antes», en lo cual
tienen bastante razón. Pero a la vez han desviado la atención del auténtico
problema que, repito, es la hiperabundancia de políticos.
Ahora, otro foco de distracción,
es la posible independencia catalana. Algunos dicen que es imposible, otros que
Europa no va a aceptar un nuevo estado, etc.
El hecho de que es posible se
deduce de la cantidad de advertencias que se están haciendo acerca de las
consecuencias. Si no se fuera a aceptar la independencia, el gobierno no
tendría más que decirlo, (hagan ustedes lo que hagan, no habrá independencia),
pero de facto se acepta, como lo demuestra el hecho de enviar al ministro de
asuntos exteriores, nada menos, a discutir estas cuestiones a Cataluña.
Posiblemente Cataluña se
independice y se vaya a unas complicadísimas negociaciones entre el gobierno
español, la UE y hasta la ONU, si le dejan meter baza. Esto es precisamente lo
que busca el entramado político español, problemas sin solución para justificar
su existencia y perpetua inoperancia. En
estas cuestiones Rajoy no tiene rival. También al entramado funcionarial UE le
interesa meter baza en asuntos internos de otro país, y el mejor situado para
estos menesteres es España.
Continuará pues el expolio a
los ciudadanos españoles y catalanes a los que se distraerá con complicadísimas
negociaciones políticas a partir del 27 S.
Los medios de comunicación,
obsérvese que ya no se dice de «información», al servicio del NOM, seguirán
entreteniéndonos con la inmigración musulmana y así pueden tirar un par de años
más, si antes no ocurre (Rusia en Siria), algún desastre mundial.
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