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jueves, 7 de marzo de 2024

REINA ROJA

 


Se publicita en todos los digitales el estreno de esta serie española como  “Trhiller” de obligada  visión pasado por el pasapuré de la cinematografía nacional.


He visto un par de capítulos y seguramente acabaré por ver toda la serie. Eso creo de momento, porque estoy a la espera de que se aclare la motivación del cruel asesino para sus siniestras actividades. Me temo alguna tontería acorde con lo políticamente correcto y si el misterio se desvela en uno de los capítulos que me falta por ver probablemente no llegue al final.


Vaya por delante que de alguna forma la serie engancha lo que no es poco. Pero tengo algunas dudas, o si se quiere, algunas prevenciones acerca de la misma.


En primer lugar debo decir que la serie bebe de algunas películas vistas hace tiempo y novelas también publicadas hace años, todas ellas exitosas por lo que los guionistas de la historia caminan sobre senda trillada y segura. Al menos eso creen. Veremos si al final los espectadores acaban por darles la razón.


Y así y como ingredientes introducidos en alguna coctelera argumental, podemos atisbar los siguientes. “El silencio de los corderos” y remisión a lo políticamente correcto con protagonista femenina elevada a la categoría de IQ 242, la más inteligente del mundo. “Seven” con malvado dedicado a la escritura compulsiva en enorme y lóbrega edificación con celdas cuya posesión o usufructo por parte de nuestro inteligentísimo asesino nacional habría que justificar o al menos entender el origen de semejante patrimonio.


Entre las novelas que entran a formar parte del cóctel destaca la obra de Stieg Larsson ya fallecido, que en “Los hombres que no amaban a las mujeres” hace gala de un más que impostado feminismo. Tenemos entonces nuestra propia composición entre Clarice Sterling y Lisbeth Salander que se sustancian en la serie con el nombre de Antonia Scott. Convenimos en que semejante inteligencia debe necesariamente tener algún antecedente anglosajón, la depresión nacional que padecemos según Elvira Roca Barea, lo requiere.


Gotas de algo parecido a lo que podríamos llamar sistema “MK ultra nacional” por parte de un tal “mentor” que configura una suerte de tortura cerebral para convertir a la inteligentísima Scott en una máquina de resolver crímenes al servicio… de la Interpol. No entiendo muy bien esta deriva, pero al parecer estamos ante un servicio más o menos secreto que interviene en casos de asesinos tremebundos tales como Aníbal Lecter, el criminal de Seven o el propio Dragón Rojo. En nuestro caso el criminal se hace llamar Ezequiel.


Después de todos estos antecedentes ¿qué puede salir mal? Ante todo y sobre todo resulta poco creíble lo que se cuenta y de la forma en que se hace. Es más que una historia de ficción, es pura ciencia ficción. No obstante, como digo, hay algo que engancha, de momento, pero veremos.


Los protagonistas son...bueno, según a mí me parece, actores más bien limitaditos. Tal vez sea por ese, como decirlo, necesario tributo al poder establecido. Así el policía más o menos protagonista, por supuesto, bastante más tonto que la “prota” es un homosexual vasco nada menos. Físico de levantador de piedras, “aizkolari” y adornos en casa que recrean el mundo rural vasco. Vive con la “amatxu”, se apellida Gutiérrez y es policía nacional, lo cual no es imposible, pero… El actor que le da vida tiene nombre extranjero, físico descomunal y no parece muy en forma. Amenaza de vez en cuando con dar “hostias como panes”. En fin, todo es posible en los Goya.


La actriz protagonista, de verdad, no sé… no llega ni de lejos a Jodíe Foster ni a la mentada Salander. En mi opinión no interpreta, solo pone caras. Hay algo que no funciona en los actores y actrices de la serie. Hacer creíble una historia semejante requeriría algo que parece no estar al alcance del elenco. Bastante hacen con deambular de un sitio a otro con cara de susto, amenaza, sufrimiento una; y expresión de asombro ante tanta inteligencia, el otro.


Pero lo peor, lo realmente terrible, es la dicción. Los actores no se expresan, no son congruentes con lo que dicen. Recitan de forma apresurada la frase que se han aprendido de memoria. No hay inflexión de voz natural ninguna en lo que dicen. Las supuestamente ocurrentes frases que suelta de vez en cuando el vasco homosexual no suenan naturales, suenan impostadas, artificiales y la expresión oral es plana, como si estuviera leyendo y no hablando con naturalidad. Por parte de Antonia lo mismo. Suelta frases y comentarios a velocidad de vértigo, conclusiones ocurrentes aprendidas de memoria. De verdad, algo falla en estos actores y actrices. No todo consiste en poner caras de preocupación, de pasmo, en mirar al infinito, ni en parecer más que serlo inteligente. Aprender a hablar, a expresarse en la ficción debería ser fundamental en el terreno de la interpretación. Javier Gutiérrez es creíble y Antonio de la Torre también, al menos eso parece si es que no son doblados. Otros actores suenan peor. Quizá si los protagonistas fueran doblados por profesionales españoles avezados en estos menesteres la serie ganaría bastantes enteros.


En definitiva entiendo que Reina Roja adolece de mucho bombo publicitario y demasiada pretensión de cine negro o de terror o algo similar. Transita por caminos trillados y mezcla personajes y argumentos de éxito, pero yo personalmente entiendo que hay algo demasiado artificial en la serie. No vamos a engañarnos, el cine es en esencia, mentira. Pero por algún misterio personajes del “Silencio de los corderos” o de “Seven”, la misma Lisbeth Salander” parece en la novela y la adaptación cinematográfica creíble. Tal vez por el doblaje al español. Pero Antonia Scott, la verdad es que no me convence en absoluto. Además la presentación “perfomance” del muerto en el primer capítulo como conservado en... ¿nitrógeno líquido? Con media cabeza seccionada y el cerebro machacado en recipiente apto para microondas es tan excesivo, tan estúpido como lo era Aníbal Lecter comiendo el cerebro de Ray Liotta. En fin, al final el exceso aburre, atraganta y todo parece como el más difícil todavía de los circos de antaño.

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