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miércoles, 3 de febrero de 2016

LA ESPAÑA DEL 78 ARRANCA BAJO EL SÍNDROME DEL REPARTO






La España del 78 arranca bajo el síndrome del consenso. Básicamente y echando la vista atrás el tejemaneje político siempre ha consistido en el cobro de la comisión correspondiente. En algunos posts anteriores he relatado lo que creo que a lo largo de estos años ha estado ocurriendo, por no incidir demasiado, el régimen del 78 permitió a los sucesivos gobiernos el expolio de lo acumulado mediante imaginativas leyes y frases fuerza, tales como «reconversión industrial» que en el fondo significaban el empaquetado de maquinaria e industria, su envío a países en vías de desarrollo (mano de obra a precio de risa), aumento exponencial de beneficios y envío al desempleo de millones de trabajadores a cuenta del presupuesto estatal. 


El exceso de beneficio se repartía a través de la denominada economía de servicios, dicho de otra forma, empleo autónomo subvencionado con bajas incentivadas por las empresas en descomposición y capitalización del seguro de desempleo. Todo el mundo ponía un bar, una peluquería, una tienda de revistas. Durante un tiempo el beneficio extra de empresarios y ejecutivos permitió la fiesta, el sistema parecía funcionar y luego en tiempos de Aznar se produjo la expansión inmobiliaria, fruto de políticas financieras venidas desde los Estados Unidos de la época Clinton que acabaron facilitando el acceso (ficticio) a la propiedad a segmentos de población norteamericana tradicionalmente insolventes, (el famoso negro de Alabama), un señor con la camiseta hecha jirones que fumaba bajo el porche de una casa a punto de derrumbe al que un vendedor de hipotecas bancarias le ofrece un préstamo de cien mil dólares con la vivienda cochambrosa en que vive como garantía.

El negro, asombrado, firma lo que le ponen por delante a cambio de aquella pasmosa cantidad de dinero que no tiene la más mínima intención de devolver. Los bancos amasaban aquellas hipotecas (subprime) con otras de no mucha mejor presencia y obtenían unos productos financieros a los que bautizaban con nombres aparentes. La porquería la compraban los bancos europeos que a su vez la vendían a los bancos españoles, una estafa piramidal que requería decisión y sobre todo no quedarse el último, supeditado todo ello a que la «especia» de Dune, el maná de los préstamos ilimitados siguiera fluyendo.

El estallido era inevitable, pero nadie quería verlo. Buffet, Madof y otros apellidos ilustres brillaban en el universo de las compras y ventas a velocidad de vértigo que permitían los nuevos sistemas informáticos.

Ejecutivos y «brokers» se forraban y en España los políticos hacían lo mismo a cuenta del conocido sistema de las recalificaciones urbanísticas. El empresario promotor ejemplar compra millones de metros cuadrados de terreno rústico a euro el metro  y de acuerdo con el político encargado de la cosa espera una posterior recalificación que eleva el valor a mil euros el mismo metro cuadrado.

La estafa, la apropiación de riqueza es tan evidente, tan extendida en todo el sistema político y económico que se impone la necesidad del disimulo, la falsa promesa dirigida a las nuevas generaciones. Títulos universitarios para todos y realidad virtual  a través del instrumento de adoctrinamiento por antonomasia, el nuevo púlpito que sermonea lo políticamente correcto y promete el cielo en la tierra para los que siguen los dictados del entramado nacional, cada vez más corrupto, cada vez más podrido, cada vez más extendido.

Las series y las películas siguen viniendo como siempre de USA. La ficción española se dedica a replicar con ligeras adaptaciones a la tradición vernácula. Los modelos a imitar, los tipos y tipas en los que la gran masa universitaria se va a convertir a no mucho tardar son, en general, jóvenes esculturales y brillantes que ofician de policías, abogados, miembros del FBI, de CSI, progresistas en lo político, superdotados en su inteligencia, atrevidos en sus relaciones personales. Cenan en restaurantes de lujo acompañados ellos de mujeres de bandera, bombas sexuales unos y otras que después de exhibir un portentoso conocimiento de vinos de reserva y pagar con tarjetas de crédito infinito se retiran en sus Ferraris a sus mansiones de diseño para acabar con el polvo presentido desde el principio del capítulo.

Otros modelos, Ley y Orden por ejemplo, pontifican una y otra vez acerca de la maldad intrínseca del hombre blanco norteamericano, empresario corrupto, maltratador de su  mujer, abusador sistemático de sus hijos  que después de la inteligentísima investigación del siempre malhumorado protagonista y de la insoportable acompañante que habrán seleccionado y descartado uno por uno los delincuentes habituales, negros yonkies, prostitutas obligadas, camellos de todas las etnias, taxistas musulmanes falsamente acusados, acabarán en la mansión del culpable por antonomasia, el antes dicho varón blanco, padre aparentemente feliz y responsable, hipócrita asistente a servicios religiosos que es detenido a la vista de todos a la salida de la iglesia y para escarmiento del selecto vecindario  con mirada demoledora en orden de creciente amenaza según el oficiante religioso sea un pastor protestante o un cura católico (en el próximo capítulo vamos a por ti).  Final feliz para las víctimas y con moraleja de uso extensivo, «en lo tradicional, en lo de siempre, en la falsaria identidad norteamericana de origen occidental está el mal».

Y eso, por supuesto, se exporta, se ve, se predica, hasta que Leman Brothers estalla y los universitarios españoles caen del guindo. No habrá futuro de sofisticados ejecutivos para todos, ni siquiera para la mitad, probablemente en un país tradicionalmente pobre como España, no lo habrá para casi nadie. Protestas genuinas el 15 M que la izquierda asentada se propone aprovechar. A un representante de IU le echan de una manifestación contra un desahucio hipotecario. Él no lo comprende, pero los que le largan lo saben, es comunista, pero cobra a cuenta del presupuesto una  considerable cantidad de dinero mensual que le permite esa clase de vida prometida que al resto y para siempre ha quedado vedada.

Pero el enfado espontáneo es desorganizado y las huestes marxistas si de algo entienden es de ponerse al frente de movimientos caóticos, poco a poco emerge Podemos y una nueva generación, Pedro Sánchez, Albert Rivera,  se hace con el poder en los partidos tradicionales (Ciudadanos es el Centro  redivivo de Adolfo Suárez).

En España lo único que garantiza el buen vivir es el asentamiento en las diversas cortes, generalidades, gobiernos vascos, andaluces, extremeños, gallegos, asturianos y sus correspondientes congresos, congresines, defensores del pueblo, observadores del género, de derechos humanos, organismos receptores de refugiados destinados a contener las iras de los estafados de la planta baja, españolitos de a pie que van perdiendo importancia como votantes, como supuestos (aquí carcajadas) detentadores de la soberanía nacional,  últimos responsables (más carcajadas) de la Constitución que nos hemos dado, abrumados por el terror a sus nuevos convecinos uniformados como conviene con pañuelos de identificación multicultural, amenazados sus matrimonios y sus hijos no nacidos por políticas de género y de aborto y amenazados también sus padres y abuelos y en cuanto cumplan unos años más, ellos mismos, por las maniobras eutanásicas. 

El doctor Montes quiere construir un nuevo observatorio, otro más, a cuenta del presupuesto, que se ocupará de la «muerte digna», o sea que dentro de poco acudir a un hospital público implicará con toda probabilidad el suministro de la inyección letal, misericordiosa, humanitaria y ahorradora de costes a la Seguridad Social.

Es todo tan evidente, tan publicado y publicitado, tan avisado que nadie podrá decir que no está advertido.

Eso es Podemos y eso es Sánchez. En su entrevista con Bertín habló de su licenciatura en económicas y su deambular entre   prácticas y trabajos malpagados que no le condujeron a nada concreto, a ningún futuro estable, él también era víctima de la estafa del régimen vigente. Se agarra, cómo no va  a hacerlo, con uñas y dientes a su oportunidad de formar gobierno, pactará con quien sea y como sea, nadie lo dude y, desde mi punto de vista, es lógico que lo haga. Cuando un país, un régimen, un sistema engaña sistemáticamente a sus ciudadanos, al final sólo queda el resquemor, la rabia, el resentimiento y el caos.

La última oportunidad de enderezar el entuerto la tuvo Rajoy, cobardemente, se enrocó, hizo la política que en buena lógica hubiera correspondido a un PSOE más o menos sensato y con su actuación propinó un patadón a todo el espectro político español. 

Si el socialismo moderado es el PP, todo lo demás, por prescripción médica de Federico Lupi (hay que establecer un cordón sanitario en torno al PP, es decir, en torno a la mayoría política, a la mitad de la población española nada menos) se aleja histéricamente a otros lugares cada vez más radicales. Hay que progresar, ir hacia adelante, luchar contra el inmovilismo. Frases fuerza otra vez, lemas fáciles y de poco contenido efectivo. El problema es que, al menos yo, más adelante, siguiendo el camino que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias señalan, sólo veo un abismo. Ojalá me equivoque.




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