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lunes, 20 de febrero de 2017

DEVORAHOMBRES: LOS FELINOS ZOMBIES

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 DEVORAHOMBRES: LOS FELINOS ZOMBIES

Documental de vida animal proyectado en alguna de las múltiples cadenas de televisión.

Lo que podemos ver es lo siguiente: se están produciendo en todo el mundo gran cantidad de ataques de grandes felinos a humanos lo cual es inexplicable puesto que es bien sabido que... «los felinos sienten un terror instintivo ante la presencia humana», al menos eso es lo que sostienen los autores del documental.

Muestran a continuación una serie de hechos que en la película califican de incomprensibles. En primer lugar vemos un enorme tigre de Amur deambulando tranquilamente entre un atasco de coches lo que indicaría, según la tesis de los documentalistas, alguna grave enfermedad. Desde un punto de vista objetivo solo vemos al animal caminando tranquilamente de un lado al otro con lo que la enfermedad sugerida se justifica afirmando que el tigre es uno de los animales más solitarios del mundo, por lo que verle caminar entre los conductores debe indicar necesariamente algún desequilibrio mental en el animal.

Un biólogo muestra su preocupación diciendo:«esperemos que a nadie se le ocurra dar comida al animal desde el coche. Podría atacarle y herirle gravemente y ya tenemos bastantes problemas.»

Luego vemos una pista forestal en Estados Unidos por la que suelen circular ciclistas de montaña. Dos mujeres marchan a bordo de sendas “mountain bike” y se encuentran con otro ciclista parado que les señala una bici caída y abandonada, el hombre les indica que algo debe haberle sucedido al dueño, ellas piensan que es un tarado que aprovecha cualquier circunstancia para ligar y siguen la marcha. En realidad la bici caída pertenece a un ciclista al que un puma ha atacado y matado.  A unos cientos de metros del lugar, el puma asesino salta sobre la primera de las mujeres y la arrastra con intención de matarla y probablemente devorarla.

Su amiga que llega un tiempo después y otros dos ciclistas consiguen ahuyentar a la fiera y salvar a la joven.
La víctima del ataque que al final logró sobrevivir, relata los terribles momentos de la acometida del puma que para resumir podemos compararla con un encuentro con Freddy Krugger, pero a plena luz del día y con el asesino armado con el triple número de cuchillas de las que suele mostrar en pantalla. Después de varias operaciones de reconstrucción facial, puede verse en la chica un rostro todavía marcado por los dientes y garras del felino.

Se documentan otros ataques similares en aldeas del Nepal y la India, esta vez a cargo de leopardos (al que consideran el más peligroso de todos los felinos respecto del hombre) y de tigres que, nos dicen, en algunas de las aldeas llevan una cuenta de 17 muertes, sobre todo niños, en los dos últimos años.

Tesis: dado el natural terror que los felinos sienten ante la presencia humana debe haber un factor desconocido que desencadena esta furia asesina. El culpable según los biólogos es el virus del moquillo canino que ha pasado a los felinos y ataca al cerebro, lo que hace que estos animales confundidos por la enfermedad pierdan el miedo y se atrevan como nunca antes a lanzarse sobre los seres humanos.

En este segundo documental no se ve, al menos yo no la vi, pero en el mismo proyectado hace ya un tiempo podía verse una manada de leones africanos entre los que un macho se encontraba evidentemente enfermo, esquelético, se movía convulsamente en una especie de frenesí epiléptico sin ningún sentido y era incapaz de ponerse en pie. Como digo en esta segunda proyección parecen haber cortado esta secuencia, si bien afirman que el virus del moquillo afectó a mil leones de un parque natural y de ahí que algo similar esté ocurriendo con pumas leopardos y tigres, si bien…, aquí nos asaltan las dudas, si el virus es capaz de llevar a tal estado de debilidad e incapacidad física a un león adulto, ¿cómo es posible que sus primos, pumas, leopardos y tigres, afectados por el mismo virus muestren tal capacidad muscular de ataque y destrucción?
Esto no se aclara y nos vemos obligados a  suponer que los ataques se producen en las primeras fases de la infección y los realizadores deberían después mostrarnos los efectos devastadores de la enfermedad en los pumas y leopardos asesinos que una vez invadidos por el virus tendrían que haber sido vistos y filmados en estado similar al del pobre león agonizante, si no todos, al menos alguno de ellos. Esto no podemos verlo, es decir, los autores se han cargado la secuencia del león incapaz de sostenerse a sí mismo y no han seguido a los felinos atacantes que según la tesis que sostienen deberían haber aparecido unas semanas o meses después en tan lamentable estado.

Además. Nos muestran un mapa de Estados Unidos en el que mediante una infografía vemos el increíble incremento de la población de pumas en zonas cada vez más amplias y habitadas de ese país. Uno de los biólogos dice entonces con expresión de profunda preocupación: «es de esperar que de resultas de esta explosión demográfica del puma y de la consiguiente invasión de zonas habitadas se produzcan cada vez más “incidencias negativas” entre hombres y animales».

 Esas “incidencias”, una vez traducido el abstruso lenguaje científico, serán evidentemente encuentros con Freddy Krugger como el relatado o entradas de pumas en domicilios particulares para merendarse a la mascota de la familia mientras la señora de la casa se encierra, aterrada con su hijo en brazos, y desde la habitación consigue llamar a la policía que con extrema precaución para no matar al felino, lo abate con un dardo tranquilizante. Todo esto se puede ver en el mismo documental en una reconstrucción de los hechos. El narrador cuenta a continuación que el puma fue sacrificado, cosa que dudo.

Veamos entonces las cosas desde otro punto de vista. Primero, la afirmación de que los animales carniceros tienen un miedo instintivo al hombre me parece bastante aventurada. Lo más probable es que hasta hace algún tiempo hayan conservado algún recelo en la memoria transmitida de padres a hijos. Es decir, si hace algunos años, unas décadas no más, un puma, un tigre o un león se atrevía a merodear en las cercanías de un poblado se organizaba de inmediato una cacería a cargo del sultán o de los jefes de tribu con asistencia del bwana cazador profional siempre dispuesto para estos casos y acababan sin remordimientos conservacionistas con el intruso, lo que hacía que estos animales, que no son tontos, evitaran la proximidad humana y en cercanía del hombre mostraran esos signos de prevención que sus crías podrían ver y memorizar. Además estas mismas crías en algún momento de su vida recibirían algún refuerzo del miedo adquirido cuando ellos mismos fueran objeto de persecución o presenciaran la ejecución de alguno de sus congéneres. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, se ha impuesto la ideología de la conservación natural al precio que sea y lo que pumas y leopardos perciben es bondadosa condescendencia en los guardas y zoólogos contratados en los parques nacionales, terror en las pobres gentes de los poblados hindúes o africanos ante su presencia y ninguna otra reacción cuando atacan a  seres humanos.

Siempre dicen que los depredadores saben reconocer la debilidad, el terror en las presas potenciales y precisamente a ellas dirigen sus ataques, y podemos entonces suponer que un puma que es capaz de derribar y matar a un ciervo de doscientos kilos habrá tomado buena nota de las medidas y pesos de un ser humano y de la escasa capacidad de resistencia de una víctima así reconocida.

En conclusión, los pumas, leopardos, tigres, etc. están cada vez más protegidos y en consecuencia aumentan sus poblaciones lo que les obliga a invadir territorios habitados en los que se asientan y en los que cada vez se sienten más seguros, blindados como están, por las autoridades y la nueva ideología de los conservacionistas que pretenden y a eso van, con calma, pero con firmeza, reservar todos los espacios naturales a los animales salvajes y confinar a los seres humanos en cada vez menor espacio físico. En la nueva ideología que se expande el hombre, ese virus del planeta, sobra.

Se aplaude la muerte del torero, de momento, y poco a poco nos introducirán tigres, leones, pumas a la puerta de casa argumentando que este era su hábitat hace diez mil años.

Al menos deberían tener la decencia de decir la verdad y no engañar a los incautos televidentes con estos documentales totalmente amañados.

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