Continúa el “sinvivir” español a
causa de Cataluña. Al margen de patriotismos exacerbados la existencia de España
es deseable por motivos más prosaicos y beneficiosos para todos los habitantes
de esta nación, todavía más o menos, quizá menos que más, unida.
Una nación reconocida y soberana
se compone de un territorio, una ley común y un conjunto de ciudadanos iguales
en derechos que pueden establecerse comercialmente y residir libremente en todo
el territorio nacional. Un espacio en el que trabajar, vivir, construir una
familia.
Lo que los españoles
despreciamos, un lugar en el que estar, en el que vivir, en el que ser, otros
lo anhelan. Observemos a nuestro alrededor. Israel, por ejemplo, antes un
pueblo sin Estado, o el pueblo kurdo, en guerra permanente contra los países
que sí han conseguido el “status” de nación reconocida, Irak y
Turquía. O el mismo pueblo gitano, condenado a un vagar interminable entre las naciones de Europa.
Se diga lo que se diga el rey
Juan Carlos heredó un Estado unido con ley, lengua y religión comunes. Los
derechos de todos y cada uno de los españoles eran iguales y para todo el
territorio nacional. Estaba el problema vasco y el problema catalán. El
problema vasco era fundamentalmente terrorista y el catalán, también tuvo su
grupo terrorista, pero luego fue decantándose por la construcción de una
comunidad diferenciada en virtud de la autonomía que ofrecía la Constitución y
de las transferencias que se fueron cediendo a lo largo del tiempo.
Las opciones que se barajaron en
el momento de poner en marcha la Constitución fueron la de conceder una amplia
autonomía a esas dos regiones mientras el resto del territorio nacional
permanecía unido bajo una administración central. La otra opción, la que
finalmente se impuso fue la que se denominó “café para todos”, es decir la
división de la España unida en 17 comunidades autónomas que parecían responder
a eso que se ha llamado el “hecho diferencial”, algo así como un “pedigree”
propio de cada autonomía y sobre todo el referente al País Vasco y Cataluña. A
este respecto conviene preguntarse por qué no existe el problema vasco y
catalán en Francia.
Insistir sobre el tema es absurdo y a estas
alturas, inútil. El hecho cierto es que después de casi cuarenta años de
vigencia constitucional, la nación, antes llamada España está a punto de
desaparecer como sujeto de derecho reconocido internacionalmente. El fracaso de
la Constitución del 78, el fracaso del rey Juan Carlos, ahora entretenido en fiestas y degustaciones gastronómicas, el fracaso de los
políticos que pergeñaron el nuevo régimen que debía sustituir al franquista,
es, en el año 2017, absoluto.
Algunos dicen que el régimen del
78 ha permitido vivir en paz y en democracia a los españoles durante cuarenta
años. Más bien parece que el edificio ha resistido mientras ha habido fondos.
Ahora que la nación entera está en la ruina y con una deuda monstruosa e
imposible de pagar, todo el mundo quiere apartarse de la que se nos viene
encima.
El llamado desafío separatista catalán es sobre todo el primer paso de
una revolución comunista. Lo que los revolucionarios no consiguieron en los años de la República y la guerra civil,
lo van a intentar de nuevo en el 2017. Que nadie se engañe, Podemos y sus franquicias, CUP, Ahora Madrid, etc. son
partidos comunistas al estilo bolivariano. Todos los revolucionarios sudamericanos
aparecen en España y aterrizan en los órganos directivos de los partidos que van a dar el finiquito a
esta pobre y torturada nación. El nuevo comunismo es el mismo de siempre, pero
no existiendo obreros sobre los que construir la lucha de clases (la capacidad
industrial que también heredó Juan Carlos ha quedado destruida), ha optado por
cabalgar a lomos de todos los furiosos caballos acabados en cualquier “ismo”.
Feminismo, separatismo, homosexualismo, lesbianismo, animalismo, islamismo, lo
que sea con tal de derribar de una vez lo que queda de esta nación. Una vez
arrasada, piensan los nuevos revolucionarios, podrán construir, esta vez sí, el
paraíso marxista español.
Vamos derechos a un desastre ante
el jolgorio y el desprecio internacionales. Mientras la Alemania perdedora de
guerra aprovechó el momento y apostó por la reunificación destinando a la
unificación los fondos que fueran necesarios, aquí se está haciendo todo lo contrario, se destinan fondos que no tenemos a la disgregación nacional. Las
veleidades separatistas acabarán convirtiendo a catalanes, vascos, gallegos,
andaluces y demás seres orgullosamente diferenciales en súbditos de otras naciones. El sur
español quizá sea para ingleses o norteamericanos, (tienen un formidable
ejército de ocupación desplazado en las diferentes bases militares y en
Gibraltar. Ejército amablemente invitado por nuestros políticos,como cuando Napoleón invadió España con todos los permisos regios y políticos necesarios, mientras el ejército español ataca a naciones y gentes que nunca nos han hecho nada. "Lo increíble" habría que titular esta situacion. La dependencia andaluza respecto de los anglosajones quizá no sería lo
peor, acabarían aprendiendo inglés de una vez por todas, al tiempo que se librarían de ese asqueoso idioma español, pero es difícil acertar en estas cosas). Otra posibilidad es que se convierta en una provincia marroquí, o tal
vez en un protectorado de la UE, que está, aunque parezca lo contrario, muy
interesada en que Cataluña se independice. Cataluña pasará a formar parte de
Francia y el resto de las Españas como digo es probable que acabe bajo directa
administración europea.
Lo más difícil es que todo este
proceso transcurra sin violencia. Algunos la quieren, la esperan, la buscan con desesperación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario