Retomo ahora el análisis que comencé en su momento acerca de la situación que vivimos. Los orígenes recientes de la misma y el desenvolvimiento posterior. La he calificado de cuarta guerra mundial, porque la tercera se libró entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la segunda mitad del siglo veinte. Esa guerra, apenas percibida por los ciudadanos europeos, sufrida por los norteamericanos y sobre todo por los vietnamitas, camboyanos y demás naciones del oriente lejano, se saldó finalmente con la caída del muro y el derrumbe de la Unión Soviética. Sin embargo eso no supuso, como estamos viendo ahora, la derrota del comunismo. La segunda guerra acabó destruyendo el nazismo como ideología, ahora denostada, pero en su momento, cuando triunfaban las políticas hitlerianas muy aplaudida, incluso por grandes intelectuales. El comunismo, sin embargo no fue derrotado militarmente en sentido estricto y después de unos años de readaptación con la inestimable ayuda de eso que se ha dado en llamar neoliberalismo, está otra vez, en pleno apogeo y ganando países para su causa. China, Venezuela, Bolivia y otras naciones están aplicando políticas de fundamento marxista. La propia iglesia católica se estár reconvirtiendo al marxismo y tiene al frente a un comunista evidente. La palabra "comunista", no suele utilizarse, pero fundamentalmente es el comunismo revolucionario de siempre, solo que ahora, habiendo desaparecido el conglomerado industrial de occidente y la clase obrera, se vale de otros grupos que bajo la general denominación de preteridos o irrespetados por la cultura occidental cristiana se lanzan como nuevas divisiones de choque a la revolución pendiente.
Feminismo, nacionalismos tribales étnicos, indigenismo, animalismo, islamismo, multiculturalismo, LGTB, reivindican cambios radicales en los países occidentales que deben llevar, según la hoja de ruta revolucionaria del siglo XXI, al surgimiento de una nueva sociedad igualitaria y de fundamento marxista.
Ahora bien, pensar que la invasión islámica de occidente, organizada y fomentada por todos los partidos políticos progresistas va a ayudar a la destrucción de la cultura occidental y va a permitir que sobre los escombros los comunistas construyan definitivamente el paraíso marxista en la Tierra, es, al menos así parece a primera vista, bastante delirante. No parece que el radicalismo islámico vaya a ceder frente al nuevo comunismo. En el fondo se trata de una confrontación religiosa. El islamismo creyente en el Dios único Alá y su profeta Mahoma, frente al marxismo materialista y sus profetas que siempre repiten la misma canción: el marxismo no fue entendido como era debido por Lenin (en tiempos de Stalin), por Stalin (en tiempos de Krushev) por Krushev (en tiempos de Breznev), por Mao y así sucesivamente por cuantos hasta ahora lo han aplicado. Pero ahora sí. Y ahora será cuando desaparezca occidente ya entregado al aborto industrializado, al suicidio voluntario y asistido, a la eutanasia, sumergido en las nuevas capas poblacionales importadas al efecto, en ese momento se podrá por fin conseguir la sociedad marxista perfecta. Habrá que ver si los musulmanes, cuyos ideólogos más destacados odian a occidente y sus ideas y entre ellas está el marxismo, se dejan.
CUARTA GUERRA MUNDIAL IV
La clave para controlar la
rebelión que pronto será general en las repúblicas islámicas estará pues, según
Feodorov, en conseguir que los Estados Unidos se involucren en un conflicto que
en principio no les atañe directamente. La novela, escrita en 1988, muestra en
este punto una curiosa capacidad de anticipación. Efectivamente, los Estados
Unidos fueron atraídos al conflicto árabe en Kwait y luego a la guerra afgana
en dos momentos significativos. El primero fue la invasión de Kwait por parte de
Iraq, en aquel momento bajo la presidencia de Sadam Husseim y que acababa de
salir de una cruenta guerra con Irán. La guerra irano iraquí, seguida muy de
cerca por los americanos que patrullaban el golfo pérsico (derribo por error de
un avión de pasajeros iraní, al que nos hemos referido anteriormente) para
garantizar el paso del crudo, duró aproximadamente ocho años y acabó sin claro
vencedor. La invasión de Kwait fue, sin duda un error estratégico de Saddam,
que en ningún momento pensó que a occidente le interesara más allá del
suministro de petróleo que él se proponía asegurar al precio más conveniente
para sus intereses, desde luego.
Los Estados Unidos conformaron
una coalición militar junto con Francia y otros países para expulsar a Saddam
de Kwait. ¿Por qué acudió USA al rescate? Desde un punto de vista lógico, el
conflicto se circunscribía, como dijo en un primer momento Felipe González
entonces presidente del gobierno en España, a cuestiones internas del mundo
árabe. George Busch padre era el presidente USA, sucesor de Reagan. No parecía
un hombre especialmente resolutivo, pero la primera ministra Thatcher le
convenció para una intervención a gran escala. ¿A quién favorecía esta
intervención? Fundamentalmente a Arabia Saudita, monarquía de fundamento
religioso y a Israel, también estado con origen religioso (no olvidemos que
Israel se asienta en la tierra otorgada por Dios al pueblo elegido y esa es la
principal justificación de su existencia) que veían en el horizonte un Irak
extraordinariamente poderoso si conseguía hacerse con el control petrolífero de
Kwait. Por no decir también que el ejército iraquí estaba en aquel momento, en
condiciones de invadir la propia Arabia Saudita y probablemente lo que
necesitaba y buscaba era mayor poder económico para sostener el esfuerzo bélico
al que se encaminaba, poder económico que se proponía conseguir a través del
petróleo.
Esta guerra, como las siguientes
a las que fue atraída la gran potencia del norte no era en principio muy
querida por los americanos. Todavía coleaba en USA el tremendo recuerdo de
Vietnam y nadie deseaba que algo parecido se repitiese. Con todo, Busch padre
acabó cediendo y puso en marcha un extraordinario desplazamiento militar, muy
criticado por la izquierda que ahora aplaude aventuras americanas igual o más
peligrosas. El desarrollo tecnológico que habían alcanzado las fuerzas armadas
USA resultó espectacular y en un plazo corto de tiempo derrotaron con facilidad
al poderoso ejército de Saddam, expulsándolo de Kwait.
Busch padre, muy prudente, desoyó
los consejos de los halcones que en vista de la facilidad con que habían
resuelto el conflicto querían acabar con el propio Hussein invadiendo la
totalidad de Irak. Ahora bien, visto en perspectiva actual, en realidad Hussein
no era una amenaza directa para el mundo occidental y había librado una
terrible guerra a favor de intereses
occidentales contra la potencia persa. Era, sin embargo muy temido por Israel
pues se apreciaban los primeros síntomas de mesianismo en un líder que ya se
veía como caudillo de la causa árabe dispuesto a superar a los acomodaticios
monarcas del golfo a los que solo interesaba el beneficio económico. Por otro
lado y en buena lógica se constituía en un elemento de equilibrio que
controlaba la amenaza iraní, por un lado, y el poder turco, falso aliado OTAN,
por otro.
Busch, pues, detuvo la ofensiva
militar en las fronteras de Irak cumpliendo estrictamente el mandato de la ONU
bajo el que se había formado la coalición. Saddam firmó la capitulación y los
años posteriores hizo frente a una guerra civil interna que solventó como
acostumbraba. A sangre y fuego.
Curiosamente la intervención
militar occidental y el salvamento de las monarquías del golfo no concitaron
ninguna simpatía por parte de los árabes, ni de los persas, más allá de los
plutócratas kwaitíes que vieron, gracias a la portentosa actuación del ejército
americano consolidarse sus intereses económicos. Para la mayoría de ciudadanos
árabes, incluidos los de Arabia Saudita, la insoportable visión de interminables
columnas de combatientes musulmanes nuevamente derrotados, prisioneros una vez
más de ejércitos judeo cristianos, (en su interpretación histórica), suscitó
una oleada de rabia y rencor que propició el retorno a las raíces religiosas
contrarias a las inmorales costumbres de occidente que en su recuerdo, siglos
antes, les había hecho invencibles.
Curiosamente Al Qaeda, la eficaz
franquicia terrorista panmusulmana fue creada por Osama Bin Laden,
multimillonario de origen saudí que supuestamente debería estar reconocido a la
intervención americana.
Ficción y realidad comienzan,
precisamente aquí, con esta primera y directa intervención masiva del ejército
americano en tierras e intereses que directamente no le concernían, a
entremezclarse.
Alguna extraordinaria
inteligencia (quizá, el propio KGB, quizá otro u otros servicios de
inteligencia extranjeros) estaban consiguiendo involucrar a Estados Unidos y de
rebote a la OTAN, o sea a nosotros, en
el avispero de oriente medio.
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