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viernes, 15 de diciembre de 2017

BROADCHURCH: «Qué vergüenza ser hombre»

Lluvia mortal
Viajeros del tren nocturno



















SERIES DE NETFLIX

Sobre la tercera temporada de Broudchard hay que decir que consigue el adecuado clima de los que gustamos del cine negro o de la novela negra que viene a ser prácticamente lo mismo.
Los ingleses se manejan como nadie en estas lides desde que la genial Agatha Crhistie estableció los fundamentos del género. Es decir, desde que alumbró el sistema argumentario a través del cuál se consigue
atrapar la atención del lector y sujetarle con la fuerza de un imán  a los acaecimientos que la escritora planteaba, partiendo de un crimen,  hasta acabar resolviendo el misterio.


El mecanismo, casi como de reloj suizo inventado por Agatha Christie funcionaba y sigue funcionando de la
siguiente manera:

Primero una  reunión de diversos personajes en un  entorno que  no sería saludable como prescriben los
psicólogos, pero sí controlable. Así tenemos la famosa reunión en una mansión aislada de «Diez negritos», o la que tiene lugar en el crucero a través del Nilo de «Muerte en el Nilo», también la que tiene como decadente protagonista al «Orient Expréss», etc.

En cada una de estas reuniones ocurre un asesinato que da lugar a la sagaz intervención de Hércules
Poirot;  puesto, y esto es fundamental,  que todos sin exclusión, por una u otra circunstancia tienen algún motivo oculto para haber cometido el crimen y son sospechosos. La investigación posterior consiste en una educada, pero no por eso menos cruel, intromisión del detective en las vidas de los que
participan de las tenidas que construye Agatha Christie en cada una de sus novelas. Todo concluye con una terapia de grupo en la que se ponen al descubierto las miserias de todos y cada uno de los presentes. El repaso sistemático del detective descarta  a  los inocentes (del crimen en cuestión, pero que bien pudieron haberlo cometido) descubriendo finalmente el oculto delincuente que a pesar de su inteligencia
acaba siendo superado por las famosas células grises de Poirot. En resumen, para Agatha Christie la naturaleza humana es, en general, cuestionable.






En la tercera temporada de Broadchurd hay mucho de novela detectivesca según el modelo que hemos visto. No exactamente, pero sí en los parámetros fundamentales de desarrollo de la trama y hay también, mucho de lo que podríamos denominar, (aparentemente) políticamente correcto, o ideológicamente aceptable, o si se quiere, inevitable por prescripción de la nueva religión que encumbra a la mujer y subyuga al hombre.

La historia sagrada empezaría en estos tiempos con algo así como: «Y Diosa creó a la mujer, y una vez puesta en el paraíso construido para su exclusivo disfrute, la venenosa serpiente la convenció para que “entrambas” y con ayuda del árbol prohibido de la ciencia dieran a luz a la peligrosa criatura, hombre. Una vez que Diosa se dio cuenta del desastre que la mujer había cometido, expulsó a ambos, hembra y varón del
paraíso y la obligó a soportar en adelante y hasta el fin de los días al insidioso engendro  que, como justo
castigo a la desobediencia, acabó por someterla…» y así podríamos seguir.

Y en esta serie hay pues, de entrada, una reunión. Mucha gente del pueblo que celebra el cumpleaños de una de las vecinas (muy importante tener en cuenta el concepto de “comunidad” que desde la primera temporada aparece como fundamental para los guionistas). Y como en una historia de Poirot, se produce el hecho criminal. Una violación sobre una mujer mayor, poco agraciada físicamente que completamente destrozada acaba, después de dos días por presentar la denuncia ante la policía.
La policía es, por un lado el sempiterno inspector atormentado y la eficaz sargento Miller, compasiva,
sensible con el sufrimiento ajeno y ferozmente disciplinada con el padre, con el  hijo y con la policía novata caradura y contestona.

Violación, es pues, el crimen en esta temporada. La policía se vuelca en la resolución del caso (cosa que por
lo que se rumorea en las ciudades españolas, es más que dudosa. Las violaciones
son bastante corrientes, las denuncias más bien escasas y  las intervenciones policiales no demasiado
eficaces por lo que, insisto, se rumorea. Como el consenso es que las mujeres pueden, tienen derecho y deben salir y caminar solas a altas horas de la noche y en cualquier lugar poco iluminado, pues esta proliferación de asaltos sexuales se oculta para que el mundo “matrix”  que se está edificando no se resienta
demasiado ante estos evidentes fallos de programación)

Pero en esta serie en cuestión no se ignora el delito. Todo lo contrario, aunque hay un momento en que se dice que son pocos los policías asignados a la investigación (fallo del argumento), luego en reuniones posteriores se ve que todo el personal de la comisaría se destina a la resolución de este caso concreto.

Y tenemos pues, nada menos que unos cincuenta sospechosos que asistieron a la celebración, en realidad fueron cien, pero como digo solo el varón es presunto culpable. De estos y mediante riguroso descarte nos quedamos con:
     El marido de la mujer que celebra el cumple, al que se retrata más o menos como sigue: un  fracasado (atractivo físicamente) que regenta un negocio de reparación de coches de escaso rendimiento económico y endeudado. Promiscuo y rapaz perseguidor de mujeres, incluida la víctima (mejor amiga de la mujer) con la que se ha acostado precisamente esa misma mañana. Ten mejores amigas para eso.
-    
           El ex marido de la violada que ahora  ha encontrado una pareja bastante más joven y atractiva que la anterior esposa. Sospechoso también porque ha discutido durante la fiesta con la víctima. En el transcurso de los capítulos el argumento da un vuelco bastante raro, de forma que el ex marido en cuestión, en realidad está enamorado de la anterior señora, la vigila a través de la cámara web del ordenador doméstico mediante programa espía introducido por otro sospechoso, etc. El giro: (de ex marido que cambia mujer madura y poco atractiva por joven secretaria, cosa que suele ocurrir en la realidad y de la que no hay retorno posible, pasa a ser hombre arrepentido deseoso de volver a formar parte de la familia) es bastante increíble, pero mantener la atención del espectador durante ocho capítulos requiere de estos y otros parecidos ejercicios funambulistas.
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-        El dueño de la tienda en la que trabajan tanto la agredida como su mejor amiga que es la que celebra el cumpleaños. Desde el principio este señor puede descartarse como posible violador porque es negro y
en los tiempos que corremos cualquier grupo racial que no sea el blanco anglosajón está exento del crimen. No obstante, presenta la peculiar característica de que está enamorado (obsesionado con la mujer violada), cosa también extraña. Además es padre de una de las policías adscritas al caso, circunstancia de la que los investigadores no tienen idea. Chirria este desconocimiento de la filiación de sus propios policías  dentro de la comisaría, pero así lo cuentan.

-        Otros. El joven taxista, malísimo esposo cuya mujer, virtuosísima le sufre.

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El hijo del taxista amigo del  repelente joven triunfador, también sospechoso,  al que la Miller no soporta.

Entre ellos anda el juego y la serie, tramposilla como digo, se sigue con interés. Está bien realizada, los actores son magníficos y todo tiene un desenlace no muy, pero sí algo, sorprendente.

Otrosíes. 

Acerca del mensaje políticamente correcto transmitido como regalo subliminal envuelto en los laberínticos giros argumentales de la serie, (completar ocho capítulos intentando descubrir al culpable requiere algunas maniobras distractivas y de relleno), pueden ser los siguientes.

Los mejor situados social y jerárquicamente son (afroingleses) podríamos decir para evitar la palabra negros. La jefa de policía es, por supuesto, mujer y negra. También la ginecóloga que le toca en suerte a la víctima (típica mujer inglesa, en este caso, pringadilla cajera de super).

La madre (rosa inglesa) de la víctima de la primera temporada se reconvierte ahora en asistente para mujeres traumatizadas, en nómina de una organización privada y cuya superior jerárquica es también de origen musulmán.

Todas las mujeres que tienen algún papel relevante son buenas y fieles esposas, una de las cuales afirma que lo único que pretendía en la vida: “ha sido casarme y tener un compañero fiel que me respetase hasta que la (muerte nos separe). ¿Es eso mucho pedir?”, se pregunta. Sorprendente.

La esposa del taxista afirma soportar todas las infidelidades y desprecios del marido porque en un momento dado él se comprometió para ayudarla y para ella el juramento matrimonial es sagrado. Más sorprendente todavía.

Un personaje, aparentemente secundario, es el cura, probablemente anglicano, joven que parece entender su ministerio como una especie de consultorio psicológico. “Solo vienen cuando tienen problemas”.

Es este sacerdote ante el que la “rosa inglesa”, mujer de belleza notable se confiesa abominando del marido de infantil carácter melindroso, cuyo sufrimiento no la deja sufrir a ella.  El marido, el fontanero de la primera entrega, ha sido expulsado del hogar. Vuelve lloriqueando de vez en cuando. Ella le asalta con una de esas terroríficas miradas femeninas que destrozan la autoestima de cualquier varón, para acto seguido decirle que le quiere mucho, pero que se vaya con el llanto a otra parte.

Hay una perfomance de todas las mujeres del pueblo con velas reivindicando, se supone, el derecho a poder decidir acerca de cuándo y cómo quieren establecer el contacto sexual con el depredador masculino.

Una frase pronunciada con airada determinación por el inspector a cargo del caso: “Me da vergüenza ser hombre”.

Y de todo ello pueden extraerse unas confusas conclusiones finales. Dejando de lado el interés policial por el descubrimiento del culpable, de todo lo que hemos visto llegamos a lo siguiente:

El sacerdote en los sermones, más que referirse a la esperanza en la vida eterna del creyente que se salva por la fe en Cristo (al que no menciona ni una sola vez), transmite la idea de la “comunidad”, del grupo de vecinos que se necesita  y con el que hay que fortalecer las relaciones para; (se supone), hacer frente a los malos momentos, a las desgracias personales y a los problemas crecientes.

La “comunidad”, el pueblo, es fundamental. Es esa comuidad la que ha expulsado al criminal de la primera temporada, a pesar de que el jurado había acabado absolviéndolo. Si antes había una instancia (divina) superior ante la que había que responder, ahora, ante el evidente descreimiento religioso general, el sacerdote aboga por convertir a la “comunidad” en la última detentadora del poder sancionador. El castigo es la expulsión de la tribu.

 ¿Quizá occidente vuelve a la prehistoria, a la tribu y al poder de la asamblea tribal para preservarse ante la avalancha?

Aparentemente la serie es ultrafeminista, pero solo aparentemente. De todo lo expuesto concluimos que las mujeres son buenas, fieles esposas y son los maridos, obsesos sexuales, débiles de carácter, incapaces de mantener un mínimo de dignidad,  los que infringen las promesa matrimoniales que para ellas son sagradas.

Breves referencias al “porno” que solo consumen los hombres y que envenenan las mentes de los jóvenes.
La sargento “Millar”, además de insultar a su padre (pobre hombre que se hace cargo del hogar mientras la hija trabaja) arremete militarmente contra el hijo, al que llega a arrebatar el móvil. Este acto, el “arrebatamiento” del móvil al adolescente, entra para la generalidad de los padres en el terreno de la ciencia
ficción.
Se ignora en la serie que el porno está presente en internet y no se necesita de ningún tráfico secreto de archivos para la contemplación. Pero como digo, así lo
cuentan.

Curiosamente, ni una sola referencia a lo “Gay”. En la segunda temporada había una relación de lesbianismo entre una abogada y la periodista local, pero en esta tercera solo queda la periodista puesto que la abogada se ha ido del pueblo.

¿Estamos, entonces, ante una serie acorde con el NOM, o no?

Más bien parece que no. El aparente ultrafeminismo despista un poco. Después de todo, se reivindica la vida en familia y la vuelta al hogar del varón descarriado.

Las mujeres parecen reclamar fidelidad, compromiso, algo más de fuerza y personalidad a los hombres y menos sensiblería y lloriqueos. “Su sufrimiento no deja lugar al mío”. Traduzco: “Si mi marido no deja de llorar y es incapaz de enfrentarse a la vida y a las necesidades de la familia, todo el peso recae sobre mí. Y entonces le digo. Te quiero mucho, pero vete con las lamentaciones a otra parte”.

De todas maneras es una serie entretenida, técnicamente notable que se ve con interés. Recomendable,
sin duda.















































































































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