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jueves, 11 de enero de 2018

ATERRADORA Y BLANCA NAVIDAD

Lluvia mortal
Viajeros del tren nocturno

















Como resultado de la última nevada unos jóvenes españoles atrapados en un puerto de montaña  han descubierto que el sistema en que han crecido y creído consiste básicamente en una estafa.

Confiados en los mensajes relajantes que han recibido a lo largo de su corta vida pensaron que todo estaba bajo control. Una nevada, un tiempo revuelto en invierno que además activa de inmediato alarmas y alertas de varios colores según sermonean los telediarios (en vez de medios de comunicación deberían denominarse medios de aletargamiento general), no debían suponer problema alguno para los departamentos supuestamente garantes de que ningún peligro aceche a los confiados ciudadanos, jóvenes sobre todo. La administración pública, alguna de las numerosas que padecemos, toma de inmediato el control y garantiza que nuestra vida va a transcurrir indefinidamente en lo que los voceros y propagandistas diversos denominan un entorno seguro y controlado.

Algunos españoles disfrutaban todavía de las reuniones navideñas cuando los noticiarios advertían del temporal de nieve y casi de pasada hablaron de problemas en algunas carreteras españolas, singularmente la AP 6. No obstante las mismas señoras que comunicaban las malas noticias, sonreían y a continuación calmaban los nervios de los televidentes ante el retorno vacacional afirmando que la UME había sido movilizada con lo que todos podían continuar con las cenas y el reparto de regalos en la seguridad de que el gran hermano, Rajoy y sus acólitos, velaban para que nada alterase el tonto adormecimiento general.

 La UME nada menos, impresionante acrónimo que significa unidad militar de emergencias. Su eficacia no debe estar a la altura de las expectativas puesto que cientos de conductores permanecieron atrapados en la nieve a pesar de que los acrónimos se utilizan con profusión cuando se quiere dar a entender que alguien se ocupa del problema. Así la UCO, los GAR, el SEPRONA y otros grupos semejantes cuya composición y funciones nunca aparecen excesivamente claras.

Nuestros jóvenes pues, confiaron en el entorno cuidadosamente controlado por las autoridades y decidieron circular a bordo de un todoterreno con tracción total, pero escasos de ropas de invierno y se adentraron en la carretera de un puerto de montaña para verse atrapados en una situación con escasas vías de escape.


«No hay problema», debieron pensar. «Hacemos una llamada al 112 y de inmediato nos enviarán un helicóptero con especialistas entrenados en estas operaciones, tal como nos muestran en los telediarios cuando rescatan a montañeros accidentados al filo de tenebrosos e insondables abismos».

Entorno seguro y controlado, es lo que publicita la «marca España» del señor Rajoy. Por el contrario, obtuvieron como respuesta un displicente comentario del señor o señora del 112, «ya somos mayorcinhos» o algo parecido en idioma bable o similar. O sea que de lo prometido, nada. Una nevada y el entorno garantista desaparece. Los organismos supuestamente creados para solucionar todos los problemas del mundo se descojonan de los jóvenes atrapados que finalmente se ponen en comunicación con la Guardia Civil que no puede llegar a donde ellos están, (¿y la unidad de rescate de alta montaña, tan eficaz? Pues vete a saber) y les aconseja que caminen tres kilómetros cuesta abajo en medio del temporal de nieve y con ropa veraniega o poco menos.

Algunas conclusiones deberían extraer nuestros confiados jóvenes. Primero, que cuando la situación, por el motivo que sea, sube unos puntos (no demasiados) en el termómetro de los peligros que acechan nuestro cotidiano deambular por este mundo, todos los organismos creados, sostenidos por el dinero público y pensados para garantizar la seguridad de los ciudadanos, simplemente se ven y se verán en el futuro, desbordados. Piénsese que la ola de frío ha causado estragos en Nueva York, que el huracán Katrina hundió literalmente ciudades enteras bajo el océano sacudido por el huracán, que los bomberos de Nueva York se comportaron heroicamente, pero nada pudieron hacer frente al desastre de las torres gemelas, que un tsunami causó doscientos mil muertos en Indonesia, etc.

En segundo lugar, tendrían nuestros jóvenes que desconfiar de teléfonos de emergencias y organismos de protección civil que, en general, están al servicio de los funcionarios y responsables que los gestionan a cambio de jugosas nóminas. En una tormenta de nieve y frío no hay que fiarse de rescates prometidos. El responsable de la DGT disfrutaba de unas merecidas vacaciones navideñas y se cabreó cuando le recordaron sus obligaciones, los ministros del gobierno central lo mismo, los responsables de los gobiernos autonómicos siempre en demanda de traspasos competenciales tampoco aparecían por ningún lado y la Guardia Civil (desbordada) no podía hacer más de lo que hizo.

Para próximas alertas meteorológicas lo más sensato es, desde luego, dejar el coche aparcado y si no es posible, llevar ropa de abrigo suficiente, comida para una semana, cargar el depósito de combustible hasta que rebose y un par de bidones de veinte litros extra como si uno fuera a participar en el Dakar. Pero por encima de todo no fiarse, no confiar en los políticos ni en los bustos parlantes que con sonrisas melifluas anuncian desastres y medidas que deben solucionarlos. Los primeros suelen ser ciertos, pero las segundas solo tienen como objetivo aletargar al televidente para que no cambie el sentido del voto.

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