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lunes, 30 de septiembre de 2019

EL ZAR DE TODAS LAS RUSIAS

Viajeros del tren nocturno
Lluvia mortal
















Recientemente tuvimos ocasión de recordar lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001. El atentado de las torres gemelas, extraño atentado, seguido del aún más extraño derrumbamiento de la torre 7.
Las teorías de la conspiración se dispararon desde el mismo momento en que ocurrieron los ataques. Algunos cuestionan incluso las imágenes que las televisiones de todo el mundo transmitieron. Pero lo importante aquí es pensar no tanto el cómo, como el porqué y para qué. Móvil, medio y oportunidad, la santa trilogía de toda investigación criminal. Aquí medio (aparente) y oportunidad no parecen ofrecer dudas, pero el para qué es en sí mismo, visto lo ocurrido con posterioridad, un misterio.
Estamos ante un acto criminal. La muerte de unas 3.000 personas en los atentados, aunque nunca se ha aclarado exactamente el número. Es un asesinato masivo que debería explicarse de alguna forma. ¿Quién o quiénes fueron los culpables? En principio tres aviones fueron asaltados desde dentro y desviados para estrellarse contra las dos torres gemelas y un tercero contra una parte del pentágono. Esa es la versión oficial. Pero más importantes fueron sus consecuencias.
Los conspiranoicos achacan la autoría intelectual a sectores de la propia administración USA que necesitaban el “casus belli” para iniciar una campaña militar de ocupación de países musulmanes, fundamentalmente Afganistán e Irak cuyo motivo último serían oscuros intereses económicos de control del petróleo.



Otras ideas sitúan el origen en los servicios secretos israelíes que tenían por objetivo que Estados Unidos atacase países tradicionalmente enemigos de Israel. Pero hay una tercera posibilidad si de entre todas descartamos la versión oficial.
Alguna vez me he referido al libro, novela de ficción de Larry Collins, “Laberinto”. En la novela el director de la KGB en el momento en que se sitúa la historia advierte a sus inmediatos subordinados todos ellos sentados alrededor de una mesa, el grave problema a que se enfrenta, no ya la Unión Soviética, que bajo Gorbachev estaba desmoronándose, sino la propia Rusia. El problema se situaba en lo que el director, señalando un mapa, denominaba el bajo vientre de Rusia. Un inmenso país cuyas fronteras del sur están rodeadas de países musulmanes, uno de los más cercanos e incontrolables para el imperio ruso, Afganistán.
En “Laberinto” el director del KGB organiza un atentado a cargo de células terroristas árabes infiltradas, sin que ellas fueran conscientes, por agentes soviéticos. El atentado debía ser de inusitada gravedad, a pesar de lo cual, el director contaba con la ayuda de una singular tecnología de control mental que pondría directamente al presidente USA en un estado de ira desbocada. En ese estado emocional era previsible que el presidente ordenara bombardear el país del que supuestamente había partido el comando, haciendo uso incluso de armamento nuclear.

Esa respuesta, según el director del KGB enajenaría a todo el mundo musulmán contra Estados Unidos y el odio anti ruso de los países vecinos y de todo el orbe islámico, que ya habían visto la debilidad del ejército soviético en la guerra de Afganistán, cambiaría de inmediato de objetivo. Si los Estados Unidos habían sido el principal aliado de los afganos contra los rusos, pasarían, gracias a la artimaña del KGB a ser los peores enemigos del ISLAM.
Esa estrategia permitiría a Rusia el respiro necesario para poder resurgir de las cenizas del derrumbe soviético.
Ahora analicemos con detenimiento lo ocurrido en el año 2001. Los atentados de las torres y del pentágono siempre se ha sospechado que contaron con grandes medios de preparación y de organización que Al Qaeda es dudoso que dispusiera por sí misma y también es muy posible que esta organización tuviera agentes encubiertos al servicio de la Unión Soviética en sus filas. En segundo lugar Vladimir Putin, ex reputadísimo agente del KGB estaba al frente de la federación rusa en 2001. Desde los años noventa el imperio soviético retrocedía agobiado por los conflictos armados. Yugoslavia se había desintegrado como consecuencia de varias guerras y del apoyo de occidente a las repúblicas contrarias a Serbia sin que Rusia pudiera hacer nada por ayudar a su tradicional aliado. Una Rusia que tenía sus propios problemas con una guerra reciente en Chechenia que todavía coleaba y el peligro de que la rebelión se extendiese a otras repúblicas rusas con significativa población musulmana.
El ataque fue de tal magnitud que no necesitaba refuerzos mentales para llevar a los USA a una respuesta desmesurada. Invadieron el país de los antiguos aliados afganos, se enemistaron con el Pakistán musulmán y nuclearizado y terminaron por invadir Irak cuyo presidente Hussein nada tenía que ver con los atentados, poniendo como excusa que estaba desarrollando un plan de rearme nuclear. Todo desmentido una y otra vez por observadores imparciales. El resultado es la práctica desaparición de Irak como país independiente y el caos en todo el oriente medio.
En el intervalo la Rusia de Putin se permite un respiro, se rearma tecnológicamente hasta alcanzar el nivel de occidente y reaparece en la guerra de Siria ya como el país aliado de una nación musulmana y dispuesto a evitar que uno de sus antiguos satélites en oriente medio, Siria, sea destruido por Estados Unidos e Israel tal como había ocurrido con la Libia de Gadaffi.
Incluso, llevando la conspiranoia al delirio, podría pensarse en una alianza secreta entre Rusia e Israel para atraer definitivamente a los Estados Unidos a una nueva guerra con peligros y costes en vidas norteamericanas parecidos a los de Vietnam. No siempre el amigo de mi enemigo es mi enemigo, ni el enemigo de mi enemigo es mi amigo.
Otra de las ventajas de esta estrategia rusa tiene que estar necesariamente la disminución de la presión sobre Rusia de los superpoblados países musulmanes fronterizos y en la práctica desaparición de atentados terroristas islamistas en el interior del país a los que Putin, en su momento, respondió a sangre y fuego, sin ninguna concesión al sentimentalismo de que hace gala occidente cuando sufre acciones similares. No se vieron, ni se verán en la Rusia de Putin procesiones de velas encendidas ni abrazos llorosos a musulmanes sonrientes. Putin es otro tipo de líder. Un nuevo zar para el imperio ruso.

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