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martes, 8 de octubre de 2019

LA IRA DE GRETA

Viajeros del tren nocturno
Lluvia mortal















La niña Greta es una niña enfadada. Lanza miradas cargadas de odio infinito a los que no estamos de acuerdo con lo que ella dice. El planeta se muere, los océanos están contaminados, los bosques se talan indiscriminadamente, los indios amazónicos están amenazados.
Según Greta nos estamos cargando el planeta y a ellos, los niños que vienen detrás no les estamos dejando nada.

Greta es una niña que da miedo, imagínense cuando sea una mujer con esa mirada y en plena era de dominio femenino sobre el varón y sobre el mundo. Parra salir corriendo.

Greta es el producto del adoctrinamiento masivo. Hace treinta años pronosticaban el hundimiento bajo dos metros de agua de mar de las zonas costeras del mundo, sobre todo de España. El culpable era el calentamiento global. También se advirtió de la singular falta de ozono en los polos de la Tierra. Había dos agujeros de ozono de dimensiones colosales en al Ártico y en la Antártida. Las consecuencias iban a ser terroríficas. Ya no se habla de ello, ahora solo del calentamiento global.

 El clima se ha descontrolado. A veces llueve demasiado y otras demasiado poco. El invierno es poco frío o demasiado frío, en ambos casos es consecuencia del calentamiento global. Los huracanes menudean y los ciclones arrasan. Aparecen las DANAS.



Los conspiranoicos dicen que la DANA del sureste español ha sido generada ex-profeso por los chetmails de misteriosos aviones para hundir la producción de hortalizas españolas y que la UE se abastezca desde Marruecos.

Todo son sospechas e intranquilidades. Nadie puede ya encarar un verano sin sobresaltos ni un invierno sin severas advertencias de la chica televisiva del tiempo.
Además tenemos una lista cada vez más larga de países armados hasta los dientes con bombas nucleares y misiles de última generación capaces de poner cada una de esas bombas en cualquier lugar del globo.

Además, un número desconocido de submarinos atómicos que no necesitan salir a la superficie en años, navegan o simplemente se aposentan en desconocidas fosas submarinas esperando el código correspondiente. Una vez lo reciban y según puede verse en las películas, el comandante y el segundo de a bordo acudirán a un panel electrónico y de común acuerdo introducirán una llave cada uno de ellos para proceder al lanzamiento. A no ser que se líen a hostias entre ellos, según también las películas.

Las posibilidades de destrucción planetaria pues, se reducen a dos. Guerra nuclear por un lado, nada descartable desde el momento en que gente como el líder de Corea del Norte, el propio Trump, Putin o el señor Netanyahu tienen a su disposición y a merced de sus neuras puntuales la posibilidad de acabar con todo.

Ya lo dice Arthur Fleck: «lo malo de padecer una enfermedad mental es que todo el mundo espera que te comportes como si no la tuvieras».

La segunda posibilidad es la que denuncia la ira de Greta. El cambio climático que según parece acabará asándonos a todos a fuego lento bajo la parrilla de gases CO2 que provocarán el efecto invernadero. A no ser que el efecto invernadero propicie la multiplicación de cosechas anuales como ocurre en el mar de plástico almeriense. Esto nos haría sudar, pero nos enfrentaría al dilema de si debemos considerar positivo o negativo dicho calentamiento mientras nos atiborramos de berenjenas, pepinos, calabazas y calabacines gigantes. Ya veremos.

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