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domingo, 20 de agosto de 2017

CUARTA GUERRA MUNDIAL II

Lluvia mortal
Viajeros del tren nocturno

En los atentados de Barcelona, parece que la gente siguió comprando en las tiendas abiertas de las Ramblas con total indiferencia. 

Por lo que podemos leer en la prensa sigue la división entre el gobierno catalán y el de Rajoy. El presidente catalán anuncia que Barcelona seguirá siendo una ciudad de acogida y abierta a la inmigración. El proceso de independencia continúa. Se realizan los actos acostumbrados. Se ponen velas, se organizan manifestaciones silenciosas (recuerdan "el silencio de los corderos"). Asisten altas autoridades que manifiestan heroicamente no tener miedo (cientos de policías y guardaespaldas a su servicio dan fe de ello) y al finalizar el minuto de silencio aplauden. Se supone que aplauden el silencio (el silencio de los corderos, repito).



CUARTA GUERRA MUNDIAL II

Laberinto se sitúa en los años finales de la llamada guerra fría, que en mi opinión es la tercera guerra mundial. En la Unión Soviética el líder supremo (secretario general del PCUS) es Gorbachov y el ejército rojo virtualmente ha perdido la guerra en Afganistán. Gorbachov es joven, inteligente, realista y por encima de todo comunista. Se da cuenta de que la URSS está atrasada en tecnología y de que el sistema no es capaz de responder a la supremacía económica, tecnológica y militar del bloque occidental. Comienza a hacer reformas a través de dos políticas que denomina glasnost (un intento de liberalizar el sistema político) y la llamada perestroika (que tenía como objetivo modernizar la economía soviética). Los líderes tradicionales de la URSS desconfían de que por ese camino pueda alcanzarse el éxito que el Secretario del PCUS persigue.

Feodorov es el jefe del KGB y sabe cuál es el auténtico problema de la URSS. Aunque de cara a occidente aparece como una unión de repúblicas comunistas, en realidad es el  imperio ruso de los zares, ahora bajo hegemonía del Partido. El PCUS tiene bajo su dominio a varias naciones del entorno como tradicionalmente han sometido los imperios a los reinos, estados o países menos poderosos. Lo que mantiene unido el imperio es el KGB y también la amenaza más lejana del hasta ese momento invencible ejército rojo. Pero el ejército está siendo derrotado en Afganistán y el mensaje se está trasladando a las repúblicas islámicas vecinas. Véase en el siguiente enlace la composición y la extensión de las repúblicas islámicas teóricamente pertenecientes a la URSS. Feodorov como buen analista simplifica la complicadísima situación a que la URSS se enfrenta reduciendo el problema a dos o tres variables manejables. Lo que Feodorov llama el bajo vientre de Rusia y a lo que se refiere como la permanente conjunción disyuntiva a que se ha enfrentado históricamente  (Rusia es uno de los países europeos invadidos a lo largo de la historia por los musulmanes, junto con España y Grecia). O Rusia domina y somete a estos países o son estos países los que acabarán invadiendo Rusia. 






 
La segunda parte de la novela nos sitúa en “un lugar próximo a Asjabad, república de Turkemistán, URSS”.

El ingeniero bieloruso Vladimir Sorubnov lleva en Asjabad doce años obedeciendo a un plan que pretende trasladar gente de las repúblicas europeas soviéticas a las islámicas para implantar entre la población asiática y musulmana ciudadanos del Oeste europeo más cualificados, más laboriosos y más leales. Sorubnov no puede sufrir a los musulmanes turkomanos entre los que le han colocado. Le parecen amenazadores y peligrosos. Hablan su propia lengua en vez del ruso. Tienen aspecto diferente, piensan de manera diferente y todo lo hacen de forma diferente. Muestran además abierta hostilidad a los rusos europeos. Ahora Sorubnov viaja por una carretera solitaria, un hombre le pide ayuda para apartar un árbol caído al borde de la carretera. Se baja del vehículo confiadamente y en un momento alguien le ataca por la espalda, le cercena el cuello y le corta el órgano sexual para metérselo en la boca. Es lo que en Afganistán hacen los mujaidines a los soldados heridos del ejército rojo.

Los asesinos de Sorubnov pertenecen a una de las sociedades secretas más antiguas y disciplinadas del mundo, los qadiri tariga, una de las tres hermandades de los sufíes islámicos. Los gestos rituales que realizan entre ellos tienen su origen siete siglos y medio atrás, en el Bagdag de los califas, en la edad de oro de las conquistas del Islam. Son murids, discípulos admitidos recientemente en la hermandad. El maestro al que deben obediencia absoluta es el  murshid. Esta hermandad siempre se ha opuesto a las conquistas rusas, fueran de los zares o de los comunistas. El maestro comenta con los discípulos: «la elección de Sorubnov como víctima ha sido al azar, la muerte de ese hombre sembrará el temor en el corazón de diez mil rusos. La muerte del siguiente les hará empezar a pensar en la forma de marcharse de aquí y volver a Leningrado o Moscú. Así es como nuestros hermanos de Argelia combatían a los franceses. Así es como, en África el Mau Mau aterrorizaba a los solitarios granjeros ingleses. 

—Ellos devolverán el golpe— advierte uno de los discípulos.

—Bien —contesta el maestro—. Eso es lo que queremos. Que nos envíen tanques y la policía militar. Atacarán brutalmente a la población y, por cada víctima, tendremos cien nuevos combatientes. Así es como se luchó contra los colonialistas en Indonesia, en África, en Oriente Medio. Estos comunistas rusos son los últimos colonialistas, y también caerán».

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