CUARTA GUERRA MUNDIAL III
Al asesinato de Sorubnov se han
unido otros similares en las repúblicas islámicas y atentados con bombas en los
edificios y monumentos más representativos del poder soviético. Feodorov sabe
que el ejército, ya derrotado en Afganistán no puede responder como lo habría
hecho en los tiempos de Stalin. Convoca una reunión con los jefes del KGB de
las repúblicas y planea una estrategia arriesgada a espaldas del presidente
Gorbachov. La capacidad de respuesta a la peligrosa sublevación depende
exclusivamente del KGB.
Al margen del argumento de la
novela, la derrota de Afganistán se ha producido, no tanto por la capacidad
militar de los mujaidines, como por
el apoyo y entrenamiento que han recibido a cargo de potencias occidentales,
Estados Unidos principalmente y otros países tales como Pakistán, Arabia
Saudita, Suiza, etc. Estados Unidos expulsado de Irán por los ayatolas chiitas de Jomeini, en la lucha
ciega que mantiene contra la otra superpotencia, (tercera guerra mundial) ve en
el conflicto afgano la posibilidad de crear un Vietnam para los rusos. Los mujaidines son guerreros curtidos y
eficaces, pero sin el armamento y la instrucción recibida poco hubieran podido
hacer contra el ejército soviético. El desplome final se produce cuando los
helicópteros artillados rusos que consiguen grandes resultados en la batalla
sin necesidad de arriesgar penosos avances de infantería, tal como ocurrió en
Vietnam, son abatidos por modernos
sistemas de lanzamisiles que los norteamericanos ponen en manos de los
combatientes islámicos.
Los jefes del KGB dialogan acerca de la situación
creada y plantean posibles soluciones que en general buscan una invasión
militar que aplaste a los rebeldes. Feodorov, por el contrario, les plantea la
situación real en que se encuentran. El ejército, después de la experiencia en
Afganistán no quiere enredarse en una guerra similar y además el Secretario
General del PCUS, Gorbachov es absolutamente contrario a semejantes veleidades
guerreras. Gorbachov busca desesperadamente un pacto con los occidentales que
le permita reformar el anquilosado sistema soviético y poner en marcha la
recuperación económica. Descartada la opción militar Feodorov pregunta a los
asistentes cuál es la opinión que los islamistas hacia los americanos. En
general les tienen un gran aprecio. Creen que ellos están ayudando a los mujaidines a ganar la guerra. Solo un
incidente enturbia esta percepción positiva que tienen de los Estados Unidos.
Durante la guerra Irán Irak, bajo
la presidencia de Reagan un barco militar USA derribó por error un vuelo de pasajeros
iraní. Según los jefes del KGB reunidos con Feodorov la reacción general fue de
absoluta indignación con la acción norteamericana. Los islamistas soviéticos no
dieron ninguna importancia a los ataques que sufrió Libia o a los problemas que
pudieran tener los árabes de Oriente Medio, no sentían ninguna empatía hacia
ellos, pero a partir de la frontera de
Irán todos se consideraban parte de una cultura común, una auténtica hermandad
islámica. En este punto no podemos olvidar que las fronteras del imperio romano
llegaron hasta el límite en que comenzaba el imperio parto que más o menos
podía corresponder a las fronteras en que comienza el actual Irán.
Fodorov cree haber dado con el
elemento clave que puede solucionar el desafío a que se enfrenta. Tratará de
convencer a los musulmanes del imperio soviético de que no siempre el enemigo
de mi enemigo es mi amigo. Además cree disponer de la tecnología necesaria para
conseguirlo. No se trata de armamento avanzado, ni de grandes portaaviones o
carros de combate de última generación. Feodorov va a utilizar algo en lo que
la Unión Soviética ha conseguido avances asombrosos, el conocimiento del
cerebro humano y la forma de manipularlo sin que la víctima sea consciente de
lo que está ocurriendo.
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