CUESTIÓN DE SEXO.
“Se ha levantado el secreto
bancario”. Algo así se dijo cuando la administración pública consiguió eliminar
todos los obstáculos que le impedían saber cuánto dinero y cómo lo tenía
invertido cada uno de sus súbditos que en adelante perdieron la condición de
ciudadanos para pasar a ser presuntos…defraudadores.
Otro secreto, en este caso a
voces, ha acabado por saberse. En el mundo del cine, el de la creación
artística o el de la mentira sistemática, según se quiera, impera la dictadura
del sexo. Si quieres un papel: “Agáchate maldito”.
El gran destapador ha resultado
ser el hijo de Woody Allen, Ronan Farrow. El enigmático Woody ha sido
involuntario protagonista de la reciente gran superproducción que
podría titularse “Con él llegó el escándalo”. Woody tenía un trato complicado
con Mia Farrow. Según se cuenta vivía separado de esta mujer y la relación se
reducía a las llamadas telefónicas que Mia le hacía para consultar y poner en
su conocimiento los graves problemas a que se enfrentaba como consecuencia de
una adicción como otra cualquiera. Era adicta a adoptar niños. Quería como
tantas otras almas caritativas salvar el mundo. Envió a Soon Yi para que Woody
la ayudara respecto a algunos problemas personales que la chica arrastraba como
consecuencia de una niñez traumática, (contrariamente a lo que se supone Soon
no era hija adoptiva de Woody), y entre una charla de diván del “genial”
director y otra surgió el flechazo. A Woody le gustan jóvenes, eso no quiere decir que sea
pederasta. A muchos hombres les gustan jóvenes. A muchas jóvenes les da por
emparejar con hombres mayores. A los hombres en general les atraen las mujeres.
Es inevitable condición masculina.
Mia encontró fotos de Soon Yi
desnuda que, intuyó de inmediato, había hecho Woody. Montó en cólera y acabó
denunciándole por conducta inapropiada con otra de las hijas del matrimonio,
Dylan. El asunto llegó hasta algún juzgado, aunque parece que el juez no
admitió la demanda. Woody acabó casándose con Soon Yi y Mia volvió a la vida de
madre abnegada de sus muchos hijos rumiando alguna terrible venganza sobre el
pobre Woody. Ronan, influido por su madre (la mano que mece la
cuna es la mano que domina el mundo) ha metabolizado un profundo sentimiento de
odio hacia el padre biológico que por procesos de sublimación freudiana ha
acabado estrellando contra otros destacados hombres del cine. (Si bien Mia,
quizá por despecho, ha afirmado que Ronan es hijo de Frank Sinatra. La verdad
es que según el ángulo en que aparezca en las fotos el parecido es notable).
Como en la famosa escena de
“Casablanca” cuando el policía francés cierra el local de Rick y le dice que lo
hace porque se ha enterado de un terrible escándalo: “en este local se juega”, justo
en el momento en que un camarero le entrega las ganancias de la ruleta.
Podríamos decir aquí imitando la cara de pasmo del policía: “¡qué escándalo!, en
el mundo del cine hay sexo”.
Muchas actrices son forzadas a
acostarse con los productores, directores, todos ellos hombres poderosos. Ahora
bien, el término “violadas”, ¿es correcto? Véase aquí el testimonio de Merryl
Streep.
Conducta vergonzosa, desde luego,
merecedora además de una sonora bofetada. Pero es que en el colorido universo
de la industria cinematográfica, directores, productores, actores y también
muchas actrices se han visto elevados a la condición de seres superiores.
Auténticos dioses modernos, supermanes para los que no existen límites.
Ahora bien, USA es un país serio
con estas cosas. Ha habido casos. Una denuncia de una camarera de hotel llevó a Dominique Strauss Kahn de las alturas
de la élite del FMI al desastre absoluto. Otra denuncia similar acabó con Mike Tyson
entre rejas por unos años; a partir de ese momento acabó su carrera. Sobre
Roman Polanski pesa una orden de detención por un antiguo episodio de
violación. De momento Europa, la hipócrita Europa ha evitado su extradición
¿Por qué actrices famosas han callado hasta este preciso momento y ahora se
lanzan todas en tromba a denunciar acosos y violaciones?
Si en su momento lo hubieran
hecho más de uno de estos acosadores habría acabado ante un juez o una jueza,
esta última se supone más sensibilizada con estas cuestiones. En todo caso los
jueces se habrían limitado a aplicar la ley norteamericana.
El precio a pagar por la denuncia
era renunciar a una prometedora carrera. Lo que ocurre es que el cine, el
séptimo arte, es la gran actividad sagrada que no admite crítica y parece estar
por encima del bien y del mal. Actores y actrices tienen bula para pontificar
sobre lo divino y lo humano. Alec Baldwin arremete contra Trump, se burla de
él, Merryl Streep también. Todo el electorado norteamericano se ha equivocado.
Ellos y ellas, (cuya actividad profesional es mentir, adoptar personalidades
ficticias, crear historias falsas) por el contrario, están en la verdad, tienen
el poder.
Una violación es extremadamente
violenta y traumática. Estas actrices que ahora denuncian al famoso productor
de Miramax, no parecen, al menos las más famosas y a primera vista,
traumatizadas. Más bien se deduce que el productor en cuestión hace una oferta
que no se puede rechazar: “o te acuestas conmigo, o no hay papel”. Asqueroso y desagradable, pero…y ellas se
acuestan. Y las que no lo hacen e intentan recabar solidaridad de compañeros y
compañeras se encuentran, se encontraron con un muro de infranqueable silencio.
.Ahora son legión las actrices
que denuncian haber sido acosadas. También se descorre el velo del abuso
homosexual.
Kevin Spacey ha sido acusado de
forzar a un joven. El actor se ha apresurado a envolverse en la conocida
defensa: “soy homosexual (esta condición parece que protege mucho). Estaba
bebido. Lo siento, pido perdón. Me recluyo en una clínica para tratar mi adicción
sexual…”
Adicción al sexo como la que
padecía Michel Douglas. Adicción que hace presa en muchos hombres del mundo del
celuloide. Y es que cine, poder, dinero y sexo son casi sinónimos. Y el cine
más reputado y vanguardista es sexo y violencia. Que se lo digan a Tarantino.
¿Obligó a Salma Hayek a bailar desnuda la danza de la culebra?
¿Se siente feliz una mujer
completamente desnuda delante de una jauría de babosos chimpancés salidos?, ¿o
lo hace porque lo exige el guión?, o sea, por la pasta. ¿Violaron Marlon Brando
y Bertolucci a María Schneider en la famosa escena del “Último tango en
París”?, pues parece que sí, pero Bertolucci lo justifica: “No quería que
fingiese la humillación, quería que la sintiese”.
Es que en el cine todo está justificado.
El guión lo exige, tal como ocurre en “House of cards”.
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