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lunes, 2 de julio de 2018

DESDE RUSIA CON DEPRESIÓN

Lluvia mortal
Viajeros del tren nocturno















Vaya por delante que el fútbol me parece un deporte incomprensible. No lo he entendido nunca. Solo en una ocasión recuerdo que el Barcelona de Guardiola jugaba la eurocopa creo, contra un equipo alemán. Aterricé en la cadena que lo retransmitía por el “zapping” y sí, en aquel partido y en aquel momento supe que el Barcelona iba a ganar. No entendía de estrategia alguna, ni era capaz de reconocer a ningún jugador más allá de Messi, pero se veía que el Barcelona dominaba el partido, sabía a lo que jugaba y controlaba perfectamente el encuentro.

 El equipo contrario parecía sobrepasado, corría de manera caótica y cuando se acercaba a la portería del Barcelona lo hacía como el corredor de fondo que cuando llega al estadio comienza a deambular de un lado al otro, incapaz de sostenerse sobre sus pies. Supe que iba a ganar el equipo catalán como así fue finalmente.

Ha sido la única vez. Los pocos partidos, ninguno completo, que he sido capaz de ver siempre me han producido la sensación de caos y desorden, como si pudiera ganar cualquiera de los dos equipos con solo un poco de suerte del ganador o mala suerte del perdedor.

Argentina y España, antaño países hermanos y probablemente aquejados de algunos males similares han sido eliminados. Ahora es el turno de los periodistas, algunos como hienas sedientas de sangre ya están saltando a la yugular. El periodista puede decir lo que quiera, puede anticipar mediante sólidos argumentos que España ganará o perderá por hacer o no hacer lo que él dice, pero pase lo que pase conservará el puesto.


Al difunto Luis Aragonés que parece que de fútbol entendía un poco, le atacaron casi físicamente por no contar con Raul. Le recuerdo totalmente fuera de sí en una entrevista televisiva con un periodista salvaje y violento que le embestía como si en frente tuviera un delincuente. Finalmente Luis ganó la copa de Europa y dimitió. Increíble. Poco después murió. Dejó un equipo ganador en manos de del Bosque que tenía mejor imagen en el mundo periodístico. España ganó el mundial de 2010 y del Bosque se adjudicó todo el mérito. Hubo algún contado crítico de fútbol que apuntó la mayor dificultad de ganar la copa de Europa y el mérito de Luis por haber construido el equipo que se llevó el mundial.

Pero también lo pudo perder. Hay algo de saña criminal en los equipos que se enfrentan (y parecen odiar con especial animosidad) a España. Recuerdo el patadón a Alonso que quedó impune en Sudáfrica me parece. En un mundial iberoamericano, ¿el de México tal vez?, un jugador italiano le rompió la nariz delante del árbitro a Luis Enrique y el colegiado en cuestión no dijo nada. Y cuando Camacho comandaba el equipo nacional en Corea del Sur y contra el país anfitrión le robaron descaradamente el partido.

Entre los comentaristas de una cadena de radio se habló de ello y del posible soborno al entrenador egipcio. Saltó entonces como una pantera negra el árbitro retirado que participaba habitualmente en la tertulia deportiva y poco menos que se lió a tortas con los que criticaban al egipcio, diciendo algo así como que si España era tan buena lo que tenía que hacer era ganar por tres tantos al menos y que en su presencia, al árbitro egipcio no se le criticaba.

Un ejercicio vergonzoso de corporativismo que quedó sin respuesta. Si hay que ganar por tres tantos, eso se dice antes de la competición para que todos vayan preparados. Y si un árbitro internacional pone por encima el corporativismo con ese argumento frente al sencillo análisis de lo que ocurrió, entonces es evidente que el fútbol era un deporte manipulable y manipulado.

En Argentina estremecen los análisis catastrofistas por la eliminación y un periodista afirma que él ya sabía lo que iba a pasar puesto que Argentina ya no es una potencia mundial del fútbol. Quizá lo fue cuando ganó el primer mundial en presencia de la troika militar que dominaba el país. Luego se supo que había habido un soborno a Paraguay para que encajara seis goles que fueron los que permitieron a Argentina jugar la final que ganó. En resumen que no creo que este deporte tan sobrevalorado tenga tanta importancia como parece. Yo solo veo caos y el balón de un lado a otro con los jugadores persiguiéndolo como pollos sin cabeza. Me parece que sobre todo hay suerte y ayuda del estamento arbitral en función del país que organiza el evento para que la tensión, la atención y, lo más importante, los ingresos publicitarios no decaigan.

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