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miércoles, 9 de octubre de 2019

CRUZANDO EL UMBRAL DE LA DESESPERANZA

Viajeros del tren nocturno
Lluvia mortal














¿Qué podemos decir, o hacer? Me refiero a los católicos bautizados. Los que todavía tenemos fe. Los que creemos que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios hecho hombre. Según la teología tradicional católica, no solo Hijo, sino Dios mismo en Santísima Trinidad con el Padre y el Espíritu Santo.

Decían que San Agustín caminaba cerca de una playa intentando comprender el misterio de Dios. El misterio de la Santísima Trinidad. Vio a un niño que corría una y otra vez hasta las aguas del mar, llenaba un cuenco y lo vaciaba en un agujero que había hecho en la arena. El santo, intrigado, se acercó al niño y le preguntó acerca de lo que estaba haciendo.
Voy a meter toda el agua del mar en este agujero, le contestó. El sabio sonrió y le dijo que era evidente que eso que intentaba era imposible. El niño sonrió a su vez y le contestó: es lo mismo que le ocurre a una mente tan pequeña como la tuya cuando intenta comprender el misterio de Dios.

Dejémoslo ahí. El misterio de Dios escapa a nuestra limitada inteligencia, a pesar de lo cual muchos sabios nos convencen de que lo conocen. Unos niegan la existencia misma de un Dios personal y creador, otros están convencidos de que Dios es todo, en términos populares, sería como la famosa “fuerza” de la Guerra de las Galaxias la película, “fuerza” con un lado oscuro y otro luminoso.



El Papa Francisco, es evidente, que no cree en Jesucristo. Y si el Papa no cree, es también evidente que no es, no puede ser católico ni tampoco cristiano. A pesar de ello, eminentes cardenales, obispos, sacerdotes que sí creen y que lo hacen con mayúsculas, siguen subordinados a las estupideces de este Papa empeñado en marearnos a todos con sus ocurrencias fruto de su profunda ideología peronista.

Dicen que la Iglesia alemana quiere cambiar definitivamente las cosas. Hay un cardenal alemán que se llama, qué curioso, Marx, como el judío que sentó las bases de la revolución comunista, Este tipo quiere que la Iglesia católica se luteranice definitivamente. El problema está, como siempre, en el dinero. La Iglesia alemana y hasta hace poco la norteamericana sostenían financieramente al entramado vaticano y católico.

Ahora, parece que la Iglesia Católica norteamericana está en números rojos atendiendo a las reparaciones económicas que exigen las numerosas sentencias y acuerdos entre violados, violadas y violadores. Sexuales, se entiende. Parece que los depredadores sexuales se camuflaron en el paisaje católico una vez roto el dique de la fe en Dios que supuso el Vaticano II.

Los alemanes chantajean a Jorge con la pasta para que Jorge regule canónicamente todo lo que ahora se lleva. Sacerdocio femenino, abolición del celibato, homosexualismo bendecido, feminismo radical, ecologismo, animalismo y demás que se nos pueda ocurrir.

No hay mal que por bien no venga. Ahora todo está más claro. El Vaticano II fue un concilio para derribar la Iglesia Católica desde dentro. En el trabajo de demolición tuvieron destacada participación Juan XXIII, apodado el Papa bueno con aspecto de abuelete entrañable, el sucesor, Pablo VI que rechazaba la cruz y la sustituía por el efod. Poco sabemos de Juan Pablo I, pero también debía ser producto del Concilio. Luego advino en cuerpo atlético el actor, esquiador, nadador en el tiempo libre Juan Pablo II que redujo la condición divina de Cristo a la de un chamán cualquiera, un monje tibetano cualquiera, un indio con plumas adorador de Manitú cualquiera, al tiempo que se deshacía en pedir mil perdones a todo el mundo conocido y no tan conocido, desde Galileo a todos los rabinos habidos y por haber.

Por cierto, tanto este señor Woytila como la monja Teresa de Calcuta frecuentaron los salones mundialistas de la ONU que es organización masónica y anticristiana por definición. Extraños católicos, ambos, deslumbrados por los fastos y falsas aclamaciones del mundo. Justo en sentido contrario de lo que dijo Jesús de Nazaret: “Mi reino no es de este mundo”.

Sucedió a Woytila el insólito Ratzinger que en su Jesús de Nazaret insiste en rendir tributo al judaísmo religioso que, como sabemos, es profundamente anticristiano.

Y ahora, después de la semi dimisión de Ratzinger, tenemos a Bergoglio. Ocurrente, entretenido. Con expresión facial aterradora, amenazante, como la de Greta, la niña del cambio climático. Al menos este tipo no engaña. Lo ha dicho una y otra vez. No cree, no tiene fe. Ahora anda por la Amazonía dispuesto a coger el arco y la flecha, desprenderse de las blancas vestiduras y corretear en busca de algún mono despistado que echar a la cazuela troglodita.

Y ante todo esto, Sarah, Burke, Shneider, mucha conferencia, mucha oposición de palabra, mucha fraternal corrección, pero a fin de cuentas, nada. El único Viganó. Pero hace falta algo más que denuncias que el mundialismo y Bergoglio se tragan con sonrisa retorcida.

Estamos esperando el cisma. Estamos esperando el retorno a la fe Católica de antes del Concilio nefasto. A ver si se enteran. A ver si hacen algo. O quizá a ver si tenemos, todos, lo que hay que tener para salirnos de esta Iglesia del Bergoglio y compañía y volver a la anterior.


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