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domingo, 13 de octubre de 2019

JOKER

Viajeros del tren nocturno
Lluvia mortal













Antes de comentar la película…

Véanla, es una buena película, de las pocas que merecen la pena. Estéticamente fascinante.

Pero…debemos tener en cuenta el efecto pantalla. A Arthur Fleck lo vemos todos los días en la calle. Pasamos de largo, su presencia abatida al cuidado de un perro o un gato, o varios de estos animales, el cartel toscamente escrito advirtiendo de que lo que a él le pasa puede pasarnos a nosotros es prontamente dejado atrás, oculto entre las sombras de lo que tenemos y tememos perder. El sentimentalismo extremo alienta a los supuestos justicieros políticos dispuestos a quitarnos lo que es nuestro.

Por eso Arthur Fleck, la película Joker es en sí misma peligrosa. Nadie puede solucionar los problemas de este mundo. Suena cursi, pero es evidente. Joker justifica la revolución, el crimen, la rebelión de los supuestamente abandonados por los políticos que en el fondo son abandonados por todos y cada uno de nosotros.



 A nosotros nos puede pasar y lo sabemos, estamos en lucha continua para evitarlo. El mensaje es claro, perturbador, parecido al de la antigua canción «soy rebelde porque el mundo me ha hecho así». Me convierto en un asesino sin alma porque me han obligado a ello.

El efecto distorsionador del cine debe ser siempre tenido en cuenta. Los rostros agigantados, las expresiones dolientes en rostros tallados a voluntad por los directores de cine. La misma exposición del detalle concreto, una posición del cuerpo, una mueca que ocupa toda la pantalla, enfocando solo esa parte del cuerpo humano que interesa para conseguir el efecto deseado, son estrategias de manipulación mental altamente corrosivas.

Lo dicho, la película es buena y dentro de lo que se hace en el cine actual, tan dado a efectos especiales, de lo mejor. Pero el cine es mentira en sí mismo y la visión de una película con altas emisiones de sentimentalismo y mensaje políticamente dirigido, puede resultar peligrosa. Para nuestra salud psíquica y la de la sociedad, ya tan desquiciada, en la que vivimos.



JOKER

(Lo peor de una enfermedad mental es que todos quieren que te comportes como si no la tuvieras).

Athur Fleck al principio no es mala persona. Por el contrario, es un buen tipo que vive en un mal lugar. Quiere ser cómico. Quiere llevar alegría a la gente. Trabaja como payaso para una empresa cutre. Los compañeros se ríen de él, todos menos uno que es enano (ahora creo que este término no se utiliza), habría que decir que padece acondroplasia, pero el pensamiento subyacente, el que ya no se expresa por precaución a lo políticamente correcto, sigue utilizando el término.

Athur Fleck, al principio, cuida de su madre. Su madre envía cartas a Wayne, el padre del futuro Batman. Cree que les ayudará porque Wayne es buena persona y trabajó para él. Poco, por no decir nada, hay en Athur Fleck de cómico.
La ciudad, Gotham, es una ciudad dividida en estratos sociales, como todas las ciudades. Hay partes buenas para vivir, y está la parte desagradable, la de los barrios pobres, las casas llenas de costras con ascensores amenazantes y vecinos peligrosos.

Wayne vive en la zona residencial y Athur Fleck vive en el estercolero social. Athur Fleck consume pastillas para su particular locura que le suministra una doctora de color con expresión de hastío, de desprecio incluso. Fleck pertenece a eso que se denomina basura blanca en Estados Unidos. La parte de población anglosajona expulsada del paraíso a causa de la crisis industrial y económica. Los recortes recortan finalmente el suministro y Athur Fleck cae progresivamente en el abismo del inframundo mental.

Él está loco y lo sabe. Descubre que su madre también está loca y le ha mentido toda su vida. Alguien le da una pistola y el yo homicida profundo, el Joker como la madre de Norman Bates oculta en la psique profunda, se apodera de Athur Fleck. No cuento más. La película es buena, merece la pena verla y sería una estupidez hacer una de Batman aprovechando el éxito en taquilla.

Phoenix es un gran actor. Ahora se discutirá si es el mejor de los que han dado vida al personaje. Pero Athur Fleck no es un malvado de comic, no puede ni debe compararse.

Phoenix impresiona. Delgadísimo, famélico, con ese descalabro óseo que padece, asusta su humanidad, su debilidad, su soledad. Su rostro expresa desolación absoluta, miedo, tristeza infinita. 

Desde el miedo, el abatimiento, el sufrimiento, la risa que es casi un llanto incontrolado. La mueca del payaso sufriente que quiere ser una risa típica del personaje.
El bien y el mal nuevamente enfrentados, sin que ahora, perdidas las referencias, sepamos orientarnos en semejante laberinto.

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