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domingo, 17 de mayo de 2020

VIUDAS Y HUÉRFANOS

Viajeros del tren nocturno
Lluvia mortal

















Leo en Libertad Digital un artículo acerca de Emilio Ucar, fallecido a causa del coronavirus. El señor Ucar era director del Hospital Santa Cristina. La historia que cuenta uno de los hijos de Ucar a través de la articulista es terrorífica. El médico ve que lo que se viene encima es un tsunami virológico y el gobierno y en general la opinión pública completamente equivocados, entienden que la enfermedad es algo parecido a una gripe común. Meses de trabajo del médico en medio del caos apartándose de su propia familia, culminan en una agonía de quince días hasta que finalmente muere en la UCI en medio de otros enfermos también intubados. No obstante, la familia consigue enterrarlo en su tierra natal como era su deseo, en un funeral con mascarillas y otras medidas de protección.

En el mismo digital, la viuda de un médico valenciano, Vicente José Sánchez, se ha querellado contra la Generalitat valenciana por considerarla responsable última de la muerte de su marido.
En ambos casos la historia se repite. Escasez de medios de protección para los médicos y el personal sanitario.

Absoluta imprevisión y fracaso total de un sistema sanitario que después del aviso del ébola importado en tiempos de Rajoy, creo que solo se produjo una muerte y fue la del misionero repatriado, además un contagio, el de una enfermera a la que el responsable autonómico de sanidad acusó de no saberse poner un traje. Responsable que finalmente dimitió. Sistema sanitario que desde aquel momento debió prepararse para enfrentar amenazas similares como la que finalmente ha transmutado de amenaza a peste incontenible.

El mejor sistema sanitario del mundo, según Sánchez, embebido del lema, consigna que se repite como mantra sagrado en todas las comunidades que tienen transferida la sanidad en España, (mucho peor están en..,.«aquí póngase otra comunidad distinta de aquella en la que los usuarios se autoconvencen de ser seres privilegiados, casi extraterrestres inmortales, mentalmente condicionados por la publicidad maliciosa de la clase política que nos lleva al desastre»). El mejor del mundo ha resultado ser el peor.

Todo esto bajo responsabilidad de un ministro de sanidad y un supuesto experto que después de cientos de imprudencias y cambios de opinión, después de decenas de miles de muertos, no han dimitido. Compárese con el ejemplo anterior del ébola. La diferencia está en el partido gobernante. Los altavoces informativos, más bien propagandísticos del PSOE y de la izquierda, demoledores cuando se trata del PP al mando. Acordémonos del asunto del Prestige, del 11 M y del ébola. Callan lo evidente, engañan, insultan, agreden físicamente, envían a los antidisturbios y todo ello en medio del jolgorio nacional de las tertulias impresentables en una situación de crisis humana y económica que va a ser una auténtica hecatombe. La juerga de rojos y maricones continúa.

Y hay que decir que en medio de la tragedia humana del doctor Ucar, ellos, su familia, han podido al menos proporcionarle un entierro decente. Miles de españoles anónimos han muerto de lo mismo y en parecidas o peores circunstancias. No sabemos nada del sufrimiento de sus familias, del proceso de la enfermedad, de la agonía y finalmente de la muerte de tantos seres anónimos y tampoco sabemos nada del comportamiento del sistema en relación con el entierro de estas personas. En qué condiciones se ha hecho, cómo, dónde. Las personas importantes, destacadas, aquellas que ocupan un lugar prominente en la escala social pueden al menos consolarse con la atención que suscitan en los medios de comunicación. El resto, deben, debemos conformarnos con el hermético silencio y el ominoso desprecio de los medios al servicio del gobierno. No se trata aquí de nombrar una por una a las víctimas, pero sí al menos de saber estas pequeñas historias, estos traslados de fallecidos, la opinión de sus maridos, esposas, hijos. Por el contrario, tenemos los desvaríos sexuales de supervivientes, las peticiones de subvención de Resines y compañía, los dislates de José Javier Vázquez y amigos y la enorme preocupación acerca de la fecha de recomienzo de la liga.

Estamos en la tercera guerra mundial y el parte de guerra, en vez de dar cuenta de los miles de muertos, nos informa de magníficos amaneceres amenizados por el trinar de los pajaritos, el vuelo de las mariposas multicolores y de bucólicos crepúsculos envueltos en el canto del grillo y el croar de las ranas.












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