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lunes, 17 de agosto de 2020

LA ESPAÑA QUE SE NOS VIENE ENCIMA

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Viajeros del tren nocturno
Lluvia mortal













Franco murió en el año 1975. Con él murió su régimen. Régimen surgido de la guerra civil de 1936 que ganó Franco en el terreno militar y perdieron los republicanos españoles entretenidos en fusilarse unos a otros. Le sucedió Juan Carlos de Borbón por decisión personal del viejo general. 

El presidente de las Cortes de aquél entonces, Torcuato Fernández Miranda, urdió un auténtico encaje de bolillos para que del régimen dictatorial franquista, España pasara a un sistema democrático admisible por el entorno geográfico y político en que se desenvolvía mal que bien la España de aquellos años.

Eligió un mascarón de proa, un franquista asentado en el Movimiento, único partido tolerado por el régimen militar. No fue otra cosa el franquismo, régimen de cuartel que en los últimos años había devenido en alegre indisciplina en virtud del desarrollo económico. Un desarrollo basado en tres ejes fundamentales, una industria nacional fomentada y sostenida por el INI, un turismo en auge y una construcción de viviendas también en crecimiento continuo. Torcuato eligió a Suárez.

 Suárez debía conducir a España a un régimen democrático desde el franquismo y de forma pacífica. Luego, según promesa que había hecho a Fernández Miranda, debía abandonar la política y dejar paso a gente que no hubiera estado comprometida con el Movimiento. Pero la ambición de poder camuflada en una supuesto conocimiento trascendente reservado al propio Suárez, de que España no estaba preparada para un gobierno socialista, cegó al designado y acabó convirtiéndose en el primer presidente de gobierno democrático de la Constitución del 78. 

 El nuevo régimen comenzó a andar bajo parámetros y reconocimientos de supuestos hechos diferenciales. La España unida de Franco daba a luz a diecisiete cantones administrativos que a lo largo de los años han generado la actual división nacional y el brutal gasto administrativo que suponen los millones de funcionarios que pueblan los, probablemente también, millones de despachos climatizados amueblados con mesas de teka, sillones ergonómicos y ordenadores de última generación. La España del 78 era una nación supuestamente retrasada respecto a los países punteros, pero se situaba en el décimo lugar entre las naciones industrializadas del mundo. La administración era austera y sobrevivía en base a un sistema fiscal del que el común de los mortales hispánicos apenas sabía nada. 

Inmediatamente, la España democrática puso al frente de los impuestos a uno de los varios Fernández Ordóñez que han asolado este país y que nos trajo entre otras novedades, el IVA y el IRPF. Nadie se dio cuenta de que el Estado Autonómico era caro y apenas sostenible para un país como España. Al frente del tinglado, Juan Carlos I. Parece que un grupo de notables, preocupados por las estrecheces económicas pasadas por el nuevo rey le sugirió y él aprobó de inmediato la posibilidad de intermediar en la compra de petróleo ante los países productores, llevándose a cambio una modesta comisión. Y ahí empezó todo. España se troceaba en lo político y se repartía en lo económico entre los nuevos prohombres del régimen. 

Uno no deja de pensar en alguna que otra reunión alrededor de una mesa de enormes dimensiones y un presentador... “Tenemos con nosotros a los Tataglia del Bronx, a Bonorone de Chicago. Nos hace el honor de estar a nuestro lado Fulanone de la costa este, y Menganone de la oeste. Nos alegramos también y agradecemos a Barsini, el “capo de tuti capi”, que haya convocado esta reunión para eliminar suspicacias y que nuestro negocio sea próspero y beneficioso para todos”. Aplausos y Corleone se sienta.

 Aquí, en España, como todo el mundo sabe no existe la mafia. Sustituyamos entonces los nombres italianos por los equivalentes españoles. Fulano de Galicia, Mengano de Castilla la Mancha, Zutano del País Vasco y lo que queramos de Cataluña. Preside la reunión el “capo di tuti capi” que todo el mundo sabe quién es. 

 Y ese era ha sido en su fundamento el régimen del 78 que va tocando a su fin. Y es que la demolición sistemática de la industria, la depredación constante de los recursos nacionales, la entrega de los intereses españoles a satrapías y supuestos aliados a cambio de los “convolutos” por todos conocidos han acabado por esquilmar a esta pobre nación de naciones que se ha transformado en una monumental deuda de imposible satisfacción. Ante la evidencia del desastre, las últimas generaciones de la mafia nacional se inventaron el buenismo receptor de todos los africanos, musulmanes y demás tumultuosas razas y hechos diferenciales para que sirvan de parapeto a las élites nacionales depredadoras ante el desastre que se nos viene encima. 

En la parte baja de la pirámide social española se vislumbran nubes de tormenta. En las alturas zarzueleras, monclovitas y arcautianas, los jefes de la “cosa nostra” despliegan la guardia pretoriana que corre a cuenta del común nacional. El dinero de todos, ya se sabe, no es de nadie.

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