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viernes, 20 de marzo de 2015

EL PADRINO II. LA SECUELA


                                                             


















 EL PADRINO II
  Como decía en mi anterior post, El Padrino I me parece superior a la secuela que algunos consideran como mejor película de la serie.
  Antes de analizar esta continuación de «El Padrino», es necesario establecer algunas premisas que puedan conducirnos a conclusiones acertadas.

  En primer lugar está esa repetida afirmación de que el cine es el séptimo arte. El arte, creo yo, debe entenderse como esa sorprendente capacidad de algunos seres humanos, a los que denominamos artistas, para crear belleza. Y la belleza se reconoce sin otro esfuerzo que el sentimiento que provoca en el espectador de la obra. Sentimiento que no es racional sino instintivo. Lo que contemplamos es bello por sí mismo, no necesita explicación. El arte, la belleza que el artista es capaz de crear provoca lo que denominamos placer estético, sin más, pero al mismo tiempo, sin menos. El arte trasciende nuestra condición biológica y nos eleva, nos proyecta hacia un mundo desconocido y trascendente.

  Dicho esto, es cierto que determinadas películas  provocan ese placer estético, son arte, en cierta medida, pero al mismo tiempo debemos acercarnos al cine con muchas precauciones. La pantalla distorsiona la exacta dimensión de las cosas, enfoca de manera, a veces cruel, y a veces sorprendente los rostros y sus expresiones, muestra cuerpos agigantados y centra la atención en detalles que en la realidad pasan desapercibidos. El poder de esas imágenes es, sin que nos demos cuenta, abrumador.

  En otro orden hay que considerar que el cine y sus derivados televisivos, son también empresas comerciales. Sus protagonistas transmiten mensajes que no necesitan ser subliminales para convencernos. El consumo de una determinada marca de tabaco puede incrementarse si en alguna película el protagonista fuma de manera compulsiva.
   O bien, actualmente, puede limitarse ese consumo si los guionistas introducen frases, ideas , comportamientos en sus personajes que advierten de la estupidez de fumar. Nos proponen modelos de comportamiento.

  Es decir, el cine, además de arte es un sistema complejo de estructurar y transmitir historias que  puede inducir en el espectador formas de entender el mundo y de enfrentarse a la vida, distintas a las que  han sido corrientes hasta la irrupción de una determinada película. Lo que denominamos actitudes vitales y morales, pueden cambiar, ser manipuladas desde la pantalla.

  En Hollywood, antes, ahora ya en el conjunto de la industria norteamericana del cine, existen, siempre han existido, grupos de presión. Son los que financian las películas, pero no sólo, dependiendo de qué grupo concreto se trate, para ganar dinero, sino también para transmitir un determinado mensaje que a ellos les interesa y  que distorsiona la realidad. Después de todo, el arte cinematográfico es distorsión, engaño, trampantojo.
  

  En este sentido, para entender lo que ha significado la serie «El Padrino», debemos acercarnos a su análisis con sumo tacto. Es, por supuesto, una película sobre la Mafia, una organización criminal de origen siciliano que en su primera parte retrata a un hombre de sólidos principios familiares que al mismo tiempo no tiene inconveniente en obtener sus ingresos y conseguir el poder del que habla y que necesita dice «para no ser una marioneta a la que los poderosos mueven a su antojo», dedicándose a actividades ilegales, sobre todo juego y prostitución, que son «pecados veniales que todo el mundo comprende», mientras que se resiste a entrar en el mundo de la droga, «porque perderíamos la protección policial y judicial», lo que trasmite una idea de hombre justo, dentro de un orden, astuto, contrario al tráfico de drogas y sobre todo ferozmente defensor del matrimonio y de la fidelidad entre los esposos y a la propia familia.  Esta primera parte es, sin duda, donde Marlon Brando imprime el sello de una actuación sobresaliente que va a influir de manera sorprendente en la siguiente, a pesar de que no aparece en ella.

  La segunda parte son dos películas en una. La historia del joven Vito Corleone, interpretado de una manera correcta por Robert de Niro, renunciando a sus desagradables sobreinterpretaciones que transmite una idea fuerza. «Vito se ve obligado a crear su familia mafiosa, por circunstancias externas a él mismo». Un honrado trabajador es despedido y tiene que introducirse en el mundo del hampa para sobrevivir y cuidar de su familia. Es sorprendente, poco creíble que un dependiente de una tienda que ronda los treinta años, de repente se convierta en el frío asesino que salta los tejados al ritmo de la música procesional y mata al hasta entonces amo del barrio. Además, se le retrata como un compasivo justiciero protector de viudas indefensas y por último, como el vengador que arrastra esa necesidad de revancha y de justicia desde los primeros años de su vida, justicia  que de ninguna otra forma va a poder conseguir, si no es matando, ejecutando al criminal él mismo. El Padrino, es casi un personaje ejemplar, un triunfador que se sobrepone a los avatares de la vida y que sólo se somete a sus propias reglas de conciencia.

La  otra historia, dentro de esta segunda  parte, nos cuenta el devenir del hijo de Vito Corleone al frente de los negocios heredados. La actuación de Al Pacino, cada uno tiene sus gustos por supuesto, pero a mí no me gusta demasiado. Buster Keaton, cara de piedra, es más expresivo en sus películas cómicas de los primeros años del cine. Al Pacino, me parece que de alguna forma, sobreactúa por defecto, es excesivamente hierático, frío, con gestos y andares estudiados y luego representados, pero el personaje no penetra en el actor, sino que el actor imposta, imita antes que dejarse absorber por Michel Corleone. Al margen de estas consideraciones, el mensaje que la película transmite, el mundo mafioso que quiere que veamos, es el de una empresa al mando de un sofisticado e inteligente hombre de negocios italoamericano que se ve obligado a tratar con políticos tan corruptos como él y a defenderse de matones y mentirosos que le engañan o creen poder hacerlo.

  Sobre la historia en sí, algunas partes no parecen muy coherentes. ¿Cómo es posible que quienes le atacan en su propia casa sean después asesinados y nadie sepa por quién, ni cómo? ¿No se explica más adelante que ha sido su propio hermano quién ha introducido los asesinos en los terrenos de la casa? Entonces lo lógico es que el mismo hermano traidor, quizá ayudado por sus propios hombres,  haya acabado con los asaltantes. Pero esto no concuerda de ninguna manera con el carácter cobarde y pusilánime de Fredo y la noche que soporta por culpa de su mujer. 
  Y Michel que luego demuestra una y otra vez que es casi omnisciente, aquí no se entera. ¿Entonces cómo ha ocurrido? Es en estos pequeños interrogantes no resueltos donde la parte estética de la película se impone y nos hace olvidar que el guión parece más flojo que el de la primera parte.  Y así algunas otras incoherencias. Porque Michel lo sabe todo antes de que ocurra,  incluso sin pruebas evidentes, sin necesidad de argumentación, él lo sabe. «Ha sido Hyman Roth quien ha dado la orden». Lo sabe por alguna misteriosa facultad que no necesita explicación. Incluso su padre no supo quién comandaba el asalto a su imperio hasta que se sentó a la mesa con los otros padrinos y observó quién dirigía la reunión. En la primera parte todo tenía un desarrollo comprensible. Quieren quitar al viejo de en medio porque se opone al tráfico de drogas. Michel asesina al capitán y a Sollozzo porque está convencido de que quieren acabar como sea con su padre.  En la segunda parte, la que concierne a Michel, hay demasiadas suposiciones sin mucho fundamento.

  Sin embargo, esta parte fue más aclamada incluso que la primera ¿Por qué?

 Y es aquí donde vuelvo al apartado anterior de los grupos de presión en el cine norteamericano. En la segunda parte ha desaparecido Brando, el actor que se merienda a todo el elenco en «El Padrino» y los actores principales son italoamericanos. Es decir Al Pacino y Robert de Niro. Y es que uno de esos famosos grupos de presión o influencia en Hollywood era y quizá siga siendo, el de los italoamericanos. Ford Coppolla el director, su hija Talia Shire, es prueba de ello. Y estos grupos,  favorecen como es lógico a los suyos. Imponen sus actores y actrices, sus directores y sobre todo sus puntos de vista, su propia interpretación de la sociedad y de la historia.

  Dicen que Coppola tuvo que convencer a la organización para que le dejaran hacer la película.  Quizá incluso tuvo financiación de ellos.

  Y entonces nos transmiten su particular visión del mundo. No, no son tan malos y cutres como podemos creer. Son sensibles padres de familia que se ven obligados a sobrevivir en un mundo hostil. Son crueles, sí, pero con los caballos y siempre a favor de los suyos, ¿quién no querría pertenecer a una familia tan aguerrida y capaz de defender a sus miembros?  A veces matan, es verdad, tiros de escopeta, estrangulación, en fin, es inevitable, después de todo son criminales. Pero no vemos nada de las torturas a que someten o sometían a sus víctimas, dignas de los sádicos más reputados. Nada que ver con esos mafiosos ordinarios y salvajes que nos muestra una película, en mi opinión, más acertada aunque mucho más desagradable,  más ajustada a la realidad, como la reciente «Gomorra», de Mateo Garrone.

  En definitiva, El Padrino II, es, sin duda una muy buena película, con fallos de guion y actuaciones correctas, que se beneficia de la extraordinaria actuación de Brando en la primera parte.

  Se hizo para ganar dinero. Hasta ese momento se decía que nunca segundas partes fueron buenas, y desde esa película comenzaron a proliferar las secuelas y más tarde las precuelas. Creo que hubo un extraordinario apoyo propagandístico, tal vez, propiciado por el método al que aludía Michel en la primera parte. « ¿Es que no tenemos periodistas en nómina?». Y una vez que la crítica especializada « ¿en nómina?», sentenció para beneficio exclusivo del lobby de apellidos italianos en el cine USA,  que era incluso mejor que la primera parte, el mundo ya no quiso saber nada más.
  Inauguró además ese extraordinario método de estirar el éxito de una película  sin necesidad de estrujarse los sesos y garantizando beneficios extraordinarios, mediante repetidas y cada vez más insoportables secuelas, (Rocky 38, Tiburón 52, Depredador 60),procedimiento hasta entonces muy mal visto en Hollywood.

  El poder italoamericano en el cine fue asentándose como lo han hecho otros grupos de interés, léase, judíos, afroamericanos más recientemente, izquierdistas consagrados, ultraconservadores reconocidos, incluso la irrupción del feminismo que está destapando una nueva generación de directoras más que relevantes. Porque en todos los ámbitos de la actividad económica, finalmente se agrupan los intereses y si quieres triunfar, o sólo trabajar, es necesario pertenecer o al menos someterse a la peculiar visión del mundo de alguno  de ellos.

 «El Padrino», desde luego supuso un antes y un después respecto a la visión que el común de los mortales tenía de la Mafia. Antes un grupo de peligrosísimos delincuentes organizados, en general gente ordinaria y de aspecto más bien chulesco y amenazante que delinquía al por mayor, torturaba y mataba de la forma más vil y después una admirable organización casi empresarial, con un sofisticado, inteligente y comedido  hombre de empresa al frente.

  El cine, como digo, hay que verlo con sumo cuidado.

 

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