.«Cautivo y desarmado en su mayor parte, lo que resta del ejército varonil se bate en cobarde retirada, el feminismo radical a un paso de conseguir todos sus objetivos. El fin de la guerra está cerca».
La terrible sospecha se hace realidad. Se está abriendo paso lo evidente. Antes, un murmullo de preocupación apenas audible, ahora un sordo rumor cada vez más ruidoso que ya se extiende imparable por el mundo digital.
No es broma, pueden leer un curioso artículo en el siguiente enlace. Fíjense, sobre todo en lo que se entrecomilla referente a Michell Houellebecq.
Aquí
Y lea ésto, extraido de «LLUVIA MORTAL».
« ¿Qué otra cosa tiene un hombre en la actualidad? Su trabajo. Sin él no es nada. El desempleo obligado, que se suele llamar eufemísticamente, <<pérdida del trabajo>>, es un ataque con consecuencias tan físicas como el tajo de una espada. Quisiera saber cuántos suicidios se deben a esta causa. Sin trabajo, el hombre es un paria, un desecho social. Pasa a formar parte del gremio de los más desgraciados de entre los hombres. Y tenga usted presente que me refiero a los hombres, a los varones. Las mujeres tienen más posibilidades de sobrevivir en los tiempos convulsos que vivimos. Lloran, patalean, incendian el móvil, se confiesan entre ellas, pero no sucumben. Pero nosotros, los varones, no nos tenemos más que a nosotros mismos. Estamos tan solos que no nos damos cuenta.».
Y esto otro extraído también de la misma novela.
«Úrsula pensaba en un futuro de reproducciones asexuadas que eliminaría la necesidad del varón. En sus delirios había llegado a la conclusión de que la condición femenina, el instinto maternal suponía una esclavitud para la hembra de la especie. El embarazo sorbía las esencias vitales de la mujer. Ya se estaba consiguiendo, me dijo, eliminar la asquerosa penetración. Se había reducido al varón reproductor a su mínima expresión como pajero de escasa utilidad, y dentro de poco podría llevarse a término una gestación completa fuera del vientre materno. Ella me lo explicó con claridad. Vislumbraba una inmensa sala de cuyo techo colgaban cientos de botellas transparentes repletas de líquido amniótico sintético, dentro de las cuales germinarían las nuevas generaciones.»
Pero esos nuevos amos del mundo que sueñan en un futuro palaciego con harenes de al menos diecisiete hembras a su disposición deben tener cuidado. La historia, en este caso la prehistoria, se repite, pero nunca de la misma manera. Los avances científicos harán, dentro de poco, absolutamente prescindible al varón de la especie, ni siquiera será necesario para esa única y miserable utilidad que todavía presenta.
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