Translate

domingo, 20 de septiembre de 2015

DEL 15 M AL 27 S: DE LA RUINA ECONÓMICA A LA HIPER RUINA.

DEL 15 M AL 27 S: DE LA RUINA ECONÓMICA A LA HIPER RUINA.

Antes, no demasiados años atrás, una Caja de Ahorros, necesitaba impositores. Uno dejaba allí su dinero y la Caja lo prestaba a condición de recibir el interés acordado. Los préstamos posibles estaban relacionados íntimamente con el dinero de que disponía la propia Caja. En la nueva economía esa relación no existe. El negocio está en prestar todo lo posible con una pequeña operación matemática, el dinero que presto estará soportado por el coeficiente de caja, es decir,  el banco tiene derecho a prestar siete sobre uno. Si yo dejo un euro en el banco, éste puede prestar siete basándose en la presunción de que cuantos más impositores confíen en el banco, millones si es posible, menos probabilidades habrá de que todos a la vez reclamen su dinero. La escena de la película «Mary Poppins», en la que un niño se resiste a dejar un penike y desata el pánico es paradigmática. El banco presta, pues, lo que no tiene. Además hace otro cálculo, entre lo que puede pedir prestado y a qué interés y el interés al que, a su vez, puede prestar, el denominado mercado interbancario. Al final todo el dinero en circulación proviene de los bancos centrales. Lo que nadie sabe, ni quiere preguntar, es de donde sacan estos bancos centrales tanto dinero como prestan en una u otra forma. Ahora mismo, la deuda española se sostiene porque quién la compre sabe que el banco central europeo responde de ella. Sin esa garantía España estaría, de hecho está, absolutamente quebrada.





El análisis que se suele hacer del 15 M de 2011, depende, por supuesto, de quién lo haga.
La crisis económica que golpeaba con fuerza en España ya había desatado otros movimientos similares en diversos países de Europa. Había indignación, había confusión y también se había producido un enorme desencanto.

El 15 M no fue, en mi opinión, un movimiento estrictamente político, sino que en su primer momento fue espontáneo, luego se sumió en la vorágine de los que siempre dominan la calle, la izquierda más o menos revolucionaria experta en el agitprop.

Lo que la crisis económica de origen financiero, es decir contable, puso de manifiesto  fue que, «de lo prometido, nada». Lo prometido era una ilusión, una mentira transmitida y gestionada por los medios de comunicación al servicio de «los gestores», vamos a llamarlos así, por identificarlos de alguna manera.

Estos gestores, a raíz de las últimas  crisis económicas del siglo XX y comienzos del XXI originadas en las guerras árabe-israelíes que incrementaron los precios de las materias primas de manera estratosférica, fueron haciéndose con el control de la industria occidental, singularmente de la española. La caída del muro y la irrupción de la informática abrió el mundo a sus manejos y desde ese momento fueron imparables.

La economía se convirtió en financiera, las empresas e industrias, sobre todo españolas, fueron literalmente vendidas, empaquetadas y trasladadas a los llamados países emergentes con la colaboración entusiasta de los sindicatos que firmaron cuanto hizo falta con tal de tener unas horas sindicales más y un acceso  muy condicionado, pero también satisfactorio para ellos, a los conciliábulos que los nuevos amos del mundo organizaban en los viejos despachos de brillante madera a los que los nuevos sindicalistas acudían por primera vez abandonado, siquiera por unas horas, el mono azul grasiento, sin atreverse por el momento a ponerse el traje y corbata que era lo que en el fondo deseaban. Los gestores conocían estos íntimos deseos del último escalón del sistema productivo y se apresuraron a satisfacerlos, comprando lealtades y voceros que controlarían en su lugar el rebaño a un precio muy asequible.

El robo, el expolio, se ocultó entre los macro-números que los dirigentes políticos, en el fondo también gestores, organizaron para  acallar la conciencia sindical mediante sobornos miserables en forma de planes de pre-jubilación y desempleo. Digo miserables porque en realidad eran un coste que todos habían calculado como necesario para la expropiación y traslado de la industria nacional.
El asunto funcionó mientras la economía financiera, la de los falsos apuntes contables, consiguió ocultar durante unos años la gravedad de lo ocurrido. Manejos en bolsa, aparición de instrumentos financieros complicados, hasta acabar por enredar las hipotecas en una madeja indescifrable de supuesta rentabilidad, todo ello sancionado por las más prestigiosas auditoras mundiales. Todos mintiendo, todos cobrando suculentas comisiones, todos dando aire a una monumental burbuja de mentiras y de falsedad.  Cuando reventó, los gobiernos acudieron de inmediato a salvar lo que había quedado del sistema financiero, las pérdidas que los gestores habían provocado las asumían los ciudadanos corrientes.

No obstante, durante el tiempo en que la mentira del crecimiento infinito funcionó, los gestores, los que sabían que todo se hundiría en cualquier momento, entretuvieron a los ciudadanos con falsas promesas.

En el caso de España las televisiones con sus series y programas de debate mostraban las vidas ejemplares a las que cualquier español podría aspirar. Series de abogados y policías, todos prestigiosísimos, protagonizadas por los arquetipos masculinos y femeninos del nuevo orden que se avecinaba.
Ellos y ellas compartían bufetes  y oficinas en los que solucionaban los eternos casos de maltrato y abuso sobre menores e inmigrantes. Los culpables siempre eran y siguen siendo preferentemente hombres blancos, con negocio propio y mujer engañada. El mensaje,  clarísimo, un empresario es siempre un individuo corrupto y malvado, la empresa privada es el entorno en el que nace y se reproduce este ser despreciable con el que hay que acabar como sea.

En la vorágine de los heroicos enfrentamientos con estos malvados reconocidos  y para aplacar tensiones, se acostaban ellos y ellas, ellas y ellas,  ellos y ellos para mostrar al televidente amodorrado que lo que era antes, estaba mal y lo que venía, es decir, la nueva moral de lo inmoral, estaba bien. Los despachos, los trajes, los vestidos, los modelos físicos a imitar o a admirar, envidiar, en caso de no poder hacerlo, musculados y levemente musculadas, sin átomo de grasa, perfectos en su físico, en sus modales cuando compartían restaurantes de lujo e identificaban vinos de marca.
Triunfadores siempre frente a los malvados padres y empresarios corruptos, impartían justicia en la sociedad de la opulencia occidental, encerraban de por vida a los hombres, siempre blancos, siempre racistas, siempre maltratadores, siempre violadores. Acudían  de inmediato a recibir los emocionados abrazos de mujeres salvadas, niños traumatizados, inmigrantes agradecidos. Y luego, a celebrar el triunfo, cena, taxi, al tuyo o al mío y premio para los nuevos triunfadores. Entre tanto los gestores, seguían con su expolio.

Parece contradictorio que los gestores se revolvieran a través de los medios contra las empresas tradicionales, pero era necesario, el gestor no es, ni ha sido nunca un empresario partidario de la propiedad privada, por el contrario lo que le interesa es la propiedad ajena. 

El gestor  había acabado controlando estas empresas y haciéndose con ellas al grito de que había que separar la gestión de los que controlaban el capital. Arremetían contra las empresas modestas, las firmas familiares que todavía resistían y lanzaban carnaza a los medios y a la opinión pública que ya estaba empezando a vislumbrar el oscuro futuro que se venía encima. Maniobras de distracción.

Miles de universitarios españoles creyeron en esas falsas promesas y dedicaron sus años de estudio a fantasear con un futuro de agradables conflictos de pareja que se reducirían a furiosos acoplamientos sexuales en casas de fantasía y hoteles de cinco estrellas, enfados por cualquier cosa y turbulentas reconciliaciones en medio de orgasmos inacabables.

Cuando todo se vino abajo, la indignación, la conciencia de que ya nada sería como se había prometido dio lugar a esas espontáneas manifestaciones que no eran, ni mucho menos de izquierdistas revolucionarios de primeros de siglo, sino de pobres desgraciados que caían por fin del guindo y descubrían que  el tinglado político financiero les había estafado. No había futuro para ellos.

Había, pues, que reconducir la histeria y en eso llegaron las elecciones. Mayoría absoluta para los campeones de la eficacia económica. Tremendo error, el nuevo gobierno estaba poblado por «gestores».

De la psicología del gestor, del técnico, del economista que reduce el mundo a estadísticas, flechas, velas, intenciones de voto y formas de llegar a la psicología profunda de las personas, hablaré en el siguiente post.  


No hay comentarios:

Publicar un comentario

11 M: REALISMO FANTÁSTICO ó MÁGICO.

  El gobierno del PSOE ha rescatado la memoria del 11M. Con su habitual manipulación a cargo de informadores sectarios que han tapado el...