Translate

martes, 8 de septiembre de 2015

TERCERA GUERRA MUNDIAL

TERCERA GUERRA MUNDIAL. UNA GUERRA DE RELIGIÓN.










Repasemos la historia reciente. Años ochenta del siglo pasado.

 Yuri Vladímirovich Andrópov fue sucesor de Leonid Brezhnev, eterno secretario general del partido comunista soviético y por consiguiente detentador de todos los cargos políticos que conformaban la organización de la antigua URSS.  A efectos prácticos era el emperador de Rusia y los estados conquistados. Un inmenso imperio territorial que se extendía desde Europa hasta gran parte de Asia. 

Muerto Brezhnev, Andrópov se enzarzó en una guerra no declarada contra las potencias occidentales. Sus hagiógrafos dicen una cosa y sus detractores otra. Antes de alcanzar el poder supremo en la URSS, desempeñó el cargo de director del KGB, ya saben ese tipo de organización que proporciona a su jefe el material suficiente para que éste pueda amenazar diciendo, «yo lo sé todo sobre todos». 

Según unos, murió de una enfermedad renal, según otros, al menos eso cuenta Larry Collins en su novela «Laberinto», fue asesinado por la mujer de un alto cargo defenestrado por el gélido secretario general. Ya se sabe que la familia de izquierdas es tremendamente solidaria y resentida cuando se trata de cargos y puestos de mando.


Pero antes de eso, como digo, Reagan elevó la apuesta y comenzó a situar misiles Pershing en Europa central y Reino Unido, las manifestaciones en contra fueron enormes, pero el presidente norteamericano no dobló el brazo. Es más, se sacó de la manga un proyecto colosal, el sistema antimisiles que se conoció como «Guerra de las Galaxias». La economía centralizada de la URSS y su parco desarrollo tecnológico de última generación no pudieron responder al envite, finalmente acabó heredando el imperio del difunto el más pragmático Gorbachov en cuyas manos, y a su pesar, se deshizo la URSS.

Luego se dijo que la «la Guerra de las Galaxias» fue un timo. Una apuesta arriesgada de un jugador de póker que tenía al descubierto todo el sistema de espionaje soviético. Dicho de otra forma, la URSS, estaba ciega. los americanos tenían la lista « Noch» de los agentes del KGB. Ni Andrópov ni Gorbachov podían saber lo que ocurría en el otro bloque mientras que los occidentales conocían todo lo que ocurría en el imperio de Moscú.

Pero se trató también de una confrontación ideológica y sobre todo religiosa. Reagan era un ferviente creyente cristiano, se refería a la URSS como el imperio del mal. Ante alguna manifestación que ya por aquel entonces reclamaba el aborto libre, hizo un comentario demoledor, «veo que todos los partidarios del aborto ya han nacido». Su mejor aliado en esta contienda anticomunista fue el Papa Juan Pablo II, conocedor del mundo comunista y de sus debilidades. En Polonia, el sindicato católico Solidaridad acabó sometiendo a los comunistas y desde ese momento el monolítico bloque soviético comenzó a derrumbarse. El otro extremo del tridente lo formaba la señora Thatcher, la dama de hierro, de acero especial sin duda, una mujer de formas suaves y firme en su gobierno y en sus creencias. Los tres líderes sufrieron sendos atentados que estuvieron a punto de acabar con sus vidas. Los mal pensados, atribuyen la organización de estos intentos al anterior jefe del KGB soviético. Por alguna curiosa casualidad, los tres líderes de occidente sobrevivieron, mientras que Andrópov acabó sucumbiendo, bien sea a una enfermedad, o a un disparo.












La victoria de occidente, de los valores éticos, económicos y religiosos de occidente pareció absoluta. Acabado el enemigo, extinta la URSS, ese conglomerado comunista del que sus entregados apóstoles intelectuales occidentales predicaban  duración eterna, todo el mundo conocido quedó a disposición de los gestores económicos surgidos de las universidades norteamericanas. 

Éstos, desde luego, no pensaban en términos ideológicos, éticos, morales, mucho menos, religiosos. Su única fe consistía en una derivación a los formularios económicos del principio evolucionista que unas décadas antes había cristalizado en el feroz nazismo. Sólo los fuertes sobreviven, sólo los que están decididos a todo triunfan, sólo los que toman decisiones arriesgadas podrán dirigir el mundo.
Son, por supuesto, los gestores, los economistas que disolvieron toda la economía productiva occidental en números contables, la convirtieron en líquido transportable a bordo de cargueros enormes con los que trasladaron el patrimonio que pertenecía a sociedades, a naciones enteras a otros países, «China», singularmente que estaba dispuesta a poner sus ciudadanos, felices habitantes del paraíso comunista a disposición de los teóricos de la libertad total, recuperando los principios fundamentales de los economistas clásicos, entre ellos, el principal. «La ley de bronce de los salarios», enunciada por un judío británico, David Ricardo, según la cual sólo se debe pagar a un trabajador el salario necesario para que sobreviva junto a su esposa y se reproduzca en el número de hijos suficiente para asegurar el relevo, una vez que el trabajador y su mujer se vean incapaces a responder a lo que de ellos esperaba el lobo feroz, Ricardo.

Occidente pues, una vez vencido el enemigo secular, se ve inerme ante la traición de que está siendo objeto. Los modernos gestores que se justifican en el triunfo del liberalismo frente a la intervención estatal en materia económica,  roban los, según la terminología comunista, «medios de producción», los trasladan a países en los que abunda la miseria, el hambre, y en los cuales las tasas de reproducción humana son salvajes. A cambio, se quedan con la comisión.

Y aquí estamos, los orgullosos habitantes de Europa y Estados Unidos, el noventa por ciento de los trabajadores asalariados, peor pagados que hace cincuenta años, eso los que trabajan. Todos  con empleos miserables, sin horarios, sin seguridad, sin protección y al mismo tiempo encantados, sentados frente al televisor viendo   las broncas que organiza entre famosos de más o menos, menos de lo que parece, importancia.

Los gestores organizan periódicas campañas de diversión y disimulo. Las llaman  de concienciación y piden dinero para los niños malnutridos de África. Para las úlceras sangrantes. Para escuelas bajo las sombras de las acacias africanas, o de la tupida floresta amazónica. ¿Cómo negarse?, pobres niños, pobre gente que se muere de hambre. Mientras, ellos, los gestores, despiden gente, se apropian de empresas que no les pertenecen, prestan dinero que no tienen, gobiernan al amparo de presupuestos legales que se sostienen en préstamos que ya se pagarán. Nos han sumergido en una monstruosa deuda perpetua, nos han quitado nuestros trabajos, nuestros pisos y ahora se preparan a quitarnos lo que nuestros pobres viejos acumularon durante toda una vida de trabajo. Suben impuestos, tasas, multas, inventan ITVs, renovaciones de carnet cada mes. Sería absolutamente insoportable, si no fuera por la televisión y su eficacia  anestesiante, hipnotizante. 

Todos callados, asustados, inermes, silenciosos ante la avalancha.


La guerra ya ha comenzado, el enemigo está dentro, su naturaleza escurridiza y animal le hace prácticamente indetectable.  Ettore Tedeschi le ha identificado. Dice que es un ancestral adversario  de los cristianos, de occidente por tanto, dice también claramente su nombre, el nombre en cuya virtud se perpetra el asalto, el expolio, el ataque inmisericorde a los ciudadanos de occidente. Dice que es la Gnosis. La Gnosis está ganando la gran batalla. En el próximo post hablaré de ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

11 M: REALISMO FANTÁSTICO ó MÁGICO.

  El gobierno del PSOE ha rescatado la memoria del 11M. Con su habitual manipulación a cargo de informadores sectarios que han tapado el...