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domingo, 13 de mayo de 2018

ESPAÑA RIP

Lluvia mortal
Viajeros del tren nocturno












Nuevo y honorable president en Cataluña

Finalmente Puigdemont ha impuesto su criterio y el presidente catalán será un furibundo separatista. La política española respecto a Cataluña y el País Vasco siempre ha estado equivocada y ahora un parlamento elegido democráticamente conforme a las reglas del sistema electoral constitucional, así como con el consentimiento tácito del gobierno Rajoy está en disposición de proclamar la república independiente de Cataluña.

España va a saltar en pedazos. Rajoy y su gobierno no van a hacer nada por motivos que se nos escapan. Hay que decirlo claramente, España tiene mala prensa, no solo en el extranjero sino en el interior. El régimen que gobierna España desde que murió el viejo general es un sistema que ha ido paulatinamente decantándose hacia una democracia televisiva y televisada. Millones de españoles oponiéndose en las calles de toda la nación a la separación de Cataluña no han podido hacer nada contra los que están a favor de ella porque en la escasa superficie de una pantalla televisiva llenan lo mismo cincuenta que un millón. Ha sido imposible parar el proceso separatista, oscuros odios provenientes de quién sabe qué, o desde cuándo, comportamientos profundamente tribales de aborrecimiento al venido de fuera “charnego” son los que dictan la política y dan fuerza a los supremacistas catalanes. En el bando contrario, en el PP contemporizador heredero sin cuestionamiento ninguno de las políticas masónicas de Zapatero solo interesan el orden en que van a situarse los candidatos en las listas de las próximas elecciones y en los más altos niveles jerárquicos del partido, la posibilidad de ocupar un puesto en las instituciones europeas.


 El desplome español viene de lejos, pero el momento en que la partida se decantó a favor de los que van a ganar fue, sin duda alguna, la bomba. Alguien poderoso, muy poderoso y mucho más cercano de lo que suponemos puso la bomba que mediante una posterior y atrabiliaria manipulación de pruebas se atribuyó a peregrinos guerrilleros islámicos.

A partir de ese momento, Zapatero, extrañísimo personaje cuyos entrecejos cerebrales son difíciles de entender, puso en marcha el plan de demolición de España. En lo religioso, en lo social, en lo político, en lo moral, incluso en lo histórico. Nuestra juventud solo piensa en la diversión suministrada por toneladas municipales todos los fines de semana. Sabe que no tiene futuro. Sabe que el país está vendido a intereses foráneos. País hipotecado desde las políticas económicas ortodoxas de la transición que desmantelaron el tejido productivo español a cambio de comisiones a políticos que intermediaron en el canje y alguna que otra subvención alemana para maquillar el expolio. Políticas que en lo exclusivamente financiero ocuparon mediante golpes de fuerza los puestos dirigentes de los grandes bancos y cajas de ahorro españolas para acabar fusionándolas y reduciendo un sistema que funcionaba racionalmente a la aparición de dos supuestos gigantes bancarios como el Santander y el BBVA que pronto entrarán en pérdidas y en nuevas necesidades de rescate. Juventud pues, la nuestra, atenta a los concursos televisivos y a las ofertas de trabajo de países lejanos que van a dejar la denigrada emigración franquista a la altura de agradables vacaciones pagadas frente a la actual huida de nuestros conciudadanos que no van a poder retornar al yermo paisaje nacional incapaz de ofrecer otra cosa que el trabajo de camarero y dentro de poco ni siquiera eso.

España RIP.


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