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viernes, 13 de diciembre de 2019

BORIS JOHNSON GANA

Viajeros del tren nocturno
Lluvia mortal














Parece que Boris gana. Es posible que finalmente se consolide el Brexit. Para disgusto mayúsculo de la progresía internacional y sobre todo de la progresía interna española. Los corresponsales de TV en la Gran Bretaña, muy preocupados por el posible triunfo del rubio, advertían una ligero repunte de las posiciones antibrexit y sonreían esperanzados. Muy atentos todos ellos a las encuestas de siempre, las de Tezanos y compañía. Pero ya se sabe que los ingleses son muy suyos. Los políticos british prometen cosas y a diferencia de los españoles, las cumplen. Cameron se lió a prometer referendums y casi se le va de las manos el de Escocia. Un susto de muerte. Pero sí se le fue el del Brexit. Los británicos quieren largarse de esta Europa invadida por el Islam en lo político y por Alemania en lo económico.

Hoy habrá llanto y sentimentalismo a paletadas en nuestros telediarios. Los british se van definitivamente. Hay que reconocerles agallas. Se largan antes de que el venenoso europeismo acabe por reducir a escombros la UK como está ocurriendo en España. Seguir en la UE equivale a referendums de independencia hoy sí y si no se consigue, mañana de nuevo.

Muchos esperamos que de una vez por todas alguien rompa el engendro insostenible de una unión compuesta de veintisiete países totalmente distintos. No hay idioma común, no existe una cultura compartida. Solo un tinglado económico de libre comercio de las cosas, mientras la libre circulación de ciudadanos es una entelequia imposible. Solo las élites intelectuales, solo los mejores de entre los españoles pueden encontrar trabajo en Alemania o en Austria y similares. El grueso de nuestros jóvenes languidece entre sexo descontrolado, drogas y fiestas de fin de semana organizadas por el consistorio.

El euro ha sido un disparate para España. Ni siquiera se tuvo la prevención de traducir la nueva moneda a la realidad de un país incapaz de competir con la potencia industrial y económica alemana. Si hubiéramos contado en céntimos, si en vez de un euro hubiéramos dicho cien pesetas nuevas equivalentes a cien céntimos de euro, todo habría ido mejor. Antes del euro, un café costaba ochenta pesetas en algunas partes de España, en otras cien. A partir del euro pasó a costar una moneda muy similar en apariencia a las de cien pesetas anteriores, solo que la moneda equivalía a ciento sesenta y seis pesetas reales.

El dislate se solucionó poniendo en el mercado lo que en España teníamos de más valor. Nuestras viviendas. Nuestro patrimonio material acumulado a lo largo de décadas de trabajo y emigración de nuestros abuelos, todos ellos con morriña y vocación de vuelta a la tierra madre. Un piso costaba cien mil euros. Psicológicamente cien mil era una cantidad aceptable. Si en vez de cien mil se hubiera hablado de diez millones de pesetas nuevas, de céntimos de euro, la percepción psicológica del riesgo hubiera sido más realista.

Veremos lo que ocurre ahora. La UE contraatacará. Los mal pensados pensamos que hay algo maligno dentro de esa organización. Escupe sentimentalismo unionista a paletadas. Emite euros a mansalva a gobiernos incapaces como los que padecemos desde hace tiempo en España. Pero hay alguien detrás que espera cobrar la deuda con intereses usureros. Y si no al tiempo. Al poco tiempo. Veremos lo que pasa en el partido de fútbol entre el Barcelona y el Madrid. Si hubiera cierta sensatez en este país, el partido se jugaría en Cáceres, o no se jugaría, o se haría algo para que los barcelonistas jugaran la liga francesa. Cualquier cosa antes de dejar que ocurra alguna desgracia irreparable. En el Reino Unido tienen a Boris, en España tenemos a Sánchez. Una gran diferencia.




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