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miércoles, 4 de diciembre de 2019

OTAN

Viajeros del tren nocturno
Lluvia mortal


















La OTAN, organización de defensa mutua que orquestaron los norteamericanos en tiempos de la guerra fría para oponer una fuerza conjunta al ejército soviético. Paralelamente la Unión Soviética organizó el denominado Pacto de Varsovia. Ambas organizaciones aseguraban a Estados Unidos por un lado y a la Unión Soviética por el otro el control de las zonas de Europa que una y otra superpotencias se habían adjudicado al final de la segunda Gran Guerra.

El derrumbe del comunismo en Rusia animó a la OTAN a pasar de supuesta organización defensiva a iniciar actividades ofensivas sobre países aliados de la gran Rusia. Serbia fue atacada con escasa justificación por la entente occidental que finalmente provocó el desmantelamiento de la federación yugoslava y sangrientas guerras asociadas a siniestras maniobras políticas del bloque occidental.

La OTAN languidece ahora, a la llegada del presidente norteamericano que ha exigido con lógica matemática una mayor implicación defensiva por parte de los países aliados. A Europa le interesa la OTAN siempre que la factura la siga pagando el gran hermano norteamericano. Pero el centro de gravedad mundial se está desplazando. La vieja Europa languidece entre la hordas musulmanas y el cepo mental climático, feminista, homosexualista y similares que mantiene en estado de coma cerebral a sus ciudadanos. Incapaces de hacer algo, los viejos europeos se dejan zarandear por el gremio culturaloide de actores, actrices, escritores, cantores y demás cigarras que están esquilmando el hormiguero que ingenuamente les acoge.

Los principios morales, simplemente ya no existen arrasados por la cultura preeminente cuyo apellido más apreciado es la palabra "corrosivo". Si algo es corrosivo tiene grandes posibilidades de triunfar en esta Europa enferma que, muerta de miedo, apenas respira con ventilación asistida.

Se reúne la plana mayor de la OTAN y el amanerado primer ministro canadiense, conocido homosexual y homosexualista, se burla de Trump, presidente electo norteamericano al que han votado los ciudadanos con sentido de común del gran país del norte. Trump, como siempre, dice lo que piensa y califica al canadiense como un hipócrita. Acto seguido abandona la cumbre.

Y nuestros alegres dirigentes parecen ignorar que al otro lado del antiguo muro, la potencia rusa ha resurgido como ave fénix de sus cenizas. Hacen cábalas acerca de PIBs de un lado y otro, de número de habitantes y llegan a la conclusión de que Rusia es un estado sin importancia que puede ser atacado, asunto de Ucrania y Crimea, con total impunidad.

Pero Putin no es Trudeau, el psicodélico dirigente canadiense, ni Macron el niño de mamá francés, ni mucho menos Sánchez. Tampoco es Trump, que habla mucho y muy alto, pero al que le cuesta tomar decisiones, quizá porque no puede, atrapado como está por la banda demócrata del congreso y la pandilla de periodistas, heroicos luchadores contra el presidente, siempre, eso sí que se trate de un republicano.

Putin, tiene lo que hay que tener. Sabe cómo se juega el gran juego y es, probablemente, el artífice de que a raíz del 11 S, el mundo musulmán dejara de consideran el gran enemigo a Rusia para pasar a odiar (es condición genética musulmana el odio) al gigante norteamericano.

Viendo las cosas en perspectiva, la invasión norteamericana de Afganistán fue una magnífica jugada de Putin. Los talibanes fueron derrotados y dejaron de aleccionar y atraer a sus filas a ingentes masas de islamistas circundantes a la gran Rusia. Además, semejante error estratégico consiguió enterrar en la memoria, siempre olvidadiza de las tribus de Mahoma que el gran enemigo de Afganistán fue la Rusia comunista, Rusia imperial al fin y al cabo.

Putin aprovechó el desaguisado de Busch y compañía y se dedicó con tiempo y tranquilidad proporcionados por la estupidez de los USA a rearmar la economía y el ejército ruso.
Ahora, con el amigo americano batiéndose en retirada por las burlas, uno se pregunta hasta qué punto estará el mandatario USA interesado en seguir manteniendo una alianza que, en definitiva, es el ejército norteamericano desplazado a Europa y ninguna otra cosa.

Y uno se pregunta también si el zar de todas las Rusias no estará preparándose para asestar el golpe definitivo a esta Europa sojuzgada al poder alemán. Cualquier día amaneceremos con las tropas rusas avanzando a velocidad de crucero sobre la vieja, enferma, claudicante Europa del oeste y veremos a nuestros optimistas dirigentes, convenientemente acordonados por la policía, abordar aviones Falcon en dirección a Nueva York.

Desde el aire, jocosos, entretenidos, se estrecharán manos y se darán abrazos al tiempo que siguen descojonándose de todos nosotros.

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