Escribí hace unos días un artículo en Canal Literatura con el
título STEPHEN HAWKING acaba con Dios.
Ante todo y para que nadie se llame a engaño tengo que decir que soy
católico, educado en mis primeros años de vida en un catolicismo
que poco o nada tiene que ver con el actual. En aquellos años, antes
del Vaticano II, la religión lo invadía todo. Uno se despertaba y
de inmediato se arrodillaba para rezar las primeras oraciones del
día, luego se bendecía la mesa antes del desayuno, nadie abandonaba
su casa sin hacer la señal de la cruz. En la escuela el crucifijo
presidía el aula, había una asignatura denominada Historia Sagrada
que se refería a los pasajes más importantes y conocidos de la
Biblia. Fuera de horas de clase, se enseñaba el catecismo. En
definitiva todo era religión, y por supuesto religión católica.
Como digo el Vaticano II comenzó a cambiarlo todo, pero yo, a pesar
de que no soy un estricto observante del ritual católico, asisto
poco a misa, no confieso, ni comulgo desde hace años, siempre he
mantenido mi fe en Cristo, el Dios hecho hombre hace dos mil años.
En mi artículo argumentaba que la afirmación de Hawking, Dios no es
necesario para explicar nuestra existencia, conllevaba de inmediato
una conclusión evidente, si Dios no existe, nosotros tampoco. Según
palabras de Hawking, leídas unos meses antes, ante la pregunta del
periodista. << Entonces, cuando uno muere, ¿qué ocurre?>>,
la respuesta fue lógica y demoledora. <<Se apaga el
ordenador>>. Y a la pregunta que ha intrigado al hombre, al ser
humano a lo largo de milenios. <<Qué somos? ¿Qué hacemos
aquí>>. La respuesta según entiendo yo, sólo puede ser, que
no somos nada, una mera ilusión, una casualidad bioquímica
provocada por ese misterioso sistema tan querido por los científicos
que llamamos evolución. Evolución sostenida a lo largo de miles de
millones de eones. Según Hawuking, de la nada surge la materia, a
través, tal vez de ese recién descubierto bosón de Higgins, que
para alegría de los científicos parece haber despejado la incógnita
que hacía necesaria la existencia de un creador primigenio. De la
nada surgimos entonces, y sólo en el girar del tiempo, en la
duración infinita del mismo, se produce la sucesión de casualidades
que ha terminado por dar origen a nosotros mismos.
Pero <<Yo tengo conciencia de mí mismo. Existo, estoy, siento.
>>. De nuevo, la respuesta es que todo es ilusión, nuestra
conciencia es creación de nuestro propio cerebro, un fantasma que es
biológicamente interesante para el combate que la teoría de la
evolución requiere. Sólo los más adaptados sobreviven. Un escritor
afirma en una de sus narraciones que inteligencia es la capacidad de
adaptación.
En mi artículo, me refería a continuación a la fascinación que la
teoría de la evolución ha tenido y tiene en el mundo científico y
por lógica extensión en toda la opinión pública. En los
documentales de vida animal, todo es evolución. <<El
hipopótamo ha evolucionado hasta adaptarse perfectamente a la vida
en su entorno>>, afirmaban en una de estas películas. Ahora
bien, yo ante la imagen de un hipopótamo sólo veo un tonel con
patas que debe salir del agua todas las noches y recorrer kilómetros
en busca del pasto que necesita, devorar cientos de kilos de forraje
a toda prisa y volver antes de que amanezca a su charca a fin de
evitar que el sol destruya su piel. En el agua, no es un pez, desde
luego, flota y se sumerge de forma aparatosa de vez en cuando, para
caminar, no nadar, entre dos aguas. Sólo su descomunal corpachón le
protege contra los depredadores. No me parece a mí, un animal
adaptado, sino una animal que vive en un entorno y que a fuerza de
costumbres adquiridas, y porqué no, de cierta inteligencia
instintiva, supera sus evidentes carencias físicas.
Sobre la teoría evolutiva, afirmaba yo, también, que no dejaba de
ver una peligrosa línea argumental, seguida por muchos científicos
e intelectuales que había conducido de la primera enunciación por
parte de Darwin a la siguiente derivada, es decir, a la aplicación
práctica de la teoría en el ámbito de las razas humanas. Me
refiero a la eugenesia. La eugenesia, significa la intervención
humana en otros humanos de forma que pueda conseguirse una raza
mejorada, evitando que los considerados subdesarrollados o poco
aptos, por su inteligencia, por su raza o por sus carencias físicas
puedan reproducirse. En su aplicación más conocida y reciente su
máximo impulsor teórico es Francis Galton en 1865 que era primo de
Darwin y que aprovechó entusiasmado los descubrimientos (aparentes)
de su primo para aplicarlos a la mejora de la raza (blanca), por
supuesto. Bien, si tomamos Wilkipedia, (la enciclopedia de los
pobres), la sección referida a la eugenesia, podemos leer: <<Desde
sus inicios, la eugenesia fue apoyada por figuras destacadas,
incluyendo a Alejandro Graham Bell, George Bernard Shaw y Winston
Churchill. La eugenesia fue disciplina académica en muchos
institutos y universidades. Su veracidad científica comenzó a
cuestionarse en la década de 1930, sin embargo, en esa época Ernst
Rüdin empezó a incorporar la retórica eugenésica a las políticas
raciales de la Alemania nazi. Durante el período de posguerra gran
parte del público, incluyendo la comunidad científica, asociaba la
eugenesia con los abusos nazis, que incluyeron la “higiene racial”
y la “exterminación”, sin embargo, varios gobiernos regionales y
nacionales mantuvieron programas eugenésicos hasta la década de
1970>>.
Hubo un comentario crítico con mi artículo que utilizó tres
argumentos para responderlo.
Primero. <<Podría dar contestación a cada uno de tus
argumentos, pero sería tedioso>>. El hombre se aburre y por
tanto no responde.
Segundo. <<Partes de una premisa falsa. La de que hay una
ciencia atea, contraria a la religión>>. En realidad yo partía
de la afirmación de Hawking, que no iba dirigida contra la religión,
sino contra Dios, que es distinto y muy significativo.
Tercero. << La relación que estableces entre la teoría de la
evolución y el nazismo es falsa y consecuentemente eres un
intolerante>>.
Y entonces me vino a la mente aquella famosa anécdota. Una
organización determinada instituye el premio Adolfo Hitler a la
tolerancia. El jurado acuerda concedérselo a un destacado judío. El
judío, por supuesto, se niega a recibir semejante premio y el
jurado, muy ofendido le acusa de ser intolerante, porque si fuera
tolerante, aceptaría todas las ideas, incluso las de Adolfo Hitler.
Bueno, dejando de lado anécdota y discusiones, esa era mi tesis
principal. Si Dios no existe, todo está permitido. Sin Dios, sólo
la ciencia atea tiene (eso dice) u ofrece las respuestas a nuestra
evidente angustia derivada de su ausencia. Antes de su negación, uno
moría e iba al cielo. Pero según Hawking, no hay cielo, no hay
esperanza, no hay nada. ¿Y entonces?. Bueno, uno puede leer
artículos en revistas acerca de la posibilidad de la vida
prolongada. La vejez, según nuestras mentes más avanzadas, es sólo
una enfermedad. La curarán, sólo necesitan tiempo.
Y ahora mismo, a la vista de la incapacidad científica para curar,
detener, frenar la epidemia de ébola. ¿Qué podemos pensar? Es
posible que en un futuro más o menos cercano se consiga prolongar la
vida humana y vencer enfermedades que antes eran sentencias de
muerte, pero lo más probable es que esa mismo naturaleza que cambia
y evoluciona, produzca nuevos virus, nuevas bacterias que nos
amenacen y nos pongan una y otra vez frente a nuestra débil,
impotente, sufriente condición humana.
Definitivamente, yo prefiero, la antigua, pero siempre renovada
promesa de Nuestro Señor. <<El que cree en Mí. Aunque haya
muerto, vivirá>>.
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