CRISIS ECONÓMICA IV
El dedo ejecutor había caído, el proceso se puso en marcha. Miles
de trabajadores fueron despedidos. Los sistemas nacionales de
seguridad social pronto se colapsaron. Contra lo que muchos piensan,
estas políticas de desindustrialización, al menos en España, no
fueron cosa de la ultraderecha, ni siquiera de la derecha a secas, el
socialismo impulsó con entusiasmo suicida el trasvase industrial.
¿Porqué?. Como he dicho en algún post anterior, el sindicalismo,
el socialismo, dependientes de la ideología marxista más radical,
odiaban por principio que no necesitaba explicación, al industrial,
al empresario, además identificaban cualquier desarrollo empresarial
español con el franquismo, y el franquismo, era, se convirtió en
cuanto la transición comenzó, en pieza de caza ideológica. Muchos
economistas militaban en el socialismo. Fundamentaron sus políticas
de destrucción empresarial en la idea de que el tejido productivo
español era obsoleto, estaba subvencionado y sobredimensionado,
debía por tanto reestructurarse de forma que sólo las empresas
realmente competitivas sobrevivieran, y éstas fueran las encargadas
de generar los beneficios y de realizar las inversiones que debían
reconstruir un sistema industrial sano y beneficioso para el país.
La consigna, el lema, se repetía implacable cuantas veces fuera
necesario ante cualquiera que manifestara sus dudas sobre la política
que se estaba llevando a cabo.
<<No somos competitivos. Estas duras decisiones son necesarias
para recuperar nuestra posición económica en un mundo en constante
cambio. Hay que adaptarse para sobrevivir>>. Otra de las ideas
lapidarias que sepultaban cualquier oposición era la que prometía
el advenimiento de un futuro prometedor. <<Nosotros vamos a
dejar de trabajar en la fabricación intensiva de productos de escaso
valor añadido. Esos trabajos mecánicos y repetitivos los vamos a
trasladar a otros países que no están tan avanzados socialmente.
(Los trabajos de mierda para ellos). Vamos a iniciar un proceso de
transformación tecnológica que va a necesitar, no la fuerza bruta
del hombre sin ninguna formación, sino la inteligencia del nuevo
trabajador reconvertido en técnico superior de cualquier rama de la
avanzada tecnología>> que algunos, con convencimiento
profético adivinaban en el horizonte de lo que comenzó a
denominarse, nueva revolución industrial.
Ahora, en el año 2014, sumida esta nación en la miseria más
absoluta, en cifras de paro africanas, con una deuda exterior que es
imposible que podamos pagar, debemos hacer un esfuerzo para alejarnos
del estruendo televisivo, de las tertulias insoportables, de la
pornografía más degradante que no tienen el menor inconveniente en
emitir en abierto, (acordémonos de la mujer medio desnuda que
acompañaba al mago en su número).
Huyendo, insisto, del escándalo de voces, música estridente,
apagando de una vez la maldita televisión, la insoportable radio y
sentándonos tranquilamente en un asiento de un parque cualquiera de
cualquier ciudad de esta triste nación, podemos recuperar el
aliento necesario para reflexionar, para recordar las antiguas
promesas, las miserables cantinelas y llegar a la evidente conclusión
de que sólo tenían un objetivo, engañarnos, destruirnos como
personas, reducirnos a valor económico residual, convertirnos en costes
insoportables y quedarse con las comisiones que su traición y la
venta de occidente en su conjunto y de este país en particular les
reportaban. Todo ello con nuestra estúpida e inconsciente
connivencia, obnubilados, hipnotizados por la zarabanda de artículos
de prensa, de mensajes televisivos, de consejos de nuestros
sindicalistas que nos hicieron creer que sabían lo que estaban
haciendo y que caminábamos hacia una nueva Arcadia feliz.
Pronto comenzaron a verse las consecuencias de las nuevas políticas
económicas, del trasvase, de la venta de nuestro futuro. En el Reino
Unido, mientras la señora Thatcher gobernaba con mano de hierro,
enviaba a sus policías contra los mineros y sus tropas a asaltar sus
islas imperiales, miles de desgraciados se cobijaban entre cartones y
calentaban su cuerpo con vinos peleones, a la intemperie en que les
había dejado el trabajo perdido y el desempleo consumido. Pero los
apóstoles de la nueva economía tenían respuesta para todo.
El estado de bienestar está acabado, no es viable, hay que avanzar en las políticas liberales. Más libertad equivale a más progreso. Y la Thatcher la emprendió, entonces con lo que se denominaba PAC. Política agraria común de la comunidad europea. La PAC significaba el traspaso de ingentes cantidades del presupuesto comunitario a algunos países, singularmente, por la importancia de su agricultura, Francia.
Los ultraliberales argumentaban << ¿porqué vamos a pagar el kilo de patatas francés a veinte, si podemos comprar patata colombiana a dos?>>. Si analizamos estas ideas, vemos que también en ellas subyace la misma política de desmantelamiento económico occidental. Sólo un pequeño problema. Las tierras no se pueden empaquetar y trasladar. Y otra inquietante objeción por parte de algunos especialistas franceses. La podemos denominar, la cuestión estratégica.
Es decir, estamos de acuerdo en que podemos comprar la mayor parte de lo que producen los agricultores europeos a menor precio en países en vías de desarrollo, pongamos por ejemplo, Nigeria o Venezuela o Colombia, pero a cambio deberemos abandonar el cultivo tradicional que ha alimentado a Europa durante siglos. ¿Y si en el futuro estos países, deciden aumentar sus precios, o necesitan por cualquier circunstancia sus productos para ellos mismos, o tal vez surjan pleitos políticos que les aconsejen utilizar sus suministros alimentarios como arma de presión?. ¿No está haciendo eso mismo, ahora, Rusia, con sus suministros de gas?
El estado de bienestar está acabado, no es viable, hay que avanzar en las políticas liberales. Más libertad equivale a más progreso. Y la Thatcher la emprendió, entonces con lo que se denominaba PAC. Política agraria común de la comunidad europea. La PAC significaba el traspaso de ingentes cantidades del presupuesto comunitario a algunos países, singularmente, por la importancia de su agricultura, Francia.
Los ultraliberales argumentaban << ¿porqué vamos a pagar el kilo de patatas francés a veinte, si podemos comprar patata colombiana a dos?>>. Si analizamos estas ideas, vemos que también en ellas subyace la misma política de desmantelamiento económico occidental. Sólo un pequeño problema. Las tierras no se pueden empaquetar y trasladar. Y otra inquietante objeción por parte de algunos especialistas franceses. La podemos denominar, la cuestión estratégica.
Es decir, estamos de acuerdo en que podemos comprar la mayor parte de lo que producen los agricultores europeos a menor precio en países en vías de desarrollo, pongamos por ejemplo, Nigeria o Venezuela o Colombia, pero a cambio deberemos abandonar el cultivo tradicional que ha alimentado a Europa durante siglos. ¿Y si en el futuro estos países, deciden aumentar sus precios, o necesitan por cualquier circunstancia sus productos para ellos mismos, o tal vez surjan pleitos políticos que les aconsejen utilizar sus suministros alimentarios como arma de presión?. ¿No está haciendo eso mismo, ahora, Rusia, con sus suministros de gas?
Bueno, dijeron los liberales, en ese caso retomaremos la producción
propia.
Un pequeño inconveniente, objetaron los técnicos agrícolas. Para
entonces habremos perdido la tradición, la cultura de nuestros
trabajadores del campo, el saber hacer transmitido a través de
generaciones, durante siglos. Nuestras tierras abandonadas requerirán
años, décadas para poder ser nuevamente cultivadas, los tractores
se habrán oxidado, todo nuestro sistema agrícola se habrá
transformado en únicamente consumidor. Será imposible en el corto
plazo volver a poner en producción nuestros campos, la inversión
necesaria será tan descomunal que resulta mucho más barato
continuar con nuestra política PAC actual, y eso suponiendo que se
consiguiera recuperar la agricultura.
Las consecuencias del abandono, de seguir únicamente el criterio del coste beneficio a corto plazo, de husmear como perros hambrientos el rastro gaseoso del dinero agrícola como ha ocurrido con el industrial podrían ser catastróficas.
Las consecuencias del abandono, de seguir únicamente el criterio del coste beneficio a corto plazo, de husmear como perros hambrientos el rastro gaseoso del dinero agrícola como ha ocurrido con el industrial podrían ser catastróficas.
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