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viernes, 31 de octubre de 2014

LA ESTAFA ECONÓMICA QUE NOS ABRUMA







CRISIS ECONÓMICA IV

El dedo ejecutor había caído, el proceso se puso en marcha. Miles de trabajadores fueron despedidos. Los sistemas nacionales de seguridad social pronto se colapsaron. Contra lo que muchos piensan, estas políticas de desindustrialización, al menos en España, no fueron cosa de la ultraderecha, ni siquiera de la derecha a secas, el socialismo impulsó con entusiasmo suicida el trasvase industrial. ¿Porqué?. Como he dicho en algún post anterior, el sindicalismo, el socialismo, dependientes de la ideología marxista más radical, odiaban por principio que no necesitaba explicación, al industrial, al empresario, además identificaban cualquier desarrollo empresarial español con el franquismo, y el franquismo, era, se convirtió en cuanto la transición comenzó, en pieza de caza ideológica. Muchos economistas militaban en el socialismo. Fundamentaron sus políticas de destrucción empresarial en la idea de que el tejido productivo español era obsoleto, estaba subvencionado y sobredimensionado, debía por tanto reestructurarse de forma que sólo las empresas realmente competitivas sobrevivieran, y éstas fueran las encargadas de generar los beneficios y de realizar las inversiones que debían reconstruir un sistema industrial sano y beneficioso para el país.


La consigna, el lema, se repetía implacable cuantas veces fuera necesario ante cualquiera que manifestara sus dudas sobre la política que se estaba llevando a cabo.
<<No somos competitivos. Estas duras decisiones son necesarias para recuperar nuestra posición económica en un mundo en constante cambio. Hay que adaptarse para sobrevivir>>. Otra de las ideas lapidarias que sepultaban cualquier oposición era la que prometía el advenimiento de un futuro prometedor. <<Nosotros vamos a dejar de trabajar en la fabricación intensiva de productos de escaso valor añadido. Esos trabajos mecánicos y repetitivos los vamos a trasladar a otros países que no están tan avanzados socialmente. (Los trabajos de mierda para ellos). Vamos a iniciar un proceso de transformación tecnológica que va a necesitar, no la fuerza bruta del hombre sin ninguna formación, sino la inteligencia del nuevo trabajador reconvertido en técnico superior de cualquier rama de la avanzada tecnología>> que algunos, con convencimiento profético adivinaban en el horizonte de lo que comenzó a denominarse, nueva revolución industrial.

Ahora, en el año 2014, sumida esta nación en la miseria más absoluta, en cifras de paro africanas, con una deuda exterior que es imposible que podamos pagar, debemos hacer un esfuerzo para alejarnos del estruendo televisivo, de las tertulias insoportables, de la pornografía más degradante que no tienen el menor inconveniente en emitir en abierto, (acordémonos de la mujer medio desnuda que acompañaba al mago en su número).
Huyendo, insisto, del escándalo de voces, música estridente, apagando de una vez la maldita televisión, la insoportable radio y sentándonos tranquilamente en un asiento de un parque cualquiera de cualquier ciudad de esta triste nación, podemos recuperar el aliento necesario para reflexionar, para recordar las antiguas promesas, las miserables cantinelas y llegar a la evidente conclusión de que sólo tenían un objetivo, engañarnos, destruirnos como personas, reducirnos a valor económico residual, convertirnos en costes insoportables y quedarse con las comisiones que su traición y la venta de occidente en su conjunto y de este país en particular les reportaban. Todo ello con nuestra estúpida e inconsciente connivencia, obnubilados, hipnotizados por la zarabanda de artículos de prensa, de mensajes televisivos, de consejos de nuestros sindicalistas que nos hicieron creer que sabían lo que estaban haciendo y que caminábamos hacia una nueva Arcadia feliz.

Pronto comenzaron a verse las consecuencias de las nuevas políticas económicas, del trasvase, de la venta de nuestro futuro. En el Reino Unido, mientras la señora Thatcher gobernaba con mano de hierro, enviaba a sus policías contra los mineros y sus tropas a asaltar sus islas imperiales, miles de desgraciados se cobijaban entre cartones y calentaban su cuerpo con vinos peleones, a la intemperie en que les había dejado el trabajo perdido y el desempleo consumido. Pero los apóstoles de la nueva economía tenían respuesta para todo.

El estado de bienestar está acabado, no es viable, hay que avanzar en las políticas liberales. Más libertad equivale a más progreso. Y la Thatcher la emprendió, entonces con lo que se denominaba PAC. Política agraria común de la comunidad europea. La PAC significaba el traspaso de ingentes cantidades del presupuesto comunitario a algunos países, singularmente, por la importancia de su agricultura, Francia.

Los ultraliberales argumentaban << ¿porqué vamos a pagar el kilo de patatas francés a veinte, si podemos comprar patata colombiana a dos?>>. Si analizamos estas ideas, vemos que también en ellas subyace la misma política de desmantelamiento económico occidental. Sólo un pequeño problema. Las tierras no se pueden empaquetar y trasladar. Y otra inquietante objeción por parte de algunos especialistas franceses. La podemos denominar, la cuestión estratégica.

Es decir, estamos de acuerdo en que podemos comprar la mayor parte de lo que producen los agricultores europeos a menor precio en países en vías de desarrollo, pongamos por ejemplo, Nigeria o Venezuela o Colombia, pero a cambio deberemos abandonar el cultivo tradicional que ha alimentado a Europa durante siglos. ¿Y si en el futuro estos países, deciden aumentar sus precios, o necesitan por cualquier circunstancia sus productos para ellos mismos, o tal vez surjan pleitos políticos que les aconsejen utilizar sus suministros alimentarios como arma de presión?. ¿No está haciendo eso mismo, ahora, Rusia, con sus suministros de gas?


Bueno, dijeron los liberales, en ese caso retomaremos la producción propia.

Un pequeño inconveniente, objetaron los técnicos agrícolas. Para entonces habremos perdido la tradición, la cultura de nuestros trabajadores del campo, el saber hacer transmitido a través de generaciones, durante siglos. Nuestras tierras abandonadas requerirán años, décadas para poder ser nuevamente cultivadas, los tractores se habrán oxidado, todo nuestro sistema agrícola se habrá transformado en únicamente consumidor. Será imposible en el corto plazo volver a poner en producción nuestros campos, la inversión necesaria será tan descomunal que resulta mucho más barato continuar con nuestra política PAC actual, y eso suponiendo que se consiguiera recuperar la agricultura.

Las consecuencias del abandono, de seguir únicamente el criterio del coste beneficio a corto plazo, de husmear como perros hambrientos el rastro gaseoso del dinero agrícola como ha ocurrido con el industrial podrían ser catastróficas.

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