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miércoles, 11 de octubre de 2017

BLADE RUNNER 2049

Lluvia mortal
Viajeros del tren nocturno


















BLADE RUNNER 2049

Una, en mi modesta opinión, extraordinaria película. Quizá defraude a quiénes esperaban una superproducción basada en efectos especiales, violencia a ultranza y rayos de la muerte. Hay de eso. Y está bien conseguido, en algunas escenas el cine tiembla como si hubiera un terremoto. Estéticamente es fascinante.

Un mundo reducido a una ciudad plomiza, gris, superpoblada. Y fuera de ella, un estercolero gigante, una acumulación de porquería y chatarra provocada, parece, por un apagón, quizá una guerra nuclear que destruyó los archivos digitales, casi todos. Algo queda, muy poco. Pero Blade Runner 2049 es bastante más que una historia futurista, mucho más que una película de robots y seres humanos. El  mayor problema de esta versión es que ha necesitado enlazar, concordar con la primitiva Blade Runner, quizá para aprovechar el tirón de la que, con el tiempo, se ha convertido en una película de culto.

 

 La escena del video clip no se ve en la película. Me ha sorprendido la interpretación de Dave Bautista, un conocido luchador profesional de la WWE que se presentaba como Batista.

 

Y es que el ser humano, Philip K. Dick, el autor de « ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?», es hombre atormentado por las preguntas que torturan a la humanidad desde el principio de los tiempos. ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué el creador, el diseñador de mi esencia me ha condenado a muerte desde el mismo momento en que alumbro a la vida?

Algunos críticos hablan de película técnicamente perfecta a la que le falta el alma. No es la sensación que me produjo. El alma falta a los replicantes que son los más abundantes protagonistas y el alma la han perdido los pocos humanos que aparecen en ella. No es una película sin alma. Es un futuro más que probable de una humanidad que se ha dejado el alma en el hercúleo trabajo de destruirse a sí misma y ocupar el lugar de Dios en el universo.

("De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal"). Génesis 3

 ¿Tiene la ciencia alma? Y es precisamente la ciencia la que alumbra la condición  creadora del hombre y la que crea los replicantes. Los replicantes son androides que cuando se estrenó la versión de Ridley Scott podían parecer criaturas solo posibles en una distopía  calenturienta de  ciencia ficción, pero treinta y cinco años después el humanoide biónico no parece tan lejano.  Los «andrillos» tal como los nombraba Phillip K. Dirk en su novela son androides  tan perfectos que cuesta distinguirlos de los seres humanos. Es más, intelectual y físicamente son superiores y los nuevos modelos de 2049 están, se supone, bajo absoluto control. La rebelión es imposible.

No ha gustado a algunos la interpretación de Ryan Goslin y la verdad es que uno iba al cine con esa idea preconcebida. De nuevo se hablaba de falta de alma, de emoción. Por el contrario, es una actuación sobresaliente. Pocas veces alguien se ha sumergido en un personaje aparentemente incapaz de sentir, una máquina creada para matar replicantes rebeldes, y al mismo tiempo ha dado tan poderosa sensación de querer trascender la condición inhumana que le confiere su extraña genética.

Goslin es la máquina K…, que para abreviar llamaremos Joe. Ese es el nombre que quiere para él la mujer que le ama. Mujer que le espera en el piso que comparten y se esmera en todos esos pequeños detalles que hacen feliz al hombre que vuelve agotado después de un duro día de trabajo. Mujer que ya no existe, hombre que tampoco existe. Es un holograma, un programa de ordenador que parece haber salido de algún viejo manual de la esposa perfecta en tiempos franquistas. Un holograma al que Joe ama entrañablemente. Una mujer etérea a la que Joe regala un accesorio informático para que pueda abandonar el apartamento en que está confinada y sentir, ¿puede un holograma inteligente sentir la lluvia?, el viento, el aire. Y aquí es donde se atisba esa  derivación a que nos lleva el futuro, uno de tantos posibles, un futuro con IA encerrada en cuerpos físicos.

Sustituyamos a Joe por el tipo de hombre al que tiende la evolución social de estos aciagos tiempos. En Japón tienen ya un nombre, le llaman el hombre herbívoro, más bien el hombre en absoluta soledad que entretiene los malos instintos en pornografía disponible al por mayor en internet. Tenemos ya  artilugios sustitutivos de todo tipo y pronto  androides compañeros que podrán adquirirse a precio de mercado.

 En una corta, pero más que llamativa escena, la malvada replicante de la empresa que ahora fabrica los androides ofrece a una clienta un modelo que puede ser adaptado para todo tipo de necesidades.

Pueden hacerse eso que se ha dado en llamar múltiples lecturas de esta película. Entre ellas y no la menos importante, la que nos muestra a la criatura consciente de su inhumanidad que por un momento ve la posibilidad de ser algo, no mucho, pero sí un poco más, que un producto manufacturado. El nacido del vientre materno tiene alma (eso cree Joe. Por eso él no mata humanos), el que nace de forma natural es algo más que una simple máquina, idea esta, también revolucionaria en tiempos de prescripción general del aborto. En tiempos en que la tendencia parece ser liberar definitivamente a la mujer de la gestación y alumbramiento de seres humanos de reposición. El futuro cercano parece dirigido a alguna sala esterilizada en la que las nuevas generaciones de seres humanos germinen en úteros plástificados rellenos de líquido amniótico sintético.  

Otra escena nos muestra a la nueva mujer que ha escalado hasta alcanzar todos los puestos de dirección y de poder en empresas e instituciones. La jefa de policía de la que depende Joe acude al apartamento del replicante; necesita ser amada, restablecer ese tipo de relación entre hombres y mujeres que se ha ido perdiendo, que se va a perder definitivamente en el futuro. Desea ser querida por la máquina como la máquina ama al holograma. Pero no, es imposible, el muro que separa hombres y mujeres es ya, en ese tiempo, 2049, infranqueable. Escena magnífica, emocionante, silenciosa, que no requiere más que leves sonrisas y la mirada absorta de un androide para sugerir profundas emociones en eso que algunos llaman falta de alma.

Y la escena final, no desmerece de las lágrimas en la lluvia. Extraordinaria película que plantea preguntas que no tienen que no pueden tener respuesta. Vayan a verla.


 




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