BLADE RUNNER 2049
Una, en mi modesta opinión,
extraordinaria película. Quizá defraude a quiénes esperaban una superproducción
basada en efectos especiales, violencia a ultranza y rayos de la muerte. Hay de
eso. Y está bien conseguido, en algunas escenas el cine tiembla como si hubiera
un terremoto. Estéticamente es fascinante.
Un mundo reducido a una ciudad
plomiza, gris, superpoblada. Y fuera de ella, un estercolero gigante, una acumulación
de porquería y chatarra provocada, parece, por un apagón, quizá una guerra
nuclear que destruyó los archivos digitales, casi todos. Algo queda, muy poco.
Pero Blade Runner 2049 es bastante más que una historia futurista, mucho más
que una película de robots y seres humanos. El mayor problema de esta versión es que ha
necesitado enlazar, concordar con la primitiva Blade Runner, quizá para
aprovechar el tirón de la que, con el tiempo, se ha convertido en una película
de culto.
La escena del video clip no se ve en la película. Me ha sorprendido la interpretación de Dave Bautista, un conocido luchador profesional de la WWE que se presentaba como Batista.
Y es que el ser humano, Philip K. Dick, el autor de « ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?», es hombre atormentado por las preguntas que torturan a la humanidad desde el principio de los tiempos. ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué el creador, el diseñador de mi esencia me ha condenado a muerte desde el mismo momento en que alumbro a la vida?
Algunos críticos hablan de
película técnicamente perfecta a la que le falta el alma. No es la sensación
que me produjo. El alma falta a los replicantes que son los más abundantes
protagonistas y el alma la han perdido los pocos humanos que aparecen en ella.
No es una película sin alma. Es un futuro más que probable de una humanidad que
se ha dejado el alma en el hercúleo trabajo de destruirse a sí misma y ocupar
el lugar de Dios en el universo.
("De ninguna manera moriréis.
Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los
ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal"). Génesis 3
¿Tiene la ciencia alma? Y es precisamente la
ciencia la que alumbra la condición creadora del hombre y la que crea los
replicantes. Los replicantes son androides que cuando se estrenó la versión de
Ridley Scott podían parecer criaturas solo posibles en una distopía calenturienta de ciencia ficción, pero
treinta y cinco años después el humanoide biónico
no parece tan lejano. Los «andrillos»
tal como los nombraba Phillip K. Dirk en su novela son androides tan
perfectos que cuesta distinguirlos de los seres humanos. Es más, intelectual y
físicamente son superiores y los nuevos modelos de 2049 están, se supone, bajo
absoluto control. La rebelión es imposible.
No ha gustado a algunos la
interpretación de Ryan Goslin y la verdad es que uno iba al cine con esa idea
preconcebida. De nuevo se hablaba de falta de alma, de emoción. Por el contrario,
es una actuación sobresaliente. Pocas veces alguien se ha sumergido en un
personaje aparentemente incapaz de sentir, una máquina creada para matar
replicantes rebeldes, y al mismo tiempo ha dado tan poderosa sensación de
querer trascender la condición inhumana que le confiere su extraña genética.
Goslin es la máquina K…, que para
abreviar llamaremos Joe. Ese es el nombre que quiere para él la mujer que le
ama. Mujer que le espera en el piso que comparten y se esmera en todos esos
pequeños detalles que hacen feliz al hombre que vuelve agotado después de un
duro día de trabajo. Mujer que ya no existe, hombre que tampoco existe. Es un holograma, un programa de
ordenador que parece haber salido de algún viejo manual de la esposa perfecta en
tiempos franquistas. Un holograma al que Joe ama entrañablemente. Una mujer
etérea a la que Joe regala un accesorio informático para que pueda abandonar el
apartamento en que está confinada y sentir, ¿puede un holograma inteligente
sentir la lluvia?, el viento, el aire. Y aquí es donde se atisba esa derivación a que nos lleva el futuro, uno de
tantos posibles, un futuro con IA encerrada en cuerpos físicos.
Sustituyamos a Joe por el tipo de
hombre al que tiende la evolución social de estos aciagos tiempos. En Japón
tienen ya un nombre, le llaman el hombre herbívoro, más bien el hombre en
absoluta soledad que entretiene los malos instintos en pornografía disponible
al por mayor en internet. Tenemos ya
artilugios sustitutivos de todo tipo y pronto androides compañeros que podrán adquirirse a
precio de mercado.
En una corta, pero más que llamativa escena,
la malvada replicante de la empresa que ahora fabrica los androides ofrece a
una clienta un modelo que puede ser adaptado para todo tipo de necesidades.
Pueden hacerse eso que se ha dado
en llamar múltiples lecturas de esta película. Entre ellas y no la menos
importante, la que nos muestra a la criatura consciente de su inhumanidad que
por un momento ve la posibilidad de ser algo, no mucho, pero sí un poco más,
que un producto manufacturado. El nacido del vientre materno tiene alma (eso
cree Joe. Por eso él no mata humanos), el que nace de forma natural es algo más
que una simple máquina, idea esta, también revolucionaria en tiempos de
prescripción general del aborto. En tiempos en que la tendencia parece ser
liberar definitivamente a la mujer de la gestación y alumbramiento de seres
humanos de reposición. El futuro cercano parece dirigido a alguna sala
esterilizada en la que las nuevas generaciones de seres humanos germinen en úteros plástificados
rellenos de líquido amniótico sintético.
Otra escena nos muestra a la
nueva mujer que ha escalado hasta alcanzar todos los puestos de dirección y de
poder en empresas e instituciones. La jefa de policía de la que depende Joe acude al apartamento del replicante; necesita ser amada, restablecer ese tipo de
relación entre hombres y mujeres que se ha ido perdiendo, que se va a perder definitivamente en
el futuro. Desea ser querida por la máquina como la máquina ama al holograma.
Pero no, es imposible, el muro que separa hombres y mujeres es ya, en ese
tiempo, 2049, infranqueable. Escena magnífica, emocionante, silenciosa, que no
requiere más que leves sonrisas y la mirada absorta de un androide para sugerir
profundas emociones en eso que algunos llaman falta de alma.
Y la escena final, no desmerece
de las lágrimas en la lluvia. Extraordinaria película que plantea preguntas que
no tienen que no pueden tener respuesta. Vayan a verla.
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